¡Feliz Navidad, mis amigos!
De nuevo con ustedes, esta vez para poner punto final al capítulo número nueve de mi libro: Las evasiones de Hilario Coba. Primero de la serie de cuatro: Relatos oníricos de La Atascosa.
1.9.- —Epónimo—
…Así que, al llegar y tomar el sitio de San Fernando, lo primero que hizo el General
Cermeño fue encargarse de un asunto que quería hacer desde hace tiempo; y, esto era, la inmediata
deposición del poder de un
hombre que para aquel momento tenía el control y el dominio absoluto sobre toda
la comarca con la venia del régimen, cuyo nombre era Tomaso Altúnes. Quien
habría llegado a acumular en poco tiempo una grosera fortuna empleada a discreción
para someter aún más a sus designios, a aquella pequeña sociedad de aldeanos
con los que se lucraba usándolos a la fuerza, como
braseros en todos sus barbáricos propósitos por lograr cada vez un mayor
enriquecimiento; haciéndola aun más pobre… Mediante la imposición de un
perverso sistema comercial en sus extendidas explotaciones de balatá y sarrapia
donde sólo él salía beneficiado, jactándose de haberlo aprendido en las zonas
selváticas del Putumayo colombiano; a donde cuando joven viajaba con frecuencia
invitado por un amigo suyo —de nombre Antoine
Dalmaud, al parecer
emparentado con aquel Comandante de la fallida
aventura del vapor
Swift, en Cumaná; en que habría
actuado el amigo
escritor, del General
Cermeño—, supervisor de oscuras operaciones en esa región para la compañía
norteamericana "The Colombian Amazon Company". Subsidiaria de la "International American Fruits and
Co." Con sede en New Orleans, USA.
…A decir verdad,
Tomaso Altúnes fue un hombre que al principio parecía justo y honesto en sus
operaciones en el sur, pero con el correr de los años se tornaría cada vez más
duro y despiadado, enriqueciéndose de pronto con el sudor y la sangre de sus
compatriotas; devenido luego en virtud de la codicia y el poder en un funesto
personaje a través del cual, esta vasta región del país se hallaba bajo la
predatoria acción de individuos inescrupulosos como él. De fuertes conexiones gubernamentales además,
presuntamente con altos funcionarios corruptos allegados a la Presidencia de la República, que hacían lobby
para cuadrar negocios entre esta alta instancia y, las transnacionales antes nombradas. El
General Cermeño, dispuesto entonces a hacer justicia de una vez por todas,
reunió una Corte Marcial cuyo veredicto al final no fue otro, que la
procedencia en la ejecución de tan nefasto
individuo; con lo que de alguna manera quedaría resarcida la dignidad de
todos los habitantes en esa lejana población
ubicada bien al sur… Dicen
que esta acción pasó a ser, el mayor acto de
justicia y gloria en la épica de dichas regiones en Venezuela; durante aquellos oscuros
años de su historia.
Por último
pude ver entre
los efectos personales de mi abuelo don Florencio en su viejo baúl, un afiche
enrollado amarrado por un guaralito, con formato aproximado de 80 x 60 y
arabescos en tinta china color tabaco en sus bordes
sobre fondo blanco sucio,
en el que aparecía a simple vista la estampa
ecuestre de aquel aguerrido General; y, una inscripción en letras y
diseño de la misma estética de los bordes, que
rezaba, en forma arqueada sobre el sombrero
del jinete: "Vote por el General Emiliano Acevedo Cermeño". Y;
grabado al centro en la parte inferior, en línea recta debajo de los cascos del
caballo: "Gobernador del Estado Guárico". Mientras en la parte
inferior derecha, al pié de la hoja, decía, en letras muy chicas: Tipografía
Rojas Hnos. Calle Atarraya, Valle de La Pascua.
Justo cuando
observaba la vieja gráfica, haciéndome la pregunta sobre la procedencia o no en
aquella época de la propuesta de sufragio implícita en la misma —cosa que en dicho momento
no se consideraba, a la hora de elegir un Gobernador
como en este caso; pues éstos, aún en tiempos democráticos, en sus inicios, los
escogía a dedo el Presidente de la República— y, en un momento de nuestra historia
que ni siquiera se soñaba con la
descentralización de las funciones públicas, como sí lo sería mucho más tarde,
de pronto se apareció mi abuelo; quien con sigilo se me acercó desde atrás sin
darme cuenta y, entonces dijo,
sorprendiéndome:
"Pero;
qué haces con eso ahí, Hilario…?"
En ese instante, hecho un amasijo de
nervios enseguida respondí mintiendo; dejando caer el rollo en su lugar y, levantando las manos:
"Nada abuelo, na, na,
nada…!" —Respondí, balbuceante.
"…Pasaba por aquí y como el baúl estaba abierto, no aguanté
la tentación de ver lo que contenía…!" —Reaccioné,
argumentando.
"…Mira abuelo —traté de explicarme un poco mejor, justificando mi
comportamiento—; en verdad, siempre quisimos todos en casa, saber qué era lo que
celosamente tenía usted guardado en este cajón. El cual siempre cuidabas de
mantenerlo alejado de nuestra vista e interés; pero,
hoy lo vi abierto cuando pasaba por el corredor y, como la
habitación estaba sola, únicamente con la puerta entoldada, no con la tranca, entonces fue cuando me dije a mi
mismo −los ojos abiertos, como un
dos de oro, gesticulando en el aire con las palmas de las manos; y, engolando
la voz−: “...Hilario; ha llegado
el momento de develar el misterio".
Por lo que, sin pensarlo más, entré con decisión en el cuarto y, como ve, aquí
me tiene. Hurgando con mucho respeto eso sí, dentro del mismo…!"
Después de un breve silencio, el viejo
parece que aceptó mi dubitativa, teatral y, muy particular respuesta, porque
en su habitual tono de voz sereno y cálido que lo caracterizaba,
después de darme la bendición como era su costumbre
tomó el afiche con suavidad de donde
estaba; y, enseguida me dijo —alejándose de mí, un par de pasos; con la gráfica extendida delante de él, para
que yo la viera mejor—:
"Mira, observa bien
el jinete de la figura…!"
"A quien se te parece…?" —Inquirió.
"Caramba abuelo, si eres tú mismo! “Y; en persona!!!" —Dije.
"Sí mi hijo, ése soy yo; trastocado en General. Es una
larga historia, la cual ahora, abreviaré para ti…!"
Guardó de nuevo el amarillento panfleto, cerró el viejo cajón, y entonces dijo de nuevo:
"Siempre aprovecho cuando estoy solo en casa, para airear
las cosas que hay allí dentro —hizo señas
dirigiéndose al baúl—, además de cambiar la naftalina, efectiva para su
conservación; salí a buscar algunas de ellas, precisamente, cuando al volver te
conseguí aquí...!"
Luego comenzó
a moverse lentamente don Florencio, como con ganas de salir del cuarto,
lo seguí hasta que
llegamos al corredor y nos sentamos en un banco de madera, que estaba adosado en una de las paredes, en el
centro. No había más nadie en casa, pues mi abuela Olimpia había sido llevada
debido a una afección menor, por una de mis tías, a ver al médico del pueblo;
el Sr. Marchena. Una vez sentados allí,
mi abuelo empezó diciendo:
"…Tenía yo un parecido físico muy cercano al del General
Cermeño, además de una larga y sincera amistad; por lo que en varias
ocasiones, incluso para salvar su vida, nosotros los que
estábamos con su misma lucha, previo su consentimiento, urdimos un día la idea
de que yo vestido de General como él, comandara un pelotón por un lado mientras
que el auténtico Cermeño lo hacía en otro espacio geográfico muy distinto, con otro grupo de nosotros. Esta estratagema nos dio el triunfo
en varias batallas contra el enemigo; incluso una
vez, como dije, se salvó de ser apresado logrando escapar por el delta del Orinoco
hacia la isla de Trinidad. Cuando los informes de inteligencia de sus perseguidores que en eso eran muy
buenos, sin embargo entonces resultaron confusos, erróneos, siguiendo al falso
General que luego tomó su identidad original; antes de entrar a un pueblo cercano
mezclándose entre sus parroquianos y, después ocultar las
armas y todo elemento o rasgo que les hiciera parecerse a guerrilleros…
Actuando entonces como vaqueros arriando un grupo de reses prestadas para la
farsa, por un ganadero amigo nuestro en la zona;
con lo que finalmente, pudimos escapar también.
…Esta temeraria
acción −continuó mi abuelo−, le granjeó al General Cermeño la leyenda de que
supuestamente tendría pacto con el diablo dada su presunta ubicuidad, porque
podía estar en dos lugares distintos al mismo tiempo; a decir de sus enemigos. Apoyada
tal idea, porque
desde aquella isla caribeña enviaría un telegrama
amañado —muy conveniente a sus propósitos, cosa en la cual era un experto y,
manipulando él dicho artefacto cuyo conocimiento sobre
el mismo también
poseía de sobra; acción
con la cual nuevamente, se saldría una vez más con la suya— que luego sería
interceptado por el gobierno, era esa la idea, dando cuenta de su presencia
allá, mientras dicen lo habrían visto minutos
antes entrando a Santa Rosa
de Amanadona; “ingresando luego bajo cuerda a territorio del Brasil”.
¡Todo un auténtico embrollo, para sus perseguidores! …Esto ocurriría, a 36
horas después del rudo combate
en la boca del Casiquiare, impelidos como estábamos por el asedio colombiano y, en
simultáneo, también por las tropas
oficialistas…!" —Dijo.
"…Hasta hace poco
−continuó el abuelo−, tuve conmigo el uniforme de la foto el cual envié con una
nota luctuosa a la esposa e hijos del General, allá en Valle de La Pascua, explicándoles
por qué lo había tenido hasta entonces; cuando aquel gran amigo mío que era su ser querido, se había
marchado para siempre de entre nosotros. Sólo me quedé con el cartel y los
recuerdos. Lo del afiche como tal, fue de una foto hecha, creo, que en el año
1935 para una ocasión de celebración aquí en La Atascosa donde recibiríamos a
tan ilustre visitante; poco tiempo antes de la inesperada muerte del tirano
Benemérito a quien con tanta furia combatimos. Donde un grupo de antiguos compañeros suyos, de
armas —aunque aún, estábamos en plan de guerrilleros contra el gobierno de Gómez; porque
sólo depusimos nuestras armas, justo al conocer de su
muerte—, tuvimos la idea de colocar varios de estos carteles por todo el
pueblo, porque estábamos seguros que lo que rezaba sobre
el ecuestre personaje sería una auténtica realidad el día en que se instaurasen
en el país los comicios electorales —una cosa que en su caso no sería así, exactamente—; que esperábamos
fuese pronto.
…Recuerdo que el General
Cermeño vio con agrado la idea que entre
todos habíamos tenido, al ser recibido aquel día por las autoridades civiles
del pueblo —que entonces estaban de su lado— y, después de ofrendar
floralmente al padre Libertador a quien siempre citaba en sus arengas
libertarias nos fuimos
al fundo de un amigo común
donde celebramos por todo lo vivido. Donde felicitó
en pleno y con mucha efusividad a los jocosos
perpetradores de su vieja parodia, aunque sabía lo arriesgado que en esos
momentos esto pudiera ser; lo cual sin embargo desestimó, en verdad, ante la
temeridad e inventiva de sus amigos.
“….Al fin de cuentas, qué es una raya más pa’ un tigre" −dijo riéndose−;
cuando toda su vida siempre había transcurrido inmersa, en un constante
peligro…!
…Más adelante volvería, recientemente
nombrado en un cargo muy parecido al que se postulaba en el pasquín,
visitando de nuevo
el pueblo por última vez como
Presidente del Estado Guárico; electo efectivamente en el año 1937, por el nuevo Presidente de la República que vino
a terminar el período del mandatario fallecido. Esa fue la última vez en que
nos vimos; posteriormente seguimos haciendo contacto, pero por cartas o
telegramas que recibía en ocasiones, cuando
algunas veces tenía que
retirar mi pensión en la oficina postal.
"…Bueno mi hijo,
espero que no dejes morir estos recuerdos…!"—Dijo por último el viejo,
"…Gracias por
confiármelos, abuelo. Juro que no serán echados en saco roto, como siempre
usted mismo nos lo ha dicho…!"
Nos paramos y
me dispuse a salir, después de recibir su bendición una vez más, acto seguido
el viejo se dirigió al gallinero tras la búsqueda de unos huevos para hacerle
una sopa a la abuela Olimpia, quien con mi tía Sinesia
acababan de llegar;
justo en aquel momento.
Ya de salida, saludé de
cerca a las dos queridas mujeres, con lo que, pude darme perfecta cuenta de que
realmente venían de ver al Dr. Marchena. Pues mi abuela, traía un vendaje en ambos cachetes
que se le veían abultados,
sostenido por un nudo sobre su cabeza —del que por cierto veía salir por un
lado, unas hojas verde parecidas a las del guanábano—; también podía ver y oler, el característico color amarillo
mostaza y, el agradable aroma mentolado de la Antiflogitína, prácticamente el Santo Grial
de la farmacopea para el viejo Galeno… Su medicina más especial y predilecta.
...Hasta pronto, mis amigos... Chao!
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