...Hola amigos, muy buenos días. De nuevo por aquí, con nuestro relato.
—La Confesión—
...Continuación.
...Generalmente
permanecían en silencio mientras comían los jugosos frutos propios de estos
árboles, pero a intervalos regulares y, pareciendo tener vigilancia que los pusiera
sobre aviso, de pronto volvían a retomar la estridencia de su conducta de individuos
en bandada; lo cual sucedía sobremanera cuando el espantapájaros experimentaba
el más leve cambio de ritmo en su dinámica. Lo que, por lo tanto, era motivo
suficiente para que la parvada estremeciera de nuevo con sus alaridos, las
siempre verdes y frondosas copas de los Mamones y Matapalos. Donde les gustaba
a estas aves convivir, alimentarse, apacentar y, también reproducir sus
próximas generaciones.
Realmente
era sobrecogedora la sensación que se experimentaba cuando los pericos
enloquecían, rompiendo el silencioso sisear de la suave brisa llanera, tan sólo
competida en su ternura, por el bello canto del Saucé. “…Que más bien gustaba a
los viejos llaneros, como mi papá, llamar a estos bellos pájaros: Saucelitos…!”
−Pensó Felipe−.
En este punto, mientras aquellos comían
fuera del conuco, los dos amigos usualmente hacían una fogata en un rincón del
lugar; para asar las jojotas mazorcas de maíz, que acompañaban con el fresco
jugo de una buena patilla. Por cierto, la elección de esta que acompañaría
nuestro convite, se hacía mediante una práctica bastante insensata, que
consistía en hacer un corte en forma de cuadro con una afilada navaja o punta de
cuchillo sobre la misma, sacándole un trozo en forma de cuña para ver su color;
si era rojo intenso se tomaba, pero si no, entonces se le colocaba de nuevo el
pedazo, rotando su posición como para esconderla de la vista de don Liborio; quien
de todas maneras se daba cuenta. Regañándonos después por hacer éso, ya que con
toda seguridad esa patilla se perdería.
¡…Aaah, que hermoso;
fue todo aquello!!! En que disfrutábamos entonces de lo lindo la estancia en el
conuco, haciendo del trabajo una sana diversión. Es lo bueno de recordar esas
cosas sobre todo en estos feos momentos de ahora, que me sirven de bálsamo
curativo cuando estoy tan lleno de problemas y, situaciones embarazosas; no lo
voy a negar. Lo cual sin duda sería mucho peor, por supuesto, si todo aquello no
hubiera existido. “…Pero lamentablemente; hoy tengo que cargar con tantos errores, producto de mi retorcida insensatez
y, mi mala cabeza con las mujeres…!” —Se
repetía incesante, don Felipe.
…Aquella genuina
sencillez de antes durante su juventud siempre habría matizado sus actuaciones
de adulto, haciéndolas mucho más interesante; pero ahora, la vida se había
convertido para este él en algo sumamente complicado. Es por ello que a Felipe tanto
le gustaba, evocar los gratos recuerdos
vividos, que eran el único remanso de tranquilidad que le quedaba.
Razón por la cual siguió inmerso en las
remembranzas de su vida pasada y, como intentando recorrer en retrospectiva,
tal cual el atleta olímpico que habiendo llegado con dolor en segundo lugar,
pese al gran esfuerzo agenciado, entonces quiere tener una segunda oportunidad;
intentándolo de nuevo. Para obtener así, la preciada posición más alta sobre el
podio. Pero tratando de escabullirse por
los intersticios de tiempos pasados que era lo único con lo que, hoy por hoy,
lograba algún grado de solaz esparcimiento; en su atribulada existencia:
Por
cuanto recuerda Felipe, además; la tarde en que andando de nuevo con su
habitual amigo de la infancia, de regreso del conuco de don Liborio, decidieron
internarse dentro de la propiedad de un tal señor Sabino. Quien era dueño de un
cañamelar en cuyo centro había una extensa laguna de aguas frescas que los tentaban a traspasar la cerca, sabiendo
que aquel hombre tenía fama de dispararles a los intrusos utilizando su
escopeta calibre 12, pero cargada con
tiros de sal gruesa… Razón por la cual habría en el pueblo más de una víctima,
sufriendo el bochorno de lacerantes heridas pruriginosas en la espalda, en los
costados y, por todas partes; consecuencia de sus implacables cacerías.
Haciendo de su tentadora propiedad un reto con un premio mucho más apetecible
para los alebrestados muchachos del pueblo.
…Es que el tal don Sabino era un sujeto artero,
despiadado y, calculador en verdad; con quienes osaran sumergirse en las frescas
aguas de su laguna para chuparse los dulces y leñosos gajos, de las jugosas cañas
que la rodeaban. Tan irresistibles para unos jóvenes traviesos como aquellos,
que haciendo caso omiso de las consecuencias simplemente se posesionaron del
lugar; donde tan sólo nadaban comiendo caña, pero atentos a cualquier movimiento
que les avisara, para enseguida darse a la fuga.
Aquella tarde, Sabino los observaba con
cautela sin ellos saberlo, oculto tras las macollas de sus esbeltas varas de
dulce miel. Fueron reconocidos de inmediato por el huraño, montaraz y, viejo
campechano; quien de inmediato decidió otro destino para los intrépidos
jovenzuelos, ya que él, los conocía bien y hasta tenía algún grado de amistad
con sus padres.
Esta vez no usaría su escopeta para
dispararles, sino que más bien, los dejó un buen rato en su disfrute dándoles
confianza para luego ejecutar unos tiros al aire, lo cual hizo que se asustaran; haciéndolos
salir disparados del agua con los bolsillos de sus pantalones repletos, de
trozos de caña hasta reventar. Lo que dificultaba aún más la huída.
…Y; allá iban los
intrusos. Asustados dando tumbos, tropiezos, caídas. Entonces sobre la marcha
para poder tener un poco de más libertad en la huída, empezaron a deshacerse
del incómodo aunque precioso botín de la caña, mientras corrían a lo largo de
una vereda que creyeron ellos les conduciría al escape; ya que ese camino se
orientaba en dirección al pueblo, a través de un “falso” en la empalizada.
Mientras el viejo perseguidor disparando siempre
al aire, los imprecaba pegándoles destemplados gritos de apremio escondido por entre
los matorrales, sometiendo a los muchachos a un frenesí tan desesperado que les
hacía saltar el corazón con tal fuerza, que creyeron morirían, al salírseles
por la boca; cuando de pronto y, justo en el momento de agarrar el falso para
abrirlo sintieron un sonido trepidante acompañado de un intenso tirón hacia
arriba que los elevó por los aires; quedando ambos apersogados en lo alto de los
árboles. Uno más abajo que el otro. Cogidos de soslayo y, colgando de cabeza.
Cayendo en cuenta de inmediato, habían sido atrapados por el viejo Sabino con
la centenaria técnica del “Alzapiés”; que era otra de las armas de su sobrada “artillería”,
con que también contaba el taimado hombre de campo.
…Colgando de las cuerdas,
Anguito fue cogido “mancornadamente” por el lazo, como dicen aquí en esta parte
del llano; por lo que pendía dolorosamente de medio lado. Quedando el mecate
cruzado en equis sobre su pecho, pasándole un lazo por detrás del cuello, justo
en la nuca pero aplastándole una oreja, para luego regresar a sostenerlo por el
muslo en el costado opuesto; enroscándosele la áspera cuerda en las canillas y,
rozando dolorosamente una de sus verijas. Trataba con desesperación en medio del
dolor de asir la cuerda con ambas manos para aliviar la presión y así, mitigar
el sufrimiento causado por la intensa y violenta fricción sobre sus gónadas;
además intentaba buscar la mejor posición para aquel incómodo momento, mientras
aguardaban por la conduerma de su bellaco cazador. Que esperaban pronto los
bajara.
…En cuanto a Felipe, éste
había salido del trance bastante golpeado también, porque la soga lo agarró en
las piernas, escurriéndosele el lazo hasta los tobillos, pegándose uno al otro;
manteniéndose colgado completamente boca abajo. Sin embargo, era curioso que no
parara de reír. Quizás presa de algún
ataque de nervios; lo que hacía irritar a Anguito quien no dejaba de pensar en
la reprimenda de su padre don Liborio, al tiempo que mandaba a callar
constantemente al risueño de su amigo.
Mientras pasaban los minutos, que más bien
parecían horas, Felipe haciendo caso del reclamo del otro decidió quedarse callado;
y, entonces se relajó dejando caer sus
brazos sin ninguna resistencia hasta casi tocar la maleza, más abajo. Compuesta
básicamente por pasto, plantas de brusca, escoba, pasote y borrajón. Pero con
un fuerte olor en el ambiente a ese nivel, a bosta fresca, traído por la brisa
desde un potrero aledaño donde pastaba un pequeño rebaño de ganado; debajo de
unos jabillos.
Con tal cuadro circundante, aunque patas
arriba, se resignaría Felipe junto a su amigo Anguito a esperar por su
liberación. No obstante las adversidades de su actual condición, no eran impedimento
para que las compuertas de su mente siguieran abriéndose de par en par dejando
volar libre sus ilusiones y, esperanzas, llegadas con aquella brisa que le traía el olor de la
riqueza del llanero. En cuyo peculiar aroma se solazaba y, soñaba, con que
algún día sería un importante y próspero ganadero; lo que siempre fue, el
propósito de su noble familia.
...Y; bien. Hasta aquí llegamos hoy. Espero que les guste.
...Continuará.
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