martes, 28 de mayo de 2019



        Buenas tardes mis amigos. Hoy estoy de nuevo por aquí con todos ustedes. Esta vez les traigo dando continuación a las reseñas prometidas, con anterioridad—, una primera parte del relato "Los Vecinos"; incluido en el primer libro de la serie Relatos Oníricos de La Atascosa: Las Evasiones de Hilario Coba.



 1.5.-                                              —Los Vecinos—

Recuerdan a Greta, “La pandereta"…? Bueno, como ya es sabido, su verdadero nombre era Andrómaca. El que llevaba con gran altivez aunque sin caer para nada en el más mínimo, ni fútil endiosamiento —a sabiendas que además, era una artista consumada— y, estando ella en conocimiento de que era realmente bella, aunque regordetica mujer,  cuando uno la observaba bien claramente quedaba expuesta ante nuestros sentidos,  como un personaje salido de las sensuales telas del gran pintor colombiano Fernando Botero. Pero su verdadero orgullo en realidad venía de la antigua Grecia, país de origen de su querida madre, la Sra. Helena; quien le bautizara de tan significativa manera.
  …Tal vez, como el magnánimo tributo de su parte a las mujeres caídas con sus hijos y esposos, inocentes ciudadanos de una gloriosa nación enemiga de la suya; cuando ambas se enfrentaran en una dura y cruenta guerra durante diez largos años en las costas de la aguerrida Ilión, también llamada Troya. Comandados los ejércitos defensores esa vez por el eximio héroe Héctor Priámida, domador de caballos; y, marido de aquella cuyo nombre, serviría de inspiración a la madre de quien ahora, encabeza este arbitrio… En momentos en que, tan emblemática ciudad caería hasta sus cimientos quedando convertida en un horroroso infierno, bajo las masivas llamaradas de su incendio; para beneplácito del belicoso y siniestro rey de Micenas, Agamenón Atrida, en representación de todos los aqueos… Quien convertido en ese momento en un orate desquiciado, mandaba a sus hombres a avivar el fuego y, gritaba de euforia por la derrota enemiga; pero de no ser por la participación de los dioses olímpicos a favor de los invasores, quién sabe cuál habría sido el resultado.

     En una de las tantas visitas del circo de sus padres al pueblo de La Atascosa, Andrómaca quedaría flechada por Cupido en beneficio del amor que desde siempre, le profesara otro gran amigo mío; Felipe Gómez. Hermano por cierto, de Jesús (Chuíto) Gómez y, porsupuesto amigo también, de aquellos dos que yo les conté al principio me acompañaban siempre al circo en las faenas de ventas de algodón de azúcar, para costearnos las entradas al espectáculo. Félix Gamero, al que llamábamos "El Gato" y, Argenis Varguillas.
La unión matrimonial entre Andrómaca y Felipe en este pueblo sería famosa ya que sin ellos saberlo al momento en que ocurrió, daría mucho de qué hablar en los años venideros; razón por la cual además sería esto inevitable pues, su amor era tan alocadamente intenso, que parecía no haber barreras que pudieran detenerlo; por cuanto pasado el tiempo de todos modos, un buen día ineluctablemente se llevó a cabo. No sin antes caer en agrias discusiones y rechazos por parte de su familia, principalmente del lado de su hermano Viktor quien en un par de ocasiones se caería a puñetazo limpio con el pretendiente y aunque no lo quisiera, su futuro cuñado, resultando tablas ambas trifulcas y, entonces la barbarie en cualquier caso, por suerte no llegó a mayores. Estas incómodas situaciones se dieron en los últimos años, los dos previos para ser exactos, al décimo aniversario desde la primera aparición del Gran Circo Albacora, en el pueblo de La Atascosa; década al cabo de la cual quedaría marcado —aunque no para siempre pues, aún así, seguiría viviendo de algún modo en los espectáculos de Greta; entonces en su propia empresa, Gran Circo Volatineros—, el final de sus otrora exitosas presentaciones en aquel pueblo, para después caer en desgracia.
Es que además de los conflictos derivados de los amores de Andrómaca y Felipe, se venía corriendo en los últimos años el rumor, de que el padre y el hermano de ella se habrían visto en varias  ocasiones en sospechosas reuniones furtivas al amparo de la noche, en casa de dos personajes tenidos por conspiradores contra el gobierno democrático recientemente instalado. Eran estos presuntos complotados según el populacho, uno el que tenía a cargo la planta eléctrica, oscuro individuo bastante mayor presuntamente de origen polaco llegado al país bajo los auspicios del régimen anterior,  mediante beneficio concedido a ciudadanos de origen europeo que habrían venido a ayudar a los venezolanos con sus conocimientos y  experiencias. Pero éste en particular tenía una gran desaprobación entre los pobladores al punto que ya, no lo soportaban; y, era tenido como un soplón descarado de la dictadura.
Respondía este hombre al llamado de Etanislaus Luzinsky, alias “El Carnicero”. Todo, simplemente por pura intuición de la gente. Principalmente por la forma tan despiadada en que solía sacrificar a los animales que se comía, usando unos horribles golpes de machete sobre una tosca mesa de madera al aire libre; y, una fea indumentaria que verdaderamente hacía juego con la actitud que asumía durante tales sacrificios. Después cuando todo sobre él llegó a saberse, decían en chanza por el pueblo que obedecía a ese mote no precisamente por expender cortes de res, sino ya abiertamente, a modo de burla y, supuestamente además. por algunas bolas que de vez en cuando también se dejaban correr; quién sabe cómo y por qué —situación desde la cual empezó a ponerse nervioso—, acerca de haber tenido una obscena participación durante la segunda guerra mundial en lo que luego se dio en llamar: “El holocausto”.
Para beneplácito de los pobladores un buen día este torvo personaje desapareció, dicen que se habría ido con el circo cuyo dueño fue echado de la comunidad; y, años después sería visto de nuevo, entonces por televisión, cuando era procesado en un juicio en Israel. Todos en el pueblo quedaron sorprendidos por la noticia y, para muchos de ellos fue algo tan increíble, el haber convivido con alguien así bajo su propio cielo. Confirmándose entonces de forma oficial el sobrenombre del mentado sujeto, mediante ciertos detalles expuestos con sobrada crudeza en el proceso, donde quedó señalado definitivamente como “El Carnicero de Tzbinka”.
El otro era un vecino, común y corriente, al que antes por aquí no se le conoció familia y, dicen, que llegado de las sierras de Falcón durante la época de los inicios de la compañía petrolera en esta región; estaba a cargo de los camiones cisterna que repartían agua, en venta, por todas las barriadas y, en tiempos de la dictadura se le vinculaba a la tristemente célebre SN —pero después, andaba hecho el pendejo, de bajo perfil como para que a los buenos vecinos se le olvidaran sus presuntas viejas tropelías—. Esa cuyos miembros la gente llamaba “esbirros”, que cometían asesinatos, hurtos y robos de toda clase, de tierras y de ganado entre el campesinado de por estos lares. Es más, se decía que los "camiones cisterna" de su propiedad eran producto del dinero obtenido en contubernio con aquellos, con quienes se aliaba en la comisión de los más brutales desafueros; sin embargo a decir verdad, nunca se le vio participar abiertamente en ellos y, ahora era un hombre de medios, en muchos casos respetable, aunque para cuando llegó al pueblo no tenía ni donde caerse muerto. Tampoco un trabajo conocido, afirmaba todo el mundo.
Así que, como venía diciendo, ya sea por lo de Andrómaca con Felipe o, por lo de la conspiración de aquellos dos miembros de su familia, lo cierto es que el Gran Circo Albacora desapareció un día de la vida de La Atascosa y de su gente; diez años después de haber aparecido por primera vez en su vida. No obstante quedaría de éste no sólo su bella y alegre impronta, la sonrisa entre los niños y, los gratos recuerdos, sino también en ganancia la presencia de la noble y hermosa Andrómaca; formando familia con el entonces respetable Sr. Felipe Gómez. Próspero ganadero de la zona, muy querido en el pueblo, que habiendo recibido en herencia una pequeña finca de parte de su padre, luego con gran esfuerzo y trabajo honrado, supo hacerla crecer; y, también prosperar.
Los vecinos de La Atascosa son personas humildes, pero sabias, de esas que saben perdonar cuando alguien se lo merece, como fue el caso de la señora Andrómaca, entonces de Gómez; a quien nunca se le reprochó nada por su origen, derivado precísamente de lo sucedido con su padre y también con su hermano… Más bien, después de aquello sería recibida con mucho más cariño y amor; llegando a ser hasta hoy, una dama de muy alta estima no sólo en el pueblo, sino también en todo el legendario Estado Guárico de nuestras querencias. Recuérdese las extraordinarias faenas de "Greta La pandereta" prácticamente su alter ego, junto al gracioso Pirulo, en sus repetidas y exitosas actuaciones por todos los pueblos del llano; una cosa inolvidable que vino a ser para ella, su más auténtica carta de presentación. Que quedaría grabada en la consciencia colectiva del lugar como una gratísima experiencia, para todos por igual.
 La incómoda situación con su padre, se trató de una muy oscura cosa fácilmente tipificable —a decir de algún político extremista en el legítimo uso según éste, de su arsenal retaliativo, aunque rayano en la más vulgar venganza—, en el renglón de lo que en los últimos años se ha dado en llamar, "traición a la patria". Que al principio fueron simples rumores pero que con el tiempo se comprobaría su veracidad, al incurrir en una grosera y desconsiderada acción de complot en contra de la democracia y, de la misma gente del pueblo, cuya abrumadora mayoría se expresó mediante el voto por aquel nuevo gobierno que se habían dado; después de haber sufrido por tantos años una oprobiosa dictadura. Una que fue militar pero que para entonces, se temía por algún tipo de aventura comunista promovida desde la recientemente impuesta, en la nueva "República Popular de Albacora" en el Caribe —de donde en última instancia, venía el circo en cuestión y, no precísamente por su nombre; simplemente—, cuyo líder principal se habría empeñado en exportarla a los demás países de la región especialmente a aquellos que poseen recursos especiales, de interés económico; como el llamativo botín, según su criterio, del petróleo venezolano. Moviendo aquel sus tentáculos bajo los auspicios en las naciones afectadas, de grupos de individuos cabeza caliente que, absorbidos por aquella manipulativa política de engaños, se prestaban para semejante desgracia —como en este caso, intentaban pescar en río revuelto, después de lo que aquí acababa de pasar—; tratando de imponerla según su juicio, a toda costa.
Me enteré por otra parte, de muy buena fuente, que la prosperidad de mi amigo don Felipe aparte de su extraordinario trabajo con la tierra y el ganado, repuntó cuando en los terrenos de su finca hallaron petróleo y en compensación el gobierno nacional le habría hecho un excelente arreglo económico; derivado de tal hallazgo. Esto fue lo que en efecto me confirmara Chuíto Gómez su hermano menor, lamentándose entonces de algún modo por no haber corrido con la misma suerte en la suya, cuando nos encontramos un día aquí en Maracay después de tantos años; sin embargo, lo primero que le pregunté sacándolo de su enredo fue por su hermano Felipe y por su simpática esposa, Andrómaca. Sobre lo cual insistí, especialmente después de sus devaneos por lo del hallazgo del bituminoso mineral sólo en ciertos lugares −obviamente, al menos para mí, así lo creo−, de los vetustos terrenos ancestrales de su familia: “…Que cómo estaban, si tenían hijos, si se seguían amando como locos igual que en aquellos primeros tiempos…!” −Pregunté−. Después de aclararse Chuíto me hizo un inventario de todo lo acontecido en estos años pasados de mi ausencia, en el pueblo que nos vio nacer y, mientras hablaba de las travesuras de sus dos sobrinos hijos de Felipe en el matrimonio, empecé a imaginarme aquella vez cuando fuimos prácticamente invadidos por lo que muchos años atrás, nos sería vendido, como la benefactora cara del progreso. El petróleo.
 …Así; comencé a pensar en aquellos viejos tiempos:
(…Cuando nosotros mismos; Felipe, chuíto y, yo, siendo muy muchachos, quedamos sumamente impresionados entonces con la llegada al pueblo y a nuestros campos, de un contingente de personas desconocidas a bordo de modernas camionetas con unas siglas en ingles sobre sus puertas. En ese momento, afanados, me dijeron: “¡Apúrate, vamos Hilario, tenemos que perseguirlos!”. Dicho esto, a bordo de nuestras destartaladas bicicletas corrimos con desenfreno detrás de aquellos extraños recién llegados, a lo largo de las calles y, los caminos del pueblo. Ocultos detrás de los mogotes observábamos todos sus movimientos sin ser vistos, pero llenos de asombro por lo que hacían.
En el convoy viajaban dos grandes camiones nunca antes vistos por nosotros, con una serie de equipos y cajas metálicas sobre sus plataformas; las que una vez en el campo, precisamente en terrenos del abuelo de mis amigos, desplegaron unas grandes torres de acero con barras entrecruzadas que les daban aspecto de gran fortaleza y poder. En la cima de las extrañas torres, pendiente de gruesas guayas, había una bola enorme de metal brillante, mientras que desde una caseta metálica de aspecto blindado emergía una serie de cables terminados en puntas o clavijas −de colores− que unos hombres vestidos con pantalón, chaqueta y, botas de cuero, con cascos de aluminio en sus cabezas, además, clavaban en ciertos puntos sobre el terreno que previa y cuidadosamente indicaba otro, que parecía tener mayor rango respecto al resto; y, el que hacía señas a otros más, que sostenían una vara alta y plana con una escala graduada en ella, de gruesos números negros sobre espacios alternados color rojo y blanco. Al tiempo que aquel, obviamente el jefe, miraba a través del lente de un aparato que supimos después, era de "agrimensura".
De pronto con todo preparado y, en su debido lugar, la enorme bola descendió en caída libre como de unos treinta metros sobre el suelo, provocando un ruido ensordecedor que retumbó por toda la tierra; mientras tanto nosotros, encaramados sobre los árboles cercanos al lugar nos asustamos con aquello, sentimos "como cuando nos agarran con violencia por las cabuyeras del chinchorro donde pernoctamos, y nos dan un tremendo sacudón; pero, inmensamente más grande que éso". ¡Así; fue como vivimos la llegada del "progreso" a nuestro pueblo…!
Desde lo alto de los árboles donde estábamos y, a través de las claraboyas en el techo, y las pequeñas ventanas en las paredes de la caseta, se veía un aparato como un televisor encendido; y, a su lado un rollo giraba lentamente sobre su eje horizontal, mientras que una serie de agujas registraban “erráticamente” sobre un papel a rayas cuadriculadas en el mismo, de color azul celeste, lo acontecido con la caída de la bola desde las torres. Esto era repetido varias veces en lugares distintos, señalados previamente como dije, por el Agrimensor; jefe encargado de las actividades del Sismógrafo, que eso es lo que era.
Como diez años después vinieron otros hombres —me contaría Chuíto; cuando ya el abuelo y su padre, habían fallecido—, con más gente de todas partes y, ahora, se instalaron en unas oficinas prefabricadas que fueron armadas en un santiamén en un campo cercano al pueblo, de nombre Roblecito; y, colocaron carteles que decían: Creole Petroleum Corporation. Fue así, como se dio inicio formalmente a las actividades petroleras, tanto de exploración como de producción en aquel pueblo, hasta entonces ignorado por el resto del país; para que desde ese mismo momento, todo fuera diferente en él… Pues, cada día éramos “invadidos” por contingentes de personas desconocidas que llegaban de todas las partes de la geografía nacional, impulsados por la creencia de que darían un vuelco positivo a sus tristes vidas, iniciadas allá de donde ellos venían; y, lo que en muchos casos, fue realmente así. Pero no en todos.
El ritmo de vida en La Atascosa, sencillo y apacible, propio de sus bucólicos parajes y de la humildad de sus pobladores, sufrió de pronto un tremendo impacto social a la par de un colapso en la oferta de servicios públicos dimensionados al azar, por quienes ostentaban la responsabilidad de ser sus autoridades; puestas allí para velar por el bienestar de todos, en aquella sencilla comunidad pueblerina. El primer sector de aquella pequeña sociedad en ascenso que creció bajo el influjo de la necesidad de entretenimiento y diversión de sus nuevos vecinos, fue el de los bares, garitos y, patios de bolas; “adornados” muchos de ellos por el florecimiento de prostíbulos equipados para la batalla con una gran plantilla de meretrices, un sector compuesto por selectas putas importadas y, también de zonas aledañas, que afloraron automáticamente con la febril oferta de clientes que se multiplicaban como moscas cada día; introduciendo en el pueblo además, un cambio en el patrón de conducta de su propia gente, otrora signada por la moral y las buenas costumbres.
De aquella etapa dispendiosa y disipada pueden verse, incluso hoy en día, las ruinas arquitectónicas de la lujuria de ayer, en los actuales barrios Los Paragüitos y La Rochela; debajo de cuyos techos de algunas de sus casas, viven aún el ocaso de sus vidas algunas putas tristemente famosas como La maracucha, La cubana y, hasta el “cuasi-clón femenino” de entonces —del que nunca se supo, de dónde habría salido—, que se hacía llamar con el musical y guapachoso nombre de "Rocolero".
Pero en honor a la verdad, no todo fue negativo; pues por el lado bueno, la llegada de las petroleras obligó a las autoridades estadales a gestionar ante el poder central la mejora de algunos de los servicios públicos básicos hasta entonces inexistentes. Como fue la electrificación de todo el pueblo, la construcción del acueducto con sus redes de tuberías de agua potable y servidas, la pavimentación de las calles y, las carreteras de acceso y desalojo del poblado; lo que facilitó la llegada de otro servicio importante, también, como fue la distribución de gas doméstico en bombonas, y con éstas, la planta de hielo. Mientras tanto, con todas estas obras y mejoras quedarían en el pasado las siguientes actividades obligadas por las circunstancias y, la necesidad de la gente.
Recuerdan…?:
— La planta eléctrica del polaco conspirador. Que la hacía trabajar sólo en lapsos sumamente restringidos con sus escasas luces de aspecto  trémulo y amarillento, tan sólo en ciertos puntos escogidos amañadamente mediante una grosera paga fraudulenta en confabulación con los más pudientes y, en detrimento de la desvalida mayoría en el pueblo.
— El baño obligado en ríos, quebradas y lagunas para el aseo personal.
— Las necesidades hechas en el monte, al amparo de algún árbol frondoso y, sólo con la ayuda de una tusa −dirían algunos−. O; en el mejor de los casos, en precarios e insalubres excusados en cuyas puertas tenían pintado de negro, una gruesa cruz que rezaba en sus siglas, horizontal y verticalmente: SAS (Sanidad y Asistencia Social).  "…Que igual pudiera ser también, sinónimo de la rapidez con que se esperaba transcurriera una visita a los mismos, por razones obvias −¡Sas! Así de rápido−; pero, irónicamente, dicha expresión algunas veces se empeñaba en significar más bien: SOS. A juzgar por el apremio de algún estítico entre los usuarios…!".
— La recolección de leña. Sí, lo recuerdan...?
 …Bueno; yo de éso sólo me acuerdo por  aquel personaje del pueblo que se ganaba la vida con dicha actividad, aliviando a quienes podían pagarle por evitársela; este era, un esforzado individuo que tenía por mote, Charamiza.
— También; para cuando tenías que enfriar cualquier cosa de beber que lo requiriese, había que apelar a curiosas tinajas de barro cocido, debajo de los árboles. O; esperar la noche para aprovechar la frescura del sereno, sobre los techos bajos de zinc de las casas. Precisamente; era este mi método preferido, para acondicionar una jarra con agua de maíz, colocada todas las noches sobre el tejado después de cocinado el mismo. El de las arepas del siguiente día —sub producto de la cocción y, posterior escurrimiento del cereal esa tarde; ya para la noche—; tomado  como  acompañante  del frugal desayuno que me servía mi mamá antes de irme a la escuela.
  …Porque fue mucho después cuando en mi casa pudimos tener una nevera de kerosén, con la que un buen día se apareció mi hermano Luis Enrique, diciendo que se la había comprado por cuotas a su amigo el árabe Yibril Slim con quien solía jugar dominó frente a su propio negocio, por las tardes cuando volvía al pueblo ya comido y bañado y, posterior a la salida del trabajo en la zapatería del señor Vincenzo Galtieri; que quedaba al lado del negocio de aquel.
  …Como ven, este escueto inventario de cosas tan sencillas que después dejamos de hacer, nos lo dejó precísamente la petrolera; aunque a un costo muy elevado, sin embargo. Ya que el pueblo en el camino fue perdiendo su inocencia, esa sana pureza a veces necesaria, la castidad de sus habitantes; y, quienes ahora viven pendientes tan sólo de sus propios asuntos. Pero sobre todo parece haberse olvidado el sentido del trabajo, responsabilidad, honestidad y, la solidaridad de otros tiempos…!).
                               
                         
                                                              ---  o  ---
  
…Pero como nada permanece igual por tanto tiempo en esta vida pues, sin cambio no hay progreso, justifiqué todo aquello mientras que volvía en sí de mi inesperado sueño en plena vía pública, bajo una intensa actividad citadina de la avenida Bolívar de Maracay; en aquel reencuentro repentino con mi amigo de toda la vida, Jesús Chuíto Gómez.
…De quien me despedí con las siguientes palabras, tal vez para nunca más, volvernos a encontrar:
"Fue un placer, una vez más, haberte visto de nuevo, amigo mío. Cuando vuelvas al pueblo, saluda de mi parte a tu hermano y familia y, que Dios me los bendiga a todos…!" −Dije−.
Acto seguido, respondió:
"Amén, hermano; amén…!"
"¡Hasta la vista!"  
−Se escucharía en simultáneo−.



          ...Buenos días mis amigos. Hoy les traigo la tercera parte del capitulo numero  cuatro de mi libro "Andrómaca y Felipe",...