miércoles, 25 de diciembre de 2019




                                        ¡Feliz Navidad, mis amigos!
    De nuevo con ustedes, esta vez para poner punto final al capítulo número nueve de mi libro: Las evasiones de Hilario Coba. Primero de la serie de cuatro: Relatos oníricos de La Atascosa.
     1.9.-                                       Epónimo

…Así que, al llegar y tomar el sitio de San Fernando, lo primero que hizo el General Cermeño fue encargarse de un asunto que quería hacer desde hace tiempo; y, esto era, la inmediata deposición del poder de un hombre que para aquel momento tenía el control y el dominio absoluto sobre toda la comarca con la venia del régimen, cuyo nombre era Tomaso Altúnes. Quien habría llegado a acumular en poco tiempo una grosera fortuna empleada a discreción para someter aún más a sus designios, a aquella pequeña sociedad de aldeanos con los que se lucraba usándolos a la fuerza, como braseros en todos sus barbáricos propósitos por lograr cada vez un mayor enriquecimiento; haciéndola aun más pobre… Mediante la imposición de un perverso sistema comercial en sus extendidas explotaciones de balatá y sarrapia donde sólo él salía beneficiado, jactándose de haberlo aprendido en las zonas selváticas del Putumayo colombiano; a donde cuando joven viajaba con frecuencia invitado por un amigo suyo —de nombre Antoine Dalmaud, al parecer emparentado con aquel Comandante de la fallida aventura del vapor Swift, en Cumaná; en que habría actuado el amigo escritor, del General Cermeño—, supervisor de oscuras operaciones en esa región para la compañía norteamericana "The Colombian Amazon Company". Subsidiaria de la "International American Fruits and Co." Con sede en New Orleans, USA.

  …A decir verdad, Tomaso Altúnes fue un hombre que al principio parecía justo y honesto en sus operaciones en el sur, pero con el correr de los años se tornaría cada vez más duro y despiadado, enriqueciéndose de pronto con el sudor y la sangre de sus compatriotas; devenido luego en virtud de la codicia y el poder en un funesto personaje a través del cual, esta vasta región del país se hallaba bajo la predatoria acción de individuos inescrupulosos como él. De fuertes conexiones gubernamentales además, presuntamente con altos funcionarios corruptos allegados a la Presidencia de la República, que hacían lobby para cuadrar negocios entre esta alta instancia y, las transnacionales antes nombradas. El General Cermeño, dispuesto entonces a hacer justicia de una vez por todas, reunió una Corte Marcial cuyo veredicto al final no fue otro, que la procedencia en la ejecución de tan nefasto individuo; con lo que de alguna manera quedaría resarcida la dignidad de todos los habitantes en esa lejana población ubicada bien al sur… Dicen que esta acción pasó a ser, el mayor acto de justicia y gloria en la épica de dichas regiones en Venezuela; durante aquellos oscuros años de su historia.

     Por último pude ver entre los efectos personales de mi abuelo don Florencio en su viejo baúl, un afiche enrollado amarrado por un guaralito, con formato aproximado de 80 x 60 y arabescos en tinta china color tabaco en sus bordes sobre fondo blanco sucio, en el que aparecía a simple vista la estampa ecuestre de aquel aguerrido General; y, una inscripción en letras y diseño de la misma estética de los bordes, que rezaba, en forma arqueada sobre el sombrero del jinete: "Vote por el General Emiliano Acevedo Cermeño". Y; grabado al centro en la parte inferior, en línea recta debajo de los cascos del caballo: "Gobernador del Estado Guárico". Mientras en la parte inferior derecha, al pié de la hoja, decía, en letras muy chicas: Tipografía Rojas Hnos. Calle Atarraya, Valle de La Pascua.

     Justo cuando observaba la vieja gráfica, haciéndome la pregunta sobre la procedencia o no en aquella época de la propuesta de sufragio implícita en la misma —cosa que en dicho momento no se consideraba, a la hora de elegir un Gobernador como en este caso; pues éstos, aún en tiempos democráticos, en sus inicios, los escogía a dedo el Presidente de la República— y, en un momento de nuestra historia que ni siquiera se soñaba con la descentralización de las funciones públicas, como sí lo sería mucho más tarde, de pronto se apareció mi abuelo; quien con sigilo se me acercó desde atrás sin darme cuenta y, entonces dijo, sorprendiéndome:
"Pero; qué haces con eso ahí, Hilario…?"
    En ese instante, hecho un amasijo de nervios enseguida respondí mintiendo; dejando caer el rollo en su lugar y, levantando las manos:
"Nada abuelo, na, na, nada…!" —Respondí, balbuceante.
"…Pasaba por aquí y como el baúl estaba abierto, no aguanté la tentación de ver lo que contenía…!"  —Reaccioné, argumentando.
  
"…Mira abuelo —traté de explicarme un poco mejor, justificando mi comportamiento—; en verdad, siempre quisimos todos en casa, saber qué era lo que celosamente tenía usted guardado en este cajón. El cual siempre cuidabas de mantenerlo alejado de nuestra vista e interés; pero, hoy lo vi abierto cuando pasaba por el corredor y, como la habitación estaba sola, únicamente con la puerta entoldada, no con la tranca, entonces fue cuando me dije a mi mismo −los ojos abiertos, como un dos de oro, gesticulando en el aire con las palmas de las manos; y, engolando la voz−: “...Hilario; ha llegado el momento de develar el misterio". Por lo que, sin pensarlo más, entré con decisión en el cuarto y, como ve, aquí me tiene. Hurgando con mucho respeto eso sí, dentro del mismo…!"
     Después de un breve silencio, el viejo parece que aceptó mi dubitativa, teatral y, muy particular respuesta, porque en su habitual tono de voz sereno y cálido que lo caracterizaba, después de darme la bendición como era su costumbre tomó el afiche con suavidad de donde estaba; y, enseguida me dijo —alejándose de mí, un par de pasos; con la gráfica extendida delante de él, para que yo la viera mejor—:
"Mira, observa bien el jinete de la figura…!"
"A quien se te parece…?" —Inquirió.  
"Caramba  abuelo,  si eres mismo! “Y; en persona!!!" —Dije.
"Sí mi hijo, ése soy yo; trastocado en General. Es una larga historia, la cual ahora, abreviaré para ti…!"
     
    Guardó de nuevo el amarillento panfleto, cerró el viejo cajón, y entonces dijo de nuevo:

"Siempre aprovecho cuando estoy solo en casa, para airear las cosas que hay allí dentro —hizo señas dirigiéndose al baúl—, además de cambiar la naftalina, efectiva para su conservación; salí a buscar algunas de ellas, precisamente, cuando al volver te conseguí aquí...!"
   
    Luego comenzó a moverse lentamente don Florencio, como con ganas de salir del cuarto, lo seguí hasta que llegamos al corredor y nos sentamos en un banco de madera, que estaba adosado en una de las paredes, en el centro. No había más nadie en casa, pues mi abuela Olimpia había sido llevada debido a una afección menor, por una de mis tías, a ver al médico del pueblo; el Sr. Marchena. Una vez sentados allí, mi abuelo empezó diciendo:
   

"…Tenía yo un parecido físico muy cercano al del General Cermeño, además de una larga y sincera amistad; por lo que en varias ocasiones, incluso para salvar su vida, nosotros los que estábamos con su misma lucha, previo su consentimiento, urdimos un día la idea de que yo vestido de General como él, comandara un pelotón por un lado mientras que el auténtico Cermeño lo hacía en otro espacio geográfico muy distinto, con otro grupo de nosotros. Esta estratagema nos dio el triunfo en varias batallas contra el enemigo; incluso una vez, como dije, se salvó de ser apresado logrando escapar por el delta del Orinoco hacia la isla de Trinidad. Cuando los informes de inteligencia de sus perseguidores que en eso eran muy buenos, sin embargo entonces resultaron confusos, erróneos, siguiendo al falso General que luego tomó su identidad original; antes de entrar a un pueblo cercano mezclándose entre sus parroquianos y, después ocultar las armas y todo elemento o rasgo que les hiciera parecerse a guerrilleros… Actuando entonces como vaqueros arriando un grupo de reses prestadas para la farsa, por un ganadero amigo nuestro en la zona; con lo que finalmente, pudimos escapar también.

   …Esta temeraria acción −continuó mi abuelo−, le granjeó al General Cermeño la leyenda de que supuestamente tendría pacto con el diablo dada su presunta ubicuidad, porque podía estar en dos lugares distintos al mismo tiempo; a decir de sus enemigos. Apoyada tal idea, porque desde aquella isla caribeña enviaría un telegrama amañado —muy conveniente a sus propósitos, cosa en la cual era un experto y, manipulando él dicho artefacto cuyo conocimiento sobre el mismo también poseía de sobra; acción con la cual nuevamente, se saldría una vez más con la suya— que luego sería interceptado por el gobierno, era esa la idea, dando cuenta de su presencia allá, mientras dicen lo habrían visto minutos antes entrando a Santa Rosa de Amanadona; “ingresando luego bajo cuerda a territorio del Brasil”. ¡Todo un auténtico embrollo, para sus perseguidores! …Esto ocurriría, a 36 horas después del rudo combate en la boca del Casiquiare, impelidos como estábamos por el asedio colombiano y, en simultáneo, también por las tropas oficialistas…!" —Dijo.
  "…Hasta hace poco −continuó el abuelo−, tuve conmigo el uniforme de la foto el cual envié con una nota luctuosa a la esposa e hijos del General, allá en Valle de La Pascua, explicándoles por qué lo había tenido hasta entonces; cuando aquel gran amigo mío que era su ser querido, se había marchado para siempre de entre nosotros. Sólo me quedé con el cartel y los recuerdos. Lo del afiche como tal, fue de una foto hecha, creo, que en el año 1935 para una ocasión de celebración aquí en La Atascosa donde recibiríamos a tan ilustre visitante; poco tiempo antes de la inesperada muerte del tirano Benemérito a quien con tanta furia combatimos. Donde un grupo de antiguos compañeros suyos, de armas —aunque aún, estábamos en plan de guerrilleros contra el gobierno de Gómez; porque sólo depusimos nuestras armas, justo al conocer de su muerte—, tuvimos la idea de colocar varios de estos carteles por todo el pueblo, porque estábamos seguros que lo que rezaba sobre el ecuestre personaje sería una auténtica realidad el día en que se instaurasen en el país los comicios electorales —una cosa que en su caso no sería así, exactamente—; que esperábamos fuese pronto.
  …Recuerdo que el General Cermeño vio con agrado la idea que entre todos habíamos tenido, al ser recibido aquel día por las autoridades civiles del pueblo —que entonces estaban de su lado— y, después de ofrendar floralmente al padre Libertador a quien siempre citaba en sus arengas libertarias nos fuimos al fundo de un amigo común donde celebramos por todo lo vivido. Donde felicitó en pleno y con mucha efusividad a los jocosos perpetradores de su vieja parodia, aunque sabía lo arriesgado que en esos momentos esto pudiera ser; lo cual sin embargo desestimó, en verdad, ante la temeridad e inventiva de sus amigos.
 “….Al fin de cuentas, qué es una raya más pa’ un tigre" −dijo riéndose−; cuando toda su vida siempre había transcurrido inmersa, en un constante peligro…!
   …Más adelante volvería, recientemente nombrado en un cargo muy parecido al que se postulaba en el pasquín, visitando de nuevo el pueblo por última vez como Presidente del Estado Guárico; electo efectivamente en el año 1937, por el nuevo Presidente de la República que vino a terminar el período del mandatario fallecido. Esa fue la última vez en que nos vimos; posteriormente seguimos haciendo contacto, pero por cartas o telegramas que recibía en ocasiones, cuando algunas veces tenía que retirar mi pensión en la oficina postal.
 "…Bueno mi hijo, espero que no dejes morir estos recuerdos…!"—Dijo por último el viejo,
 "…Gracias por confiármelos, abuelo. Juro que no serán echados en saco roto, como siempre usted mismo nos lo ha dicho…!"
     Nos paramos y me dispuse a salir, después de recibir su bendición una vez más, acto seguido el viejo se dirigió al gallinero tras la búsqueda de unos huevos para hacerle una sopa a la abuela Olimpia, quien con mi tía Sinesia acababan de llegar; justo en aquel momento.
   Ya de salida, saludé de cerca a las dos queridas mujeres, con lo que, pude darme perfecta cuenta de que realmente venían de ver al Dr. Marchena. Pues mi abuela, traía un vendaje en ambos cachetes que se le veían abultados, sostenido por un nudo sobre su cabeza —del que por cierto veía salir por un lado, unas hojas verde parecidas a las del guanábano—; también podía ver y oler, el característico color amarillo mostaza y, el agradable aroma mentolado de la Antiflogitína, prácticamente el Santo Grial de la farmacopea para el viejo Galeno… Su medicina más especial y predilecta.  
    ...Hasta pronto, mis amigos... Chao!








   









          ...Buenos días mis amigos. Hoy les traigo la tercera parte del capitulo numero  cuatro de mi libro "Andrómaca y Felipe",...