...Bueno amigos, por aquí de vuelta con ustedes, para continuar con la presentación de mi segundo libro: ANDRÓMACA y FELIPE. Del cual ahora les traigo, el capitulo número 4. Pero no antes de desear a todos ustedes, una ¡Feliz navidad!
4.- —La cura de una Traición—
Posterior a la bochornosa separación de
Felipe ante la impávida presencia de su señora esposa —una cosa que ella esperaba, aunque
en el fondo nunca quiso que ocurriera—, consecuencia por
supuesto de sus malos actos y, provocando por ello el doloroso rompimiento con
sus hijos, a partir de allí todo sería para él en la vida por venir, una
terrible y acelerada caída libre.
Seguidamente ya con los meses y, hechos
los arreglos abogadiles de ley en estos casos, la vida de la señora Andrómaca por
su parte, siguió su curso en un mar de incertidumbres; encerrada dentro de su
casa, en los predios de su redefinida finca,
“La Nueva Gomera”.
Justo en aquellos días, posteriores a tan
dramático trance, la infortunada Andrómaca recibió sendas cartas de consuelo de
parte de sus dos hijos, quienes aparte de consolarla y desearle fortaleza para
la superación de aquella mala hora que estaba viviendo, le prometieron una
pronta visita. Razón por la cual, la mujer empezó a preparar la casa para la
llegada de sus muchachos.
Tal
parece que se hubieran puesto de acuerdo los dos hermanos, puesto que su arribo
fue un mismo día, tan sólo por escasas horas de diferencia, entre uno y otro.
Con el arribo de nuevo a casa —primero
lo hizo Leoncio, que aunque era el Párroco oficial sin embargo entonces no
estaba en el pueblo. Ya que por mandato de la superioridad tuvo que ausentarse de su trabajo
por varias semanas para cumplir con una labor especial encomendada en la ciudad
de Caracas; dejando en su lugar un suplente. Poco tiempo después de ser
recibido con alegría en días pasados, por toda la feligresía. Luego lo haría
Wenceslao, hecho ya un flamante ingeniero petrolero; lo que siempre quiso ser—,
su madre se las arregló para parecer calmada
ante la presencia de los dos jóvenes. Ambos de inmediato con sólo llegar,
se abrazaron a ella haciendo votos porque tomara las cosas tal y como se lo
habrían recomendado que lo hiciera, en sus cartas previas.
Después
de los abrazos y saludos de rigor, Andrómaca en reunión privada con ellos se
refirió en detalle a las posibles causas y consecuencias de la actuación de su
marido Felipe, a su real modo de ver el asunto; ahora más sosegada y, con la
cabeza fresca. El que poco a poco había venido cambiando en su conducta hacia
ella, pero entonces sólo lo veía como una consecuencia natural de la presión en
el trabajo, hasta que las cosas fueron tomando otro color degenerando en el posterior
desenlace que ya ellos conocían; según información suya suministrada en sus frecuentes
comunicaciones escritas, en los días y meses posteriores a la separación.
...Fueron puestos en conocimiento de forma
directa sobre todo lo ocurrido y, en esa misma conversación también se habló sobre
la situación económica y legal de la
familia, en cuanto al destino de las posesiones del frustrado matrimonio;
dejando en claro por otra parte que lo que le quedaba de su amor por aquel
hombre, ella misma sabría cómo ir apagándolo. Puesto que la decepción causada en ella con sus actuaciones últimas, no le dejaban ahora más remedio; ni tampoco otro
camino.
Estaba entonces pues, la señora, resuelta
a romper todo vínculo o lazo de conexión con el otrora llamado "hombre de su
vida", pugnando porque no fuese ahora también el de su muerte. Por tal motivo en
adelante, se vio más decidida y, pragmática, en el modo de conducir los asuntos
de las propiedades y los de su vida misma. De aquella reunión con sus hijos
había salido con más fortalezas que debilidades. A tal punto que hasta el personal
de la finca tanto hombres como mujeres, celebraba
su nueva actitud ante la vida, algo que podían percibir a cada instante y, se
hacía patente en muchas de las presentes actuaciones de la señora de la casa; una
cosa positiva que esta gente a su vez le manifestaba y hacían saber a ella,
además. Cada vez que podían.
Todo era como un circulo gracioso que se
retroalimentaba con la energía, siempre positiva, que emanaba de cada persona con
la cual la señora Andrómaca tenía contacto por aquellos días. Fue en esta nueva etapa de su vida, que ella comenzó
a considerar una vez más, pero entonces como una forma de escape a la situación
presente, que de nuevo la vida en el circo pudiera ser definitivamente el
remedio a los males que hasta el momento venía experimentando. La única cura
posible para la odiosa situación por la que estaba atravesando.
…Por cuanto:
Pensaba una vez más en la actividad
circense, como en los buenos tiempos; aunque hoy sería como la cura a la traición, por
parte de Felipe. Sin embargo, tal como en el pasado fuera imaginada y, vivida,
en sus tiempos de juventud; exenta de tantos pesares y temores. Ausente de los
dolores y penurias de este mundo, propio de las personas comunes y corrientes que
por lo general, son quienes engrosan las filas de espectadores sobre las gradas
como una forma de evadirse del mismo; una cosa que también, de alguna manera
contagia a los actores sobre el escenario. Igualando sus vidas entre unos y
otros en un solo y único drama; pero pudiendo conseguir al mismo tiempo y por
igual, en la cálida esperanza del circo −evocaba−,
la poción mágica curativa para todos como la segura eliminación a sus problemas.
Recordando igualmente la calidez de la gente
en sus presentaciones de antaño, lo que vendría de nuevo a significar para ella
no sólo la razón de ser de su vida, como lo fue antes, sino que además actuaría
con la misma efectividad del bálsamo milagroso que los duendes del circo untarían
sobre su mortal herida. Al verla sufrir de este modo debido a la artera puñalada
infligida inesperadamente, por la siniestra mano de Felipe; consecuencia
directa de ello, entonces ésta, su mala hora…!)
…Pero semejante idea, sabía ella tendría el rechazo y la resistencia por parte de sus hijos; quienes entonces no estarían dispuestos a aprobar de tan buena gana, el que su madre se embarcara de nuevo en un proyecto de vida nómada, etéreo, fugaz, trashumante. Según ellos así lo verían.
...Que si bien lo valorarían por saber cuáles eran sus raíces, afincados en sus múltiples recuerdos gratos con que ella supo arrullarlos cuando niños, y mediante sus increíbles historias contadas en las múltiples referencias fotográficas atesoradas en gruesos álbumes familiares —en que se la veía por doquier junto a sus propios padres, los legendarios abuelos—, quizás ahora más bien los conduciría a una ruptura total; donde quizás hasta ellos mismos quedarían al garete en la vida de esta burlada, hoy desconcertada mujer. Quien, con tanta fe en el amor por aquel hombre −Felipe−, creyó que nunca en su vida pasaría por tan odioso trance.
La señora viendo entonces el lado
negativo que podría tener tal confesión a sus hijos, más bien optó por callar,
al menos por el momento; esa idea que bullía como vapor presurizado en lo más recóndito de las
calderas de su mente.
Luego Andrómaca un tanto preocupada por su temor a fallar en un momento tan decisivo
y, apelando justo ahora a su instinto maternal por una parte pero también al
comercial por el otro, decidió más bien aprovechar la presencia de sus dos queridos
retoños que tenía en casa, hechos ya unos hombres consumados cada uno con una
sólida posición por delante en la vida; que ambos habían sabido labrarse con
tanto esfuerzo. Para pasarla bien entre todos, junto a sus empleados de la finca.
Entonces llamó a don Silvestre Carpio quien era el encargado, y le ordenó mandara a sacrificar una res e hiciera los arreglos para la celebración. Pidiéndole además que trajera a su primo Joseíto al que llamaban “El Canelo”, maestro arpista de gran trayectoria en todo aquello; para que amenizara la velada con su conjunto musical.
− ¡Ande pues, Clemencio;
caray…! —Dijo
don Silvestre—. Vaya y traiga ligerito al primo Joseíto,
con sus muchachos y su arpa, para que armemos un parrandón. ¡Muévase pues, ya
escuchó a la patrona…!
...Cursó invitación la señora Andrómaca, también, a las esposas e hijos de todos sus trabajadores para que asistieran al ágape. Al mismo tiempo que, ellos mismos, llenos de alegría y entusiasmo procedían a adornar los corredores de la casa, para luego ir a vestirse con sus mejores galas según la ocasión; nunca antes vista en aquel lugar, después de su matrimonio.
Mientras hacían los preparativos, Leoncio
y Wenceslao se mezclaron con la gente sencilla, hablando con mucho cariño entre
todos al tiempo que también apoyaban en los
arreglos del lugar, con lo que su madre se veía sumamente complacida, y alegre.
Tanto, que al verla moviéndose de un lado al otro dando instrucciones para que
todo quedara bien, se percibía en ella un gran entusiasmo y, nadie se imaginaba
el calvario que hasta ayer había vivido; que con certeza supo posponer, al
menos de forma temporal, inspirada precísamente en la cercanía de sus muchachos.
Que por su parte no dejaban pasar ni el más mínimo detalle para hacerle saber
cuánto la amaban.
Apenas terminaron de colocar las últimas
bambalinas y todo quedó a punto para la celebración, de pronto se apareció Clemencio
con Joseíto y su conjunto tal como don Silvestre Carpio le había encomendado
que lo hiciera y, a su vez volvió a pedirle a Juan Castrillo, para ganar tiempo
según dijo, que preparara ya “la ternera” —era
éste, el nombre que se le daba a una especie de festín popular multitudinario
donde se comía la carne asada de una res completa, tierna y únicamente salada;
acompañados sus trozos sólo con pedazos de cazabe—, porque
empezaba a notar que el viejo zamarro estaba un poco quedado y además, se hacía
el de rogar; contestando aquel entre dientes con algo indescifrable que no se
entendía lo que era, enredada la lengua como la tenía en medio de una pella de
tabaco que nervioso y alternativamente hacía pasar por los carrillos de su
boca. Llegándose a distinguir, sólo al final, una pequeña parte de su
indescifrable retahíla, donde le decía a su amigo de toda la vida que se
quedara quieto, porque él sabía
perfectamente lo que tenía que hacer cuando se trataba de su trabajo. Razón por
la cual sin embargo, fue necesaria la intervención de la señora Andrómaca para
zanjar el pequeño diferendo entre estas dos personas queridas y, las de mayor
antigüedad trabajando allí, en su propiedad.
Una vez lograda por su intermedio la activación del asador de postín que tenía la finca, uno sin igual en muchas leguas a la redonda, éste de inmediato se centró en la preparación de la res ya beneficiada. Dispuesta y lista para hacer de ella una verdadera delicia en sus manos, cuyos canales estaba autorizado el señor Juan para empezar a aderezar, y asar, justo ahora mismo; de acuerdo con las directrices de la propia señora Andrómaca y, mientras esto hacía, acompañaba su laboriosa tarea con total entusiasmo inspirado quizás —ahora sí— por la orden personal recibida de quien para él, era la única persona de quien recibía órdenes. “La dueña del circo, pues...!” —Solía decir.
“…Ruciándose el galillo”, tal y como él mismo
lo decía tan jocosamente, con espaciados sorbos de una cerveza bien fría que al
principio tan sólo usó −literalmente−,
para enjuagarse la boca y quitarse el sabor
de las trazas del tabaco. Desperdiciando así la inicial, pero que poco a poco
se irían incrementando en intensidad y frecuencia con otro fin, ya buscando
alegrarse, para luego rematar con unos tragos de espirituoso licor mucho
después; hasta sentir prendido el aire contenido entre su pecho y espalda.
…Enfrascado como estaba en torno al fragor de
las llamas vivamente encendidas, cuyos reflejos se dibujaban curiosamente sobre
su zanjado y sudoroso rostro; haciendo que se viera al viejo Juan Castrillo, ya
“bastante sabrosón”, como un duende travieso que jugaba burlón con la hechura de
su juguete predilecto, pero moviéndose con precisión alrededor de la candente
fragua.
…Mientras tanto, los músicos
recién llegados tomaron posición en torno
al lugar que previamente se les tenía preparado, en un amplio rincón del patio
debajo de un techo entejado, arrancando de inmediato con la música que llenó de
alegría y entusiasmo a todos los presentes y, también a los invitados, que
empezaban a colmar los espacios. Donde ya se percibía también, traído por la
brisa vespertina, el agradable y característico olor de la carne asada que esa
tarde, todos disfrutarían.
Otra parte de la actividad se daba en los corredores
que tenía la casa alrededor del gran patio interior, dividido en dos partes
iguales; una con el piso adoquinado cubierto para la ocasión con un techo
portátil de lona a franjas, donde estaban acomodadas las mesas de los invitados; mientras
la otra al natural directamente en tierra, tenía al centro tres grandes
árboles frutales propios de la zona, que bañaban con su sombra todo el ambiente; sobre
el lugar donde se darían cita las parejas bailadoras… Que al ritmo de las ejecuciones
del maestro Canelo y sus muchachos, ya se animaban a ir desgranando sus más
variadas figuras llevadas en cabalgata sobre las notas del pentagrama musical
llanero; impreso por los viejos ancestros del músico ejecutante de esta
jornada, en sus prodigiosas manos de firmes huesos y largas uñas. Diáfanas como
el cauce de las aguas del Portuguesa, limpias como los soleados campos de su
querido Guanarito. Dentro de las cuales desfilaban: El joropo, el zumba que
zumba, el San Rafael, la quirpa, el corrido, el carnaval y el gabán; junto a
los melosos y nostálgicos pasajes.
…Acelerando de tal
manera con cada pieza del maestro arpista, el torrente sanguíneo de los cuerpos
danzantes entre la polvacera. Despierta ya la canícula interior en muchos de
ellos con alternados tragos espirituosos por una parte, pero también, por el aroma
del aliento en el contacto corporal cercano de los enamorados; y, en la
esperanza de unos seguros besos ya en su anhelada intimidad. Tornándose los
hombres aún más agresivos en sus lances y escobilleos, afirmados por vigorosos
zapateos que al unísono se escucharán airosos hasta en el más remoto rincón de la sabana.
…Para luego caer exhaustas las parejas
enredadas en mutuo abrazo, aturdidas de la emoción. Dando ahora giros suaves y acompasados
empapados en sudor mientras se dejan llevar de la mano por un lindo pasaje, interpretado
magistralmente esta vez por la romántica melodía del gran Raúl “del Campo”
Velis; apodado “El Cristofué de la llanura”.
Invitado especial del arpista. Celebrado cantante de la región que una tras otra
va desgranando sus propias letras con su peculiar estilo,
que tanto lo caracteriza; y, la rara aunque acertada mezcla en su voz, de canto
campesino con el lirismo de los grandes del bel canto.
…Entonces el viejo Juan
Castrillo ya había empezado a cortar los sabrosos bocados de su candente obra
culinaria, a los que sólo él, sabía darles ese toque tan especial que tanto
apetecía; al más exigente de los comensales.
Explicando sobre la marcha ante las preguntas del joven Leoncio a su
lado, que entonces se esforzaba por descifrar las palabras del ducho asador al
recogerlas tal cual las expresaba en su pequeña libreta de campo, que después
pondría en limpio sobre las perfumadas páginas de su diario en el solaz reposo
de su oficina de trabajo; de donde algún día –solía
decir−, emergería su gran libro que tenía en mente, acerca
de las más variadas costumbres del llano y los llaneros.
(…Para el buen logro de
todo esto, así como yo lo hago —decía
con orgullo el señor asador, ya con la lengua prácticamente anestesiada por la
bebida—, hay que ponerle especial cariño a los detalles:
…Como usted ve —explica
con respeto al joven Cura—, se seleccionan unas buenas varas usualmente
de punteral bien seco y, con uno de sus extremos labrado en punta se ensartan
en ellas grandes piezas de carne, limpiamente cortadas, sazonadas únicamente
con sal semi gruesa, como ya se dijo; disponiéndolas luego oblicuamente para un
perfecto balance y, en forma de cono, amarradas todas en un lazo flojo común en
la parte superior mientras las puntas opuestas al amarre, de unas cinco o seis de ellas con la carne ensartada,
se abrirán como trompeta hacia el suelo clavándose en la tierra; donde todo se
auto soporta por su propio peso.
…Luego en el centro de
esa estructura cónica que se ha formado y, también desde sus lados, se coloca
una buena cantidad de leña seca dentro de las cuales “me gusta mucho el cujiyaque”
−recalcaba don Juan−,
porque arderá como la yesca generando suficiente caloría que se
transmitirá de forma pareja hacia la carne; la cual por supuesto deberá ser
rotada de vez en cuando para asegurar su adecuada cocción de una forma pareja… Je,je,
je! Así es como se hace esto, sí señol…!” —Remataba
diciendo, moviendo la cabeza de arriba hacia abajo y, también el mentón, como
si comiera algo invisible que no podía saberse lo que era.
…Sería entonces esta la
sencilla explicación de la técnica del asador del viejo Juan Castrillo,
deducida de lo que no sin esfuerzo aconsejaba a viva voz, para estos casos; escrita
en notas textuales tomadas en persona por el joven Cura Leoncio Gómez Katay, a
quien tanto apetecía la carne cocinada con dicha técnica. Brevemente corregidas
por razones obvias para el consumo posterior, aunque sin alterar su original
esencia —según una descripción hecha por
el propio asador sin tomarse ni un solo trago más a partir de dicho ejercicio,
obviamente por respeto a su acompañante de lujo en aquel momento; “porque la
gente del llano puede ser analfabeto pero eso sí, nuca falto de respeto sabe....?”
—Dijo el viejo, conmovido).
…Acto seguido, escribiría el religioso como
complemento a la explicación anterior, lo siguiente:
…La carne ya lista, continuaba dictando don Juan para el Curita, se sirve sobre un generoso pedazo de cazabe “tomado de ahí mismito, de una de las tortas del bulto montado sobre esos guacales; —dijo, con los belfos ya resecos por la abstinencia forzosa y, señalando con la afilada punta de su cuchillo, refiriéndose a un enorme paquete envuelto parcialmente en papel kraft; en un rincón—; el cuál además actúa como plato y, sólo deben usarse por cubiertos los propios medios que papá Dios nos ha dado. Como son las manos y los dientes. Y; buen provecho…!”
...Terminaba diciendo, el detallado instructivo.
Ya en el furor del baile, con los frenéticos
zapateos de los bailadores a suelo pelado, se levantaba una persistente aunque tenue,
nube de polvo, que empezaba ya a molestar a los convidados; especialmente las
damas más emperifolladas, que de continuo se tapaban la nariz con sus rosados o
muy blancos pañuelitos y, para cuando el polvo impulsaba a la señora Andrómaca
a también hacer lo mismo, ella discretamente daba la orden con un delicado
ademán o respingo de su nariz a alguno de los muchachos que correteaban por
ahí, a su lado. Casi todos eran sus ahijados, que alborotados tramoliaban con
sus cachetes lustrosos, un buen trozo de carne asada.
…Entonces la titánica
tarea de aplacar la tierra de los bailes, oficialmente era asumida de forma
voluntaria por “Tito” Collazos que nunca se peló uno de éstos. Por cuanto siempre
le gustaba estar en las cercanías de la señora Andrómaca; su madrina de bautizo
y confirmación, a quien nunca abandonaba. Normalmente sentada junto a su propia
madre Hipólita Collazos, que trabajaba allí mismo y que además, reforzaba la
orden con una señal tan sólo entendible en su peculiar modo de comunicación.
Decía el muchacho sentirse orgulloso de llevar el mismo nombre que su querida
madre; una negra costeña colombiana que tenía años ocupándose de la cocina,
primero en La Gomera original y, ahora en la parte con nuevo nombre heredado de
aquella, a raíz de la partición de bienes de los esposos Gómez - Katay.
...Continuará.