lunes, 16 de agosto de 2021



     Muy buenas tardes mis amigos. Una vez subsanados ciertos problemas técnicos con Internet —no se olvide que estamos en Venezuela—, por acá de nuevo con lo prometido: Andrómaca y Felipe,

                                        Capítulo 1: Los Huéspedes (Continuación)                                            

…El recuerdo viene a colación, en base al comentario o más bien confesión que justo en la iglesia, le hiciera Chuíto a Felipe —aquel miércoles santo—; un día cuando éste, le dice de nuevo a su hermano menor las mismas palabras de costumbre. Con que solía detenerlo, al tratar de emplazarlo sobre su posible relación con Victoria:  

       “…Siempre estás viendo fuego en todas partes y, bla, bla, bla”.

…Como si al decírselo, tan seguido cual su persistente hermano lo hacía, tratara Felipe de endilgarle alguna patología piro maníaca; con el propósito de que el otro, desistiera de tales concejos y comentarios cada vez que le insistía en lo bien que se lo llevaba la joven pareja —Victoria y Wenceslao.

 …Pero con la calculada respuesta de su hermano mayor, Chuíto no se imaginaba que este en realidad lo que buscaba era ocultar disimulada y soterradamente, algo que había empezado a intrigarlo; en cuanto a sus propios sentimientos respecto a la muchacha. Porque resulta que ésta, sobre todo en los períodos de tiempo en que su sobrino tenía que ausentarse debido a sus estudios en Caracas, se mostraba sumamente relajada, distendida, como si hiciera caso omiso de tales ausencias; razón por la cual cualquiera podía pensar, que la joven sólo le hacía caso a Wenceslao únicamente por diversión.

    Lo que además, parecía tener confundido a todo el mundo dada su amabilidad  y, desenfado en el trato, hacia todos por  igual −especialmente al inicio−. Esto hizo, quizás, que Felipe empezara a sentirse inclinado o más bien arrastrado, por la enganchante personalidad y fresca presencia de Victoria Sarmiento; que tampoco perdía oportunidad de mostrarse propicia, ya dispuesta y hasta accesible, ante él. Por lo que era en estas épocas, cuando la avispada y astuta joven le imprimía un mayor impulso a sus ocultos e inconfesados deseos de conquistar al señor Felipe; con el velado propósito de ver cumplida su promesa a su familia, de que llegaría el día en que ella los sacaría de la odiosa condición de miseria en que habían caído. Y; por qué no decirlo, por la soberana irresponsabilidad de don Eustorgio. Es la verdad.

…No obstante, Victoria siempre guardaba en un apartado rinconcito de su corazón las cálidas vivencias y pernoctas que vivió junto a sus viejos, especialmente en una finca que tuvo su papá a un lado de la carretera que conduce a Camaguán, desde Calabozo; la cual tenía por nombre “Los Sarmientos”.  Lugar donde su padre como una forma de hacerle honor, no sólo a su apellido sino también a sus beodos amigos de otros tiempos, había hecho instalar una costosa bodega con los más preciados vinos del valle de Mendoza en Argentina; país de donde provenían sus ancestros, los cuales traía siempre a colación en prolongadas tertulias con sus pares y, en homenaje a Baco.

…Sin embargo, don Eustorgio no sólo le dedicaba tiempo al trabajo de  la finca  y  a sus amigos, sino que, tenía entonces dentro de su rutina semanal sacar a pasear su familia a lomo de bestia por las sabanas Sarmenteras, donde Victoria que era la mayor entre sus hijos, atendía con abnegación a sus hermanos más pequeños;  mientras todos se bañaban en un rio de corrientes cristalinas que discurría por la parte Sur de la propiedad, antes de internarse en las pacíficas y reflectantes aguas del emblemático Estero de Camaguán.

 …Donde todo tipo de animales de la zona se daban cita: Entre garzas, chenchenas, patos y alcaravanes que se oían graznar y cantar a lo lejos, en que de seguro se acicalaban con sus mejores galas contemplándose en aquel espejo de diáfanas aguas, para recibir del Apure al gabán golillú; que de manera regular, año tras año, recalaba por aquellos lares como respuesta ancestral de sus ascendientes. Al vitoquearse en los garceros mostrando a los presentes cada vez, la vistosidad y firmeza de su característico gollete de donde procede su nombre.

“…Usualmente —se solaza Victoria esta vez, feliz en sus evocaciones de niña, aquella tarde crucial en la oficina; de donde saldría con una respuesta definitiva sobre lo que sería su destino por venir— en estas romerías por los terrenos de la finca, mi padre cazaba o pescaba la comida que, alborozados, disfrutábamos todos; segura como estaba en aquellas despensas naturales, especie de ricas cornucopias que hacían infalible el excelente desempeño de don Eustorgio con el rifle o el arpón. Eran pues, aquellos,  bellos momentos de felicidad en que mi papá después de una opípara comida, que él mismo junto con sus amigos preparaban, nos reunía a todos en círculo debajo de unos frondosos árboles de Matapalo… Y, enseguida, nos leía en voz alta historias gauchas de las pampas argentinas. Haciendo especial hincapié en breves y continuas interrupciones para marcar algún detalle o similitud de la vida, y las costumbres en aquellas australes praderas,  con respecto a la de los llaneros de aquí; por los cuales también mostraba un especial respeto.

 …Solía leernos en esa época la poesía autóctona argentina de José Hernández; explicando con maestría las intemperantes aventuras gauchescas de su "Martín Fierro". Así mismo, le gustaba mucho declamar con su propia voz engolada y, en febriles arrebatos beodos junto a sus amigos de vino y grappa, el poema gaucho "La Leyenda del horcón"; dejando destilar a su manera una mezcla de profunda tristeza y vehemencia, al mismo tiempo, identificado entonces con el característico amargor −según él−, de la emblemática y cotidiana yerba mate… Cuando empezaba a decir:

 "…Les voy a contar un cuento, aura que el agua y el viento train a la memoria mía, cosas que nadie sabía y que yo diré al momento…!”

…Y; por ahí se iba.

     Fue en esas reuniones familiares donde Victoria desarrolló y sembró para siempre en su corazón, un amor muy especial hacia su padre, el viejo don Eustorgio, quien no escatimaba ningún tipo de sacrificio ni esfuerzo para hacerlos felices a todos por igual; al menos, mientras tuvo a su disposición los bienes de fortuna que se lo permitieron. Pero jamás se imaginaron en ese momento, que vendrían tiempos muy tristes, como aquellos posteriores a la debacle de "El Encuentro".

     Por todo éso, cuando el viejo cayó en la desgracia en su vida —por las causas que haya sido—, los miembros de su familia fueron muy condescendientes con él y su mala pata; que por añadidura pasaría a ser también la de todos, por ser al comienzo el único sostén del grupo familiar… Afortunadamente, o tal vez como retribución a su don de buena gente y carácter dadivoso que ostentó siempre don Eustorgio, mientras pudo, Victoria logró estudiar en Caracas bajo la tutela de su tío materno don Hermógenes Soler. Quien residía cómodamente en aquella ciudad, donde hizo carrera en una institución financiera de alto nivel, ya  graduado de Economista con la ayuda de su cuñado, precísamente; cuando el tío era joven y, su padre próspero. En algún momento estelar de la larga cadena de picos y depresiones en la accidentada vida empresarial de su viejo.

    Sería entonces por tantas cosas bonitas que Victoria Sarmiento vivió y, que siempre  recordaría −al lado de los suyos−, que no dejaría pasar la dorada oportunidad que ahora se le presentaba como en bandeja de plata; aunque fuera para reivindicar de algún modo el perdido lustre de viejos oropeles, de aquella vida pasada.  

   Y; para ello, necesitaba vencer toda una serie de prejuicios impuestos, lógicamente, por los patrones culturales familiares en que se había levantado. Por lo que, sabía bien no era la mejor manera de obtener las cosas que pensaba, aunque también que no había forma más directa que pudiera presentársele para lograrlo.

 …Como esta de ahora en que dos hombres con posibilidades de fortuna para ella, se debatían por poseerla de forma exclusiva; pero, en la intrincada ecuación de aquel enrevesado e inescrupuloso cálculo, no contaba la astuta mujer con la sorprendente intervención de la variable del amor. Para repentinamente caer golpeada con insistencia esos días y, en especial aquella tarde de decisiones trascendentes en su vida, sentada como estaba a solas frente al escritorio en su oficina donde ya sin darse cuenta, la cubría una insipiente penumbra que se cernía sobre el lugar; dejando entrever en las suaves y lindas líneas de su rostro, las siguientes interrogantes: ¿Lograría enfrentar el reto más importante, a todo trance, como era aquel de pasar por encima de la bondadosa señora Andrómaca…? ¿Se decidiría por Felipe o, por Wenceslao? ¿Qué pensaría de éso, su propio padre; y, la misma gente en la finca que le había dado su confianza? …Bueno, todo esto estaba por verse…!

  …En definitiva y, en honor a la verdad, Victoria Sarmiento se sentía realmente atraída por Wenceslao con quien ya había intimado, al punto de entregarle su virginidad en un súbito arranque de amor apasionado, haciéndolo en efecto posteriormente, varias veces más; pero, estaba consciente que por esa vía no lograría, tal y como se lo había prometido a sí misma, la segura solvencia económica que juró obtener. Al menos no, por ahora; porque al muchacho aún le faltaba mucho para consolidar su posición y, ella no estaba dispuesta a deshojar la margarita por tanto tiempo en una larga espera que bien podía ser estéril para la obtención más oportuna de su tan esperada cosecha.

 …Entonces la opción de Felipe, aunque la más espinosa y hasta perversa, era la que le ofrecía una mayor eficacia en el logro de sus metas.

     Para entonces, ya las continuas ausencias del joven  Wenceslao aunque en contra de su voluntad, venían siendo aprovechadas al máximo por el curtido e implacable don Felipe que, a la postre, arreciaba en sus decididas pretensiones por la hermosa mujer. Dándole a entender cada vez que podía por aquellos tiempos, "que estaba dispuesto a traspasar, llegado el momento de las chiquiticas" −decía−, hasta el último escollo en su camino representado por su propia esposa; porque el amor que por ésta albergara en su corazón, había sido reemplazado ya, paulatinamente, por un nuevo impulso apasionado que a diario la joven le inspiraba.

 …Alimentado cada vez más por largas jornadas de trabajo juntos a que se sometían, muchas veces  hasta como pretexto de su rebuscado comportamiento, aunado al gran poder de los encantos de tan deliciosa mujer, que ella sabía era y, habría aprendido a explotar bajo el asedio de aquellos dos frentes de batalla tan disimiles: Uno; el hijo locamente enamorado e inexperto, además sin dinero real, pero lleno de frescura y con un dejo de inocencia, pero tan sólo cargado de promesas a futuro. Otro; el avezado padre como toro corrido ya en siete plazas,  acaudalado pero bellaco y calculador, que sabe lo que quiere; cómo y, cuándo tomarlo.

  Sin embargo Victoria; con tal de lograr sus objetivos a corto plazo como era su propósito, bien sabía que de nada serviría en este caso, ponerse a valorar en su justo peso cada uno de los atributos y defectos en juego en aquellos dos hombres. Que lo más dramático de la situación era y estaba perfectamente consciente de ello, aun por encima de la relación entre los esposos, el vínculo de sangre entre ambos pretendientes; configurando en un corto futuro, ciertamente, la posibilidad de un trágico desenlace. Pero en este punto, ya las cartas estaban echadas, definitivamente se había decidido a dar el paso más difícil; iría, contra viento y marea por el deslumbrado don Felipe, el padre.

   Andrómaca por su parte, inocente de todo el vendaval que se cernía sobre ella y en contra de su amada familia, dentro de poco destrozada, seguía viendo a Victoria sólo como la profesional eficiente que realmente creía era; siendo aún su relación de mucho respeto y armonía, al menos en apariencia, con quien en ningún momento había tenido la más mínima desavenencia o asomo de enemistad. En verdad, poseía una personalidad envolvente, calculadora y, eficaz; lo que no daba motivo de ninguna especie para reclamos ni reprimendas, tornándose cada vez más accesible para todos.

     Este comportamiento tan conveniente, gatopardiano, en la astuta muchacha, hacía que diariamente Felipe se comportara mucho más atraído por la mujer contenida en ella. Decidido entonces a ir mucho más lejos, e incrementar la apuesta por conquistarla; concentrándose únicamente por aquellos días en manifestarle de cualquier modo, lo que realmente él desde hacía tiempo ya estaba viviendo. Sintiéndose en aquellos momentos en una situación tan apremiante, en que prácticamente moría por ella; pero temeroso aun de sus propias conjeturas en oscuros pensamientos allá en lo más íntimo de su ser, respecto a la joven. Entonces envuelto en el embarazoso escenario de traición hacia su legítima esposa en que se veía expuesto y que, al mismo tiempo, todavía seguía negando con la razón lo que le dictaba el corazón.

 …Tal vez acuciado por algún sentimiento de vergüenza que aún le quedaba cual rémora, por la traición a su familia que estaba a punto de echar por la borda, de su barco a la deriva; que se movía sin rumbo cierto al garete a través de las encrespadas aguas de la incertidumbre. Cuando sumido en tales momentos en sus pecaminosos delirios, llegaba a su mente la figura de la inocente Andrómaca, junto a la de sus propios hijos; lo que de inmediato hacía que se disipara en Felipe, al menos momentáneamente, sus reales y auténticos sentimientos de pasión relacionados con la hermosa muchacha que tenía por asistente.                                                          

                                                                       ---  o  ---

  …Después de aquello todo siguió su curso en el apacible pueblito de La Atascosa y, según la vida de cada quien; pero al parecer, lo que más prosperaba eran los dimes y diretes de la acalorada relación entre Victoria y Felipe, convertida ya en un drama con los visos propios de una tragedia griega.

“…Tal cual aquellas legendarias causadas por los mismísimos dioses del Olimpo. En una de sus sempiternas apuestas entre ellos tan sólo por el celestial placer de jugar con las debilidades humanas, basadas en el amor. Mandando a sellar el dorado carcaj de Cupido, con su última flecha disparada; entonces, directo al corazón de Felipe. Encerrando a este Dios en una inexpugnable jaula de diamante mandada a construir especialmente por su orfebre predilecto, Hefesto, para que no hubiera a partir de allí otro amorío más entre macho y hembra, en individuos de la raza humana; y, centrando sus travesuras celestiales tan sólo en éste último.

 …Pero para darle a su juego un divino toque de locura, todavía mayor, hicieron despertar a las Erinias para que fueran a La Atascosa a restablecer el orden con su implacable furia, castigando a quienes ellas sabían, habrían de romper su ley…!”

…Acelerándose por esta vía la declarada aceptación de las insinuaciones que se incrementaron cada día con mayor fuerza entre la aviesa pareja, alimentando mucho más en Victoria una especie de interés obsesivo por la obtención de su riqueza temprana, exacerbada por el culto a lo material y, a la exageración; entonces con marcada tendencia a la opulencia. Derivada quizás, de extrañas desviaciones debidas a algún tipo de patología o tara genética que desarrollara esta mujer en virtud del buen dinero que ganaba en su trabajo, aunado a la “generosidad” de su patrón don Felipe, quien no perdía tiempo ni oportunidad con sus dadivosas manifestaciones, para así ganar terreno en su camino hacia la conquista definitiva.

   Para este momento, ya la otrora joven Victoria por todos conocida hace rato habría quedado en el pasado. Operándose en ella una serie de cambios que entonces quedarían expuestos y que, a partir de allí la caracterizaron, como una auténtica “linda arpía”, plena de todas sus potencialidades de una hembra, lista para tomar para sí al hombre deseado; o, más bien, que le interesara −como ahora−, pero trocándose definitivamente en virtud de la avaricia en una muy cruda mujer, fría, pragmática, cuyo único objetivo era el dinero y todo aquello que con éste, pudiera comprarse. Mientras Felipe por su parte, pecando de ingenuo tan patéticamente y, hasta de forma voluntaria, quizás, venía cegado por la dulzura de sus mieles que claramente parecía ya habría probado.

…A todas éstas Andrómaca, sumamente alarmada por los cambios observados tanto de un lado como del otro, empezaba a considerar el peligro de una eventual ruptura en su matrimonio, pero tal parece se habría dado cuenta demasiado tarde; habiendo tenido ya unos ácidos encuentros en busca de respuestas al menos del lado de su marido, que era donde ella sabía estaba el origen de sus problemas. Sin embargo éste, cubierto por un velo de una recién adquirida malicia tan sólo le respondía con evasiones, edulcoradas con un supuesto tono de moral que hacía tiempo ya había perdido. Por lo que Andrómaca decididamente no se fiaba ni en una sola de sus palabras, pero al mismo tiempo, en el fondo se negaba a creer que algo así estuviera pasando entre ellos y, por un tiempo, se animó a darle un voto de confianza para ver si las cosas volvían a ser como antes.

 …Mientras tanto lucharía por salvar su relación de una forma digna, y lo haría con tesón, argumentos razonados, e inteligencia; buscando convencer a su marido de la inconveniencia ya comprobada —al menos, para ella—, de seguir manteniendo bajo su mismo techo el peligro latente representado por aquella astuta y, ahora insaciable mujer. En que se habría convertido a su modo de ver, la otrora inocente, señorita Sarmiento.

 …Que pugnaba por arrebatarle lo suyo, el hombre que desde siempre, había jurado ser el amor de su vida. Pero Felipe, ciego como estaba por la pasión desmedida que le inspiraba Victoria, se debatía entonces entre las razonables y por demás pertinentes peticiones por parte de su esposa, para que la despidiera; y, el interés que aquella como mujer, despertaba en él. 

    Victoria mientras tanto, viendo ya las intenciones de su desesperada patrona la señora Andrómaca y, en un arrebato aún más malintencionado, hizo arreglos para entrar en contacto con un conocidísimo individuo del pueblo, ya famoso por sus comprobadas mañas; El indio Colavita. De cuyos infalibles filtros de amor ya estaba enterada a través de una amiga, muy cachonda ella por cierto, que vivía a dos manos entre el placer de la carne y el licor, en el populoso barrio La Rochela.  

  Contrataría Victoria al fulano individuo para que mediante el uso de sus argucias pudiera ayudarla a contrarrestar los deseos y objetivos de su ahora declarada rival, de que su jefe la echara de casa o; peor aún, despidiera de su lado. Entonces ella, como una forma de huída hacia adelante y, teniendo siempre fijo el Norte de sus objetivos, le propuso a Felipe que se iría de la casa de la finca para una que había comprado en el pueblo; pero, conservando la relación de trabajo con él. Esto en cierto modo, fue visto por Andrómaca como un anticipo de su tambaleante triunfo; creyendo erróneamente que habían prosperado sus súplicas y,  peticiones ante su esposo.

                   ¡…Pero cuán equivocada estaba la señora Andrómaca!

 …Pues, la mudanza de Victoria obedecía más bien a una estratagema suya, aunque dicen que recomendada por El Indio; cuando en verdad, fue de ella esta salida magistral. Con el fin de ganar tiempo y espacio más propicios para atraer a su propio entorno a Felipe, de una forma más íntima y reservada. Por quien empezaba a percatarse en medio de la refriega, de su valoración no ya como presa solamente y, por su dinero, sino que además  comenzó a interesarse en el hombre que este era; cual su objeto de deseo carnal.

   A estas alturas de la delicada situación puesta entonces de relieve con la mudanza de Victoria,  que entonces vivía en el pueblo y, no más en la finca, la comunicación entre ella y los hijos del matrimonio también se había roto; o, por lo menos, tornado bastante más distanciada, ya no tan amena como lo fue antes.

   Sobre todo por parte de Wenceslao quien ya venía sospechando de algo como esto y, así se lo habría hecho saber a su hermano el Cura; acerca de la pérfida e impropia relación entre quienes todos consideraban era su novia y, nada más y nada menos que con su propio padre. Acarreando tal hecho las naturales incomodidades no sólo para él, sino para su madre; cosa que ellos por nada del mundo deseaban, ni tampoco tolerarían… Aunque fuera para él, enamorado locamente de aquella como estaba, el más duro golpe recibido hasta entonces en su corta vida.

   En medio de tan incómoda circunstancia y, sospechando lo que se avecinaba, el que dio un paso al frente en la búsqueda de algún punto de equilibrio para que menos gente saliera lastimada, fue el Padre Leoncio. Mediante la redacción y el envío a Victoria Sarmiento de una extensa, conciliadora, bien razonada carta donde analizaba las causas y, consecuencias,  de lo que estaría ocurriendo; o, en cualquier caso y mucho peor, estaba por ocurrir. Acción preventiva puesta en práctica por el religioso,  justo una semana antes de la inesperada  mudanza.

  Donde la confrontaba con muy certeros y sensatos razonamientos sobre lo que estaría ocurriendo, entre ella y su jefe. Empezando por condenar aunque justificando de algún modo la conducta inicial, de su padre don Felipe; quien haciendo de la atención a un amigo en aprietos un acto de nobleza y solidaridad de su parte, que en realidad es lo que fue en un principio, su visita a Calabozo en plan de ayuda a don Eustorgio, pasaría luego a ser este fortuito contacto entre aquellos dos viejos compañeros de farra del pasado, de donde se derivara la aparición de Victoria Sarmiento en la vida de aquel hombre. Y; en consecuencia, también en la de su familia. Convirtiéndose después esta nueva relación en algo que los conduciría a una tormentosa posición de reprobatoria conducta, no acorde para nada con la sagrada institución del matrimonio entre sus padres —argumentaba entonces el Cura.

  …Pero también exponía sobre todo y, con mayor contundencia, las consecuencias de los hechos que tales actos desencadenarían; liberando los demonios y las bajas pasiones que una vez desatados, en pleno desarrollo, terminarían por definir la más funesta de las tragedias. Dejando expuesto un profundo dolor entre los involucrados, en su alocada vorágine; que sólo garantizaba la destrucción y pérdida irremediable, de todos.  

  Tales eran los ponderados razonamientos del Cura Leoncio respecto a tan incómoda situación familiar aquellos días, sin siquiera imaginar, aún, que precisamente su querido hermano menor Wenceslao, sería en gran medida la principal víctima en toda esta tramoya que se habría montado durante años; aprovechándose de sus ausencias forzosas, debidas a sus compromisos de carácter estudiantil allá en Caracas.

   Haciendo de algo que en un principio parecía un juego, un asunto muy serio. Pero para ese momento las cartas estaban echadas y, “se habría disparado entonces, la fatídica espiral del indetenible remolino aniquilador, de los más funestos pecados; y, puesto en marcha a la misma vez, solapadamente, ya desde hace tiempo…!” —Elucubraba el Padre Leoncio, en su carta—. Habiendo llegado a un punto sin retorno, una incómoda situación forzada peligrosamente por la inexorabilidad de sus componentes; pero sobre todo, por la lujuria y la codicia de dos de sus actores principales. 

    Una vez conocida la carta del Cura, sobre todo entendida en su exacto contenido, fue cuando realmente quedó explicada la acción de Victoria, al mudarse de la casa en la finca de los esposos Gómez Katay; decisión que revelaría sus supuestas consideraciones, hacia los conceptos emitidos por parte del religioso en la misiva.

    Pero no, la verdad sea dicha, ya de nada valían los conceptos expuestos en la referida epístola del preocupado prelado, ni la aparentemente buena acogida de ésta por parte de Victoria, dándole tardíamente la razón; pese a estar cargada la conciliadora esquela de tantos sanos concejos y, buenas intenciones… Pues “la ruleta del destino” que aquellos habrían puesto en marcha llevados de la mano por la avaricia, las adhesiones bastardas y sus lúbricos deseos, seguía su curso sin que nadie en este mundo pudiera detenerla; actuando como piezas fundamentales de su fatídico mecanismo, simplemente dos personas descarriadas.

 …Tal vez más bien unos cuatro o cinco, en este caso, quienes al mismo tiempo serían en su mayoría unos huéspedes circunstanciales de aquel pueblo, que vinieron a combinar aquí sus pérfidas actuaciones alterando entonces sin ningún derecho, el devenir en la existencia de aquellos otros −los lugareños−, con quienes se relacionaron; truncando para siempre sus más anheladas esperanzas como seres procedentes de la “inmaculada magia” divina.

     ...Y; hasta aquí nos trajo el río, como dice el dicho. Espero que les guste. Chao...!

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          ...Buenos días mis amigos. Hoy les traigo la tercera parte del capitulo numero  cuatro de mi libro "Andrómaca y Felipe",...