miércoles, 11 de julio de 2018




     Buenas  tardes mis amigos de nuevo aquí con ustedes y, ahora es para hacerles un complemento que se me habría quedado olvidado allí en el tintero, cuando antier les contara las últimas peripecias de nuestro gran amigo Hilario en aquella su gran cruzada para sentirse "como un venezolano más, de verdad, de carne y hueso". Tal y como él mismo lo dijera entonces, después de obtener "el comprobante" de su cédula de identidad y, admirarse ante el mismo; que lo acreditaba como tal ---según él---, mientras iban de vuelta a La Atascosa en el autobús del famoso Transporte ---petrolero---- Micouqui . 


     Recuérdense que todo comenzó en este blog a partir del recibimiento  ya en físico, de mi primer libro  ---Las Evasiones de Hilario Coba---, de la serie de cuatro: Relatos Oníricos de La Atascosa; publicados para la venta desde el pasado mes de Abril en todas las tiendas Amazon. De donde por cierto lo primero que les conté, fue de algo que se halla en el segundo capítulo de aquel ---Otro Viaje---; relacionado, con una de las más caras vivencias de nuestro personaje cuando chico, al lado de su madre, y un hermano.


     Pues bien; fue a partir de entonces que eufóricos por tal motivo virtualmente nos emborrachamos de alegría y, hasta disfrazados armamos la propia retreta por las calles de la ciudad donde resido, al domingo siguiente. El mismísimo Hilario como fue dicho nunca soltó la botella de miche que nuestro amigo el Doctor Alonso Peñalosa, había traído para mí de la ciudad de Mérida, precísamente de donde ese mismo día acababa de llegar y, que luego nos acompañara en nuestra inusual celebración. Lo que pasó con el miche ya ustedes se lo pueden imaginar, con sólo ver las imágenes del cuadro que entonces les mostré, pintado para la ocasión unos días después. 

 

     Pero ahora, aquí, es cuando les muestro la imagen de otro cuadro inspirado precísamente en aquellos mismos hechos, en la figura del hijo de Hilario ---Hilarión---,  que si en el caso de su padre la afición era con el miche entonces él, no se pudo resistir, a la sabrosa tentación de un racimo de cambur cuyaco que mi amigo Peñalosa también trajo de los Andes; ésos según dijo, venían de Torondoy, a donde antes de venirse al centro habría ido para visitar a un tío suyo algo afectado de salud. El muchacho por supuesto se lanzó unos cuantos cambursitos de una y, para rematar hasta se puso en la cabeza una de las manos del susodicho racimo ---mentira, esa fue idea mía, para hacerle un boceto en sanguina, porque nos dio risa cómo se veía; que fue de donde salió este cuadro---, según porque no lo habíamos dejado disfrazarse con nosotros en nuestra celebración. Pues es menor de edad, y entonces cargábamos el otro regalo que ustedes ya saben del buen Doctor, el día aquel de la fulana retreta. Fue lo único que dijo...! Así que; sin más, ahí lo tienen:  


     



     

      



                                            Chao, hasta luego...!                  

                                                     

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