martes, 26 de octubre de 2021

 



     Muy buenas tardes mis amigos, de nuevo por aquí para continuar lo pautado, en relación a la entrega de mi libro "Andrómaca y Felipe"; esta vez comenzaremos con la primera parte del capítulo 1.3.- La confesión.


  1.3.-                        —La Confesión—

     lo.

     Por cuanto aquel hombre ya desquiciado empezó a visitarla de forma regular en el pueblo, fuera de lo estrictamente laboral, pareciendo estar ahora decidido incluso a dar por terminado el matrimonio con su esposa. Aunque Victoria en un principio lo rechazaba argumentando las razones expuestas por el hijo de aquellos, el Cura, en su carta recibida en días pasados; y, queriendo hacerle el honor al religioso por esos momentos tan difíciles, simplemente se negaba a recibirlo bajo esa nueva premisa —Pareciendo haber recobrado de pronto bajo los razonados argumentos expuestos por el joven Párroco, la sindéresis y, sensatez.

   Pero con ello lo que hizo fue alimentar  más fuertemente y, de una forma muy conveniente para éste −y de ella?−, la desesperación de Felipe que ya no se aguantaba y, como dice la sabiduría popular, en el espíritu de sus muchos dichos y refranes: “…Tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe…!”. Válido en el caso de la insistencia, casi enfermiza, de aquel hombre. O; el otro que reza, en referencia a los planes ocultos de esta mujer y, para sintetizar los deseos de ambos: “…El que come tierra, siempre carga su terroncito en un bolsillo…!”

…Por lo que de todas maneras, aun así, llegaría el momento en que Victoria cedería. Recibiendo de nuevo con renovado agrado, las cada vez más descabelladas propuestas de su ferviente enamorado; porque ahora ella, además, lo deseaba intensamente también como mujer.

   Fue en una de esas habituales, elusivas e insistentes visitas de Felipe, cuando éste rotundamente le declarara sus verdaderos sentimientos prohibidos a Victoria, quien de inmediato le correspondió. Logrando ambos al fin, el momento cumbre para entregarse con desenfreno y sin limitaciones de ningún tipo, a la consumación lujuriosa tan esperada por ambos, de sus amores profanos; donde aquel individuo, ahora desconocido, se dejaba arrastrar por el deseo carnal y la pasión mórbida que la joven Victoria le inspiraba. Actuando irresponsablemente a espaldas de todo aquello por lo que siempre había luchado —pero; en contra de su voluntad, él entonces se justificaría.

 …Dejándose llevar de la mano por el hado que le sirve al señor de los pecados y, casi como un imberbe adolescente, olvidando toda una vida de rectitud. Pero lo que es más aún, traicionando la confianza de su esposa e hijos quienes, a la sazón, ya no tenían la más mínima duda acerca de cuáles eran sus aviesas intenciones.

 …En especial Wenceslao, que había venido notando paulatina y sostenidamente un odioso enfriamiento en su otrora ardiente relación con Victoria; que si bien él, como joven que era lo asumió de una manera franca y natural, sin embargo con el tiempo aunado a sus obligatorias ausencias del pueblo por motivos de estudio, se fue dando cuenta de que tal vez la estaría perdiendo para siempre. Pero jamás pensó seriamente que hubiera otro motivo distinto de tal distanciamiento, mucho menos que fuera por causa de su papá. Aunque en el fondo llegó a imaginar tímidamente algo como éso y, al pensar en ello, se negaba rotundamente a tan concreta y tortuosa realidad. Porque ahora era cuando más la amaba.

 …Persuadido ya Wenceslao de la difícil situación en que estaba inmerso, a veces trataba de razonar buscando comprender su retorcida realidad que lo golpeaba sin piedad, resultando ser para él una lucha interna sin sentido en contra de su misma familia; pensando que no podía ser cierto lo que estaba viviendo y que, tal vez se trataba más bien todo aquello de una funesta jugarreta del destino…Como suele decirse en estos casos de momentos tan desesperados y, cuando se está en medio de una inmensa y terrible desorientación.

     Pero el joven ya desesperado  en medio de la horrible oscuridad de sus tribulaciones, caía al fin irremediablemente en la dura y absurda convicción de que su rival, su contendor que además le había arrebatado el único y su primerizo amor en la vida, era nada más y nada menos que su propio padre. Una extraña situación que hizo estallar en su ánimo con contundencia letal aquella pétrea, aplastante y, lapidaria realidad; introduciendo un cambio de tal magnitud en su vida que jamás se lo habría imaginado.

 …Y; desde que Wenceslao se convenciera de semejante “detalle” en su vida, comenzó por albergar en su mente y en su corazón primero, una incontenible frialdad de ánimo que pasaría a ser luego un gélido sentimiento de repulsa hacia la nueva pareja conformada por Felipe y Victoria. Pero en especial en contra de su progenitor; para después —cual toledana daga, como punta de estalactita clavada en lo más profundo de su ser, lo mantenía gimiendo de rodillas por su tan temprano fracaso— convertirse aquello aun, en unos irresistibles deseos de aniquilación;  hacia ambos por igual.

 …Unas personas que habrían hecho de su existencia un verdadero infierno. Cuando en el pasado, fueron para él dos de sus más grandes motivos de amor y, felicidad; todo lo cual ahora veía con estupor desmoronarse ante sus ojos, como dos vulgares quimeras hechas de arena; sostenidas precariamente, a la orilla del mar. Algo que sin quererlo entonces vio claro y, simplemente, abrió sus ojos por primera vez; comprendiendo que siempre habría carecido de bases sólidas a la hora de construir, pues todo a su alrededor, había sido edificado en el aire.

 …Wenceslao no se imaginaba ni en su más remota y violada inocencia, que toda esta situación derivada de su relación con Victoria y, la de ésta con su padre, le tendría deparado para  más adelante, todavía, la más cruda y cruel de las tragedias… Sólo que, irónicamente para ese momento, no se daba cuenta de lo verdaderamente involucrado que a futuro, estaría en ella; pues simplemente entonces, ya estaría muerto. Pasando a ser él, quizás, como una especie de cordero de sacrificio sobre el cual recaerían las culpas, quedando reservado para un holocausto que entre todos de una u otra forma ayudaron a preparar; donde cada quien fue colocando piedra sobre piedra y, un leño tras otro todos encendidos con su fulgurante llamarada, hasta levantar el necesario montículo pétreo sobre cuya cima yacería inerme, inanimada, la cadavérica triste estampa de Wenceslao Gómez Katay. Para ser devorado sin piedad, por las candentes lenguas de fuego avivadas por el maléfico soplo del fatum de su corta existencia.

     “…O; tal vez en su muy particular situación, sería atormentado por las dentelladas de las fatídicas hermanas del Érebo: Alecto, Tisífone y Megara, (según Virgilio). Enviadas tan olímpicamente por los poderosos rectores del heleno cielo a su triste despedida de este mundo —solazados aquellos entonces en sus bacanales juegos—, a cobrar lo suyo; cuando los verdaderos culpables quedarían impunes −Victoria, y Felipe−, al gritar estos el nombre de la terrible triada infernal en perjuicio de otro; y, en detrimento de su humana persona: ¡Erinias! En contra de un hombre inocente. Wenceslao.          

     En vez de hacerlo entonces, también,  como cuando Orestes aun siendo culpable que no era este el caso, fue juzgado por el Areópago ateniense absorbiéndolo de sus culpas; pese a ser éstas, unas  bien terribles. Usando para el procesado, aquella vez, la antífrasis significativa de la benevolencia de sus verdugos: ¡Euménides!  

 …Para al menos de este modo aliviar la carga de su ignorada víctima, por parte de los verdaderos responsables de esta historia siniestra; que gritaran desesperados movidos por el peso de la culpa en su conciencia, aquel otro nombre. Embebidos y sudorosos como estaban en el clímax obsceno de su  placer concupiscente, donde la voz cantante la llevaba el padre, de un joven e inocente enamorado...!”

                         ---  o  ---

     La ya impúdica Victoria, mientras tanto, disfrutaba aquellos furtivos encuentros en su guarida del pueblo dejándose llevar por su “amor sincero”, que ahora decía profesar a Felipe; pero además, ella sabía que con éso, tendría por fin a su disposición la tan ansiada libertad económica que le abriría las puertas de una vez por todas, a su espíritu de codicia y afán triunfalista de puro lujo. Conformado en los últimos años por un alto grado de ostentación, derroche y, consumismo sin control; lo cual no se esforzaba en ocultar.  “Atributos” tan negativos que,  ya para todos se habían convertido en una fatídica mácula que opacaba su real belleza, despertando en la gente que la rodeaba cualquier tipo de comentarios y chismorreos,  con el agravante de que también, se le asociaba cada vez más de cerca con el temible personaje del pueblo, Ruperto Colavita alias El indio; quien por estos tiempos era percibido como el artífice tras bastidores en la funesta transformación de la personalidad, de Victoria Sarmiento.

     “El indio Colavita” llegó a ser visto en esta etapa por la gente, muchas veces ávida de un perverso sentido del deseo y, siempre con la tirria por delante en casos como éste, un tipo con un extraño concepto de la sexualidad, atrapado en su lujuria reprimida; en la inexplicable relación con su nueva y flamante amiga —viejas pacatas de pueblo, decía ella, al respecto—. Cuando era “el segundo hombre que la visitaba en su casa”; por lo que estaban convencidos de que éste,  en sus frecuentes contactos a solas, la “manipulaba” con desvergüenza, a su favor mediante el uso de ocultos brebajes y, su charlatanería habituales.

 …Una cosa que en el más estricto sentido literal podría ser cierta. Pero, cuan lejanos de la verdad estaban, pues Victoria ciertamente pudiera ser quien utilizara al indio, si es que se hablara de alguna relación de dependencia entre ambos. Más allá de sus contactos meramente clientelares; o,  de simple trabajo. Puesto que, con su astucia había sabido ganarse para su causa y, sin reservas, al taimado y aprehensivo personaje; quien por cierto no sería, precisamente, ni el más lejano prototipo de hombre para tan hermosa, calculadora y,  exigente fémina que ella era.

     Para El indio Colavita por su parte, la verdad sea dicha, era más que suficiente con que una mujer de su calibre, talla y atributos tan sobrados, lo aceptara a su lado como su único colaborador; y además, creyera en su magia. Algo muchísimo más importante para él que cualquier otra cosa, incluso, que ella misma como tal. Por lo que en este punto, las cosas andaban parejas.

     En cuanto a Felipe, respecto a los comentarios malsanos en boca de la gente y allegados de Victoria, tal parece que hasta ahora no se daba por enterado, toda vez que, en ningún momento hacía mención alguna respecto a tal situación; como si adivinase la verdadera animosidad en el comportamiento de aquel extraño individuo en relación a su nueva pareja. No obstante insistían en que, su comportamiento era más bien permisivo, tolerante, de seguro por su propia metida de pata y, mal juicio. Pero él, aducía en su defensa que prefería callar para no causar ninguna discrepancia entre él y su amada, junto a la cual “estaba disfrutando de lo lindo” —según comentario malicioso, hecho personalmente a un amigo—; con aquellos “amores perrunos”. Según los calificaba Andrómaca; que para ella y sus hijos, estaba aquel protagonizando. 

                      ...Y; bien. Hasta aquí lo dejamos hoy. Espero lo disfruten...!

                                                                 ¡Chao!


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