viernes, 5 de noviembre de 2021

 

                       

     Muy buenos días, tengan todos ustedes. Aquí estamos de nuevo para dar continuación al capitulo número 3; de Andrómaca y Felipe. La confesión.



      1.3.-                         —La Confesión—


  ...Uno de aquellos días justo cuando Felipe se alistaba para ir al pueblo, lo cual ya no ocultaba a su desesperada esposa, había recibido un mensaje enviado por Victoria;  donde daba cuenta de algo que no esperaba, lo cual sabía vendría a amargar aún más, su desastrosa situación amorosa y conyugal.

     Tal noticia no era otra, sino que, Victoria le decía que estaba embarazada de él, razón por la cual el hombre era todo un manojo de nervios ese día. Allí mismo le comunicaba que fuera a visitarla de inmediato, para hacerle saber más al detalle, sobre este hecho.

     Felipe tenía varios días sin visitarla, tal vez porque ya presentía algo en ese sentido. Es por ello que, tal ausencia en él, tenía nerviosa a su la mujer quien pensara que enviando un emisario con su carta, haría que las cosas volvieran más o menos a la normalidad (¿?)… Así que, Felipe, una vez leída la misiva se armó de valor al ser sorprendido en el acto por su esposa; a quien enseguida encaró definitivamente, diciendo:

   ¡Mujer, te he fallado vilmente!

…Ahora mismo, me preparo para ir tras Victoria, de quien, ya tú debes saberlo, estoy locamente enamorado. He decidido terminar con esta farsa, por lo que te pido nos separemos en justo divorcio…! —Dicho éso, entró en una especie de mutis instantáneo; no obstante, esperaba la reacción de su esposa, quien entonces aulló como una loba herida.

− ¡Bastardo! ¡Canalla! ¡Una y mil veces bastardo!

Tiras por la borda todo mi amor y el respeto de nuestros hijos, tan sólo por una fugaz aventura peregrina…?

 …Y entonces, agregó:

− ¡Vete  ya!!!

− Desvergonzado, infeliz; está visto que no eres digno de permanecer a nuestro lado…!

     Al pronunciar estas duras palabras; aquella mujer furibunda en la que entonces Andrómaca se había convertido, en una reacción casi automática parecía se quitaba de sobre sus hombros una pesada Clámide de inmundicias, que con estoicismo en los últimos dos años tal parece soportó como vestido. Aguantando a diario el irrespeto y la traición del hombre amado; del que siempre se había sentido orgullosa, calificándolo aun como el amor de su vida… Pero, ya no más. Estaba harta y, su increíble situación nunca antes imaginada, quedó así develada. No obstante su aparente reacción de fuerza, acto seguido y con estrépito, la burlada mujer empezó a derrumbarse a partir de ese momento.  

     Felipe mientras tanto, con el  rostro entre sus manos, dio media vuelta y en silencio se alejó; quizás para siempre, de aquel lugar que con tanto trabajo y esfuerzo había edificado con el apoyo de toda su familia, hoy en día en discordia, precísamente a causa de sus debilidades, falta de entereza y, en especial,  también de integridad. Jamás pensó caería en semejante condición de desgracia.

“…Era como si algún espíritu funesto, no proclive a la felicidad, de esos que parecen flotar en el inframundo de La Atascosa, hubiera derramado sobre la madeja de su destino los más agresivos ácidos que a partir de allí la debilitarían, hasta hacerla pedazos  rompiendo los hilos que la conforman; nacidos en la rueca de las eternamente laboriosas Parcas, que inexorables van formado el limitado manto de la vida… Entonces, de su alocada vida…!”

   Finalmente llegó Felipe aquel aciago día a casa de la joven mujer, objeto de sus alocadas pasiones y, la causa de su tragedia en aquel tramo de su existencia. Allí se enteraría con lujo de detalles sobre su inesperada paternidad; ahora nada grata, e inoportuna. Lo que sin embargo aceptó con pasividad y resignación, pese a haber ocasionado una gran angustia en su ánimo ya resquebrajado, por la ruptura que con su amarga confesión sellara la pérdida de su familia original; dejándolo envuelto, en las más oscuras y pavorosas sombras de pesar.

     Meses más tarde nacería Eliodoro, aquel párvulo llegado al mundo por la accidentada e ignominiosa unión, entre Felipe y Victoria.

     Para el atribulado padre este niño venía  a ser el insólito yugo de unión entre él y su madre, ahora también su nueva pareja, convertida en los últimos tiempos en su verdadera obsesión, haciendo que ante los ojos de todos allí en La Atascosa actuara como embrujado —a decir de los parroquianos del lugar, mediante la acción de la inefable magia, del enigmático Indio Colavita—; por cuanto, ya no concitaba ningún tipo de respeto entre todos aquellos que otrora, lo habían conocido como un hombre digno y seguro de sus actuaciones. Al punto que, fue visto por todos en un tiempo ya ido como una suerte de héroe popular, habiendo quedado todo aquel legado de respetuosidad e hidalguía, en el más lejano pasado.

     Para la madre del tierno Eliodoro sin embargo, su llegada al mundo no era otra cosa más que su seguridad en el logro de la tan ansiada libertad económica, por tantos años fraguada, ahora derivada de la ya menguada aunque todavía importante fortuna de su marido forzoso. Situación que por años ella deseó y manipuló, llegando a pergeñar toda una maraña de estratagemas para hacerse con los reales de su hombre sin importarle a quién o quiénes, estaba afectando con sus calculadas actuaciones calificadas de deshonestas e ingratas, por parte de Andrómaca;  pues ella, desde que llegó al seno de la familia empezó a trabajar su aviesa idea de apropiación, que la llevaría a convertirse en una persona muy diferente a la que había sido cuando llegó. Tanto es así que era vista con extrañeza y, hasta con reserva, por su propia familia de allá de Calabozo.   Situación que desde hace tiempo habría servido incluso para acabar con la amistad entre su padre y Felipe, muy buenos amigos alguna vez; quienes entonces sencillamente, hasta se odiaban.

     Irónicamente, la llegada al mundo de aquel muchacho si bien no tuvo el verdadero significado que humanamente debía haber tenido para sus padres, por ejemplo en términos de una auténtica expresión maternal por parte de su progenitora, entonces por el contrario fue vista por ella como un cheque al portador; derivado de sus desviaciones obsesivas por el dinero. Pero con los años, también sería ese niño ya hombre que buscando defender el honor, la seguridad e integridad de su madre, el protagonista de una inesperada actuación que finalmente se traduciría en un trágico desenlace (fratricida tal vez?). Que mucho después arrojara otra oscura sombra de pesar y de dolor, aún mayor, en el entorno de aquellas familias; entonces y por siempre, desgraciadas.

 ...Dicho nacimiento pasaría a ser, por tanto, el colofón de aquello que comenzó como un simple juego, después un capricho, más tarde una obsesión; para rematar siendo un auténtico drama que después, degeneraría en una dolorosa desgracia. Prometiendo ser el fin de su propia existencia, pensaba el aturdido padre ya sin uso de razón. Pero que, ni siquiera podía imaginarse el verdadero horrendo final que le depararía todo aquello, consecuencia de sus múltiples errores. Desembocando al final según la cruda realidad en un hecho de características mucho más funestas, terribles y repugnantes que jamás se imaginó. Involucrando de una manera realmente inesperada, precisamente, a aquel hijo que acababa de conocer; ahora tan delicado y candoroso; hoy entre sus temblorosos brazos. Ese hermoso e indefenso niño que a diario, sostenía en su regazo como la pequeña cosa inocente que en realidad era.

     Totalmente libre de todo signo de maldad, de malicia o, de cualquier otro pésimo atributo regularmente presente en la vida de los adultos; ya habituados a aquellas malas acciones que los distancian cada vez más de las sabias palabras de El Señor, hasta llevarlos a la irremediable muerte. Muchas veces violenta y, despiadada.

 …Censurada desde los comienzos de la historia por aquel lapidario: “No matarás”. Del quinto mandamiento que Moisés trajo para la humanidad entera, como legado de El Creador; al bajar de la montaña, aquel lugar sagrado en el desierto del Sinaí. El que junto a nueve más, acertados mandatos todos, conforman un decálogo sagrado que sirve de faro —más brillante, luminoso y guía, que aquel otrora majestuoso; de Alejandría—, en la navegación del hombre justo e inteligente a través del océano de la vida; salvándolo de esos oscuros e innumerables escollos que ésta, en su decurso le interpone.

    Con tan contundente advertencia celestial sobre la naturaleza homicida de los hombres y, en una eventual materialización de tales supuestos, no lograría Felipe entender jamás ni nadie en su sano juicio cómo aquel ser tan bello, desguarnecido, libre de todo signo de perjuicios, pudiera llegar a ser el ejecutor de nada, ni hipotéticamente hablando; mucho menos en la toma de otra vida, también salida de sus entrañas, como sería Wenceslao. Muchísimo mayor que él, además… Por lo cual le pareció escuchar sin embargo, similar a desleídas y agoreras voces del futuro, cómo seguía resonando aquel mandato divino en la memoria colectiva del religioso pueblo de La Atascosa.

 …Donde un día y, por un instante, todos creyeron ver ante sus ojos −supuestamente− la terrible repetición fratricida del Génesis bíblico protagonizado por  Caín y Abel. Pero esta vez, ahora, los nuevos actores serían dos hermanos hijos de este pueblo y, de un mismo hombre; Felipe Gómez. Para quien dicho acto sería con toda la seguridad y certeza, impuesto por el tribunal de su conciencia como el resultado de su única y verdadera culpa. Por lo tanto cargaría consigo a partir de allí e ineluctablemente, con todo el peso de la divina ley.  Tal vez compartida con  Victoria y Andrómaca, que por ser parte activa también en el origen y posterior ducción de los mismos en sus vidas,  indudablemente también dejarían su impronta en ellos.

…Viéndolo bien de acuerdo con el caso planteado, tan sólo serían ambos jóvenes paradójicamente, los verdaderos siniestrados en todo aquello. Independientemente de quién, entre ellos, fuera nominalmente la víctima o el victimario; ya que, la dicotomía planteada en circunstancias tan particulares entonces, dejaba de tener sentido; porque ambos de algún modo eran una cosa y otra, a la vez. Interpretes circunstanciales en aquel fatídico círculo vicioso no por propia  voluntad, sino, por la de sus padres. Al dejar estos abierta, la funesta puerta de aquel lugar común llamado “destino”; que al momento de ser traspasada cuando no debían hacerlo, irresponsablemente también dejaron pasar el lastre de sus debilidades humanas. Que a la larga, quiérase o no, se impondría en aquellos −su descendencia− como un sello distintivo; lacrando todo cuánto en adelante, pudieran tocar.

    ...Y; bien, mis amigos. Hasta aquí llegamos por hoy..!

   ...Continuará.

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          ...Buenos días mis amigos. Hoy les traigo la tercera parte del capitulo numero  cuatro de mi libro "Andrómaca y Felipe",...