domingo, 17 de noviembre de 2019





      Buenos días, mis amigos. Por aquí estamos de nuevo. Ahora les traigo el capitulo número nueve; del mismo libro que ya hemos venido tratando. Las evasiones de Hilario Coba.El primero de la serie de cuatro títulos, titulado: Relatos Oníricos de La Atascosa.. Donde por cierto, se hace un justo homenaje a un gran hombre. Venezolano y, llanero.por más señas.




1.9.-                                           —Epónimo—
  
      Viajaban silenciosos por el reseco camino polvoriento a lomo de sus bestias, bajo el calcinante sol del llano en tiempos de Semana Santa. Eran jinetes vestidos uniformemente de caqui, con la cabeza tocada por sus diferentes como distintivos quepis, según el rango. Lustrosos correajes color marrón cruzaban sus enjutos pechos, sosteniendo al hombro los fusiles con sus negras bocas al cielo, todos con polainas en las canillas y, espuelas en sus botines en el caso de la oficialidad; pero también en la talonera de sus alpargatas con punta de patente, y de cerradísima trama de su capeyá, en los miembros de la valerosa tropa… Era el ejército oficial Gomecista empeñado en dar caza a un grupo de sediciosos levantados en armas contra el gobierno comandado por un carismático General, pero que se habría hecho difícil su sometimiento porque según se decía tenían al pueblo de su parte, que inclusive hasta mentía por ellos diciendo que no los habían visto cuando se lo preguntaban —y; no con suaves palabras, ni tampoco usando métodos benignos—; para que no se los agarraran.
Iban los hombres, febriles sobre caballos jadeantes espantándose los tábanos y las moscas, bañados en un sudor pegajoso que les adhería los pelos de los sobacos a la tela de sus camisas mientras el disco del sol aún inclemente cursaba hacia el oeste, dando a entender sin embargo que la inexorable máquina del tiempo muy pronto daría por terminada la dura jornada de aquel día.
Así continuaron hasta llegar a una fila de frondosos árboles, al lado de los cuales discurría un pequeño riachuelo de aguas frescas. El hombre al mando del piquete con un calculado movimiento de brazo dio la señal que indicaba era éste, el lugar donde pernoctarían aquella noche.
Se apearon de los animales que fueron desensillados con movimientos sistemáticos ya predecibles, bajo la mirada marcial de aquel que había señalado el lugar como punto de acampamiento. Una vez establecido el rancho en dicho sitio, se refrescaron en el rio después de acomodar los caballos y, de inmediato se determinó a quiénes correspondía la guardia, mientras el resto se dispuso a descansar sobre sus mantas cada quien con la cabeza apoyada sobre las chocontanas de montar; y, allí mismo, desde esa posición, hurgaron en sus porsiacasos en busca de algo para comer. Usualmente consistía de carne seca, queso, papelón y casabe; productos obtenidos por lo general mediante saqueos y rapiña, que practicaban en los lugares por donde pasaban.
Esta gente era voraz y cruel en sus métodos logísticos de aprovisionamiento y, en cierto modo se entendía pues, el contexto del momento en que vivían los ubicaba en una guerra. Sí, aunque esta vez se trataba nuevamente de una que resultó ser fratricida, cruenta, despiadada —que prácticamente no había parado desde la firma al término de aquella otra, que fue la más grande y atroz de toda nuestra historia, la llamada Guerra Federal; y, pese a lo cual en poco tiempo, luego de un brevísimo período de relativa paz se embarcarían una vez más, viejos y nuevos capitostes movidos por la misma antigua causa, en innecesarias y necias revoluciones que tan sólo sirvieron para engrosar su patrimonio particular, y como siempre, engañar al pueblo— y, alimentada por el ánimo y único propósito de conservar el poder por parte de aquellos que la lideraban; defendiendo las posiciones de privilegio que de por sí les brindaba el mismo. Disputada dicha especial condición en consecuencia, ferozmente como siempre, por los contrarios que buscaban tercamente en hacerse con aquel intangible botín a punta de lanza y sable, a sangre y fuego; enfrascados todos en una lucha a muerte donde ninguno de los dos bandos se daba cuartel… Pero algo bueno tendría que salir de todo éso, de tanta atrocidad y tortuoso desempeño de sus actores. Saldría por fin un nuevo país ante todo…? Quizás uno nuevo, medianamente pacificado, en las postrimerías de aquellas guerras caudillescas de siempre en donde cada general u operador político, quería tener la hegemonía y el dominio sobre sus otros pares; una cosa sumamente difícil de conciliar. Aun hoy en día.

Transcurre esa noche sin sobresaltos para beneplácito de los centinelas y, al despuntar el alba, el trompeta aún soñoliento ejecuta las vibrantes notas de su instrumento dando por levantado el campamento, para de inmediato ponerse todos de nuevo en marcha hacia su próximo objetivo; que realmente no sabían cuál era a ciencia cierta. Pues el hombre con su propio y pequeño ejército el cual perseguían, por agotadoras semanas ya, no fue visto hasta ahora ni una sola vez mientras aquel y su gente habían hecho mella importante, en el gran ejército oficial empeñado en atraparlos; incluso cobrando varias vidas de éste, en epilépticas escaramusas a las que lo tenía  acostumbrado.
  El hombre a quien trataban de cazar era astuto y diestro en el manejo de las armas y de la asimetría en la guerra, además un avezado líder político que se negaba a entregarse a este ejército con directrices desde La Mulera en Maracay, donde residía aquel que con la llamada Revolución Liberal Restauradora había entrado triunfante a Caracas como lugarteniente del que llamaban El Cabito; después defenestrado y, quien en verdad la comandara, General Cipriano Castro. Del que años más tarde se desentendiera el actual mandatario Juan Vicente Gómez mediante el uso de una jugada infame para derrocarlo,  dejando al que aún era su compadre   mascullando de impotencia por su inesperada pérdida, convaleciente además, allá en la fría Alemania… Siendo que, en el pasado, arribaron juntos a las alturas de Miraflores venciendo con su ejército de gochos a las tropas oficialistas del entonces Presidente y General, Ignacio Andrade —mayo 23, de 1899; ejemplo claro, del tipo de lucha que se comentó antes— y, encontrando en su accionar  una magra defensa, acostumbrados ya estos hombres de palacio al descanso y al reposo; obnubilados, rindiendo pleitesía a su jefe. Engolosinado como este se encontraba, en las mieles del poder, empeñado en un grosero gobierno continuista que ya nadie quería.
 Aquel elusivo pequeño ejército perseguido, sin embargo tenía la ventaja sobre sus rastreadores de conocer mejor el ambiente, la topografía en donde se encontraban; amén de su autoestima y moral siempre en alto, inspirada por el líder en sus arengas y modo de actuar. Pues era el General Emiliano Acevedo Cermeño que lo comandaba, un hombre con “tabaco en la vejiga” —tal cual lo decía entonces, un viejo dicho—, forjado con voluntad de acero y correcto proceder… Como lo recordara mi abuelo don Florencio, que en sus años mozos formó parte de su plantilla de soldados,  defensores aun con su vida, del glorioso Estado Guárico. Contaba él, que en algún lugar de la rivera sureste del rio Arauca se encontraron por fin las dos milicias, trabándose en una febril y desenfrenada batalla ambos grupos de venezolanos y, qué terrible cuando algo así sucede; porque el resultado siempre, sea de un lado o del otro, es uno sin gloria. Desgraciado, e inútil.
     El General Acevedo Cermeño maltrecha su gente aquella vez, salió ileso de este encuentro aciago; pero más golpeado quedaría el otro ejército, ya venido a menos, después de mucho andar y tanta vigilia yendo tras sus pasos. Esto fue lo que me contó mi viejo, quien después de haber vivido aquellos hechos volvió a La Atascosa para hacerse cargo de las reses que le quedaban y, posteriormente también se encargaría, de un Hato legendario por aquellas tierras; perteneciente a un señor que se apellidaba Lagreca.
  …En un vetusto baúl por cierto, que don Florencio cargaba a lomo de mula o asno en sus andanzas libertarias con su amigo el General Cermeño, con el tiempo pude encontrar en el fondo su faja y revolvera con un Smith and Wesson cañón largo, calibre .38 en su interior; una cobija de pelo —bicolor; azul marino y rojo—, la cabezá y un par de espuelas de su montura y, aún más resguardado en una esquina del viejo arcón, un rollo de amarillentos papeles donde se contaban muchas más historias de ellos dos… En los tiempos de su guerrilla, en el ejercito al mando del aguerrido General guariqueño, quien juró no dar descanso a su brazo en la lucha contra ese gobierno tan maluco que mantuvo al país en la oscuridad total; con la gente humilde amordazada por el temor y, cebados en un patético silencio.
  "…Mientras tanto y, si semejante pesadilla fuera poco, la clase política de la nación andaba desperdigada por el mundo como hienas canallescas, velando porque el tirano exhalara su último suspiro; para luego volver a la patria deshonrada y olvidada, a hacerse con los cargos públicos para los cuales si bien podían estar calificados académicamente, no podría decirse lo mismo en lo moral, en lo ético y, hasta en lo humano…!" Solía decir Cermeño..
     Pensamientos por los cuales al final, tuvo severas diferencias con los personajes aludidos especialmente dadas las veladas tendencias marxistas que entonces les descubriera y, con los que antes congeniaba y hasta se reunía, sin saberlo; razón por la cual definitivamente, marcó distancia con los mismos. Llegando a ser duramente criticado por uno de estos cabeza caliente, ciertamente privilegiado y que llegaría a la presidencia de la república en los tiempos de la llamada democracia; el cual se atrevió a llamarlo, de manera despectiva —envuelto en la humareda de su elegante pipa—: "Centauro de pacotilla".
  …El glorioso General guariqueño Emiliano Acevedo Cermeño esto decía, recordando aquellos momentos de discordia. Orgulloso de sus actos como hombre campechano pero de una innata perspicacia que intuitivamente, le dictaba cuándo debía apartarse de una situación adverso y, contraria a sus principios;  siempre consecuente con la venezolanidad enraizada en sus principios paternos formales. Sacando a relucir estas experiencias cada vez que tenía oportunidad de hacerlo, entre sus contertulios de confianza en sus largas charlas con ellos. Cuando le tocaba salir en contra de su voluntad del territorio nacional, con el único objetivo de conseguir ayuda económica también logística, mediante el apoyo de estos amigos; que mediante el uso de sus contactos hacían para él el lobby necesario ante aquellos gobiernos amigos, alineados con su causa. De este modo lograba mantener y, reagrupar su ejército en pos de la próxima invasión libertaria al país, las cuales me contó mi abuelo, fueron siete en total… Y; cuando don Florencio se acordaba de su amigo en el contexto de estas cosas, en seguida remataba diciendo de aquel:
"…Fue un hombre muy bueno, siempre amigo, íntegro, valiente; de ésos que no se les enfría el guarapo ante nada ni nadie y, que tampoco tienen pelos en la lengua a la hora de decir sus vainas… Carajo!"
   …Entre los desleídos papeles del baúl que celosamente atesoraba mi abuelo, también se podía leer entre tantas otras cosas un episodio especialmente extraordinario en la vida de aquel personaje, y su pequeña milicia; tal fue, la cruenta batalla en donde peleaban contra dos enemigos simultáneos. El ejército del tirano por un flanco y, un piquete de soldados extranjeros por el otro, de un vecino país cuyo gobernante de turno era amigo del de aquí. Se batieron a sangre y fuego en un lugar cercano a la selva, muy próximo a la frontera en el extremo suroeste de la nación; cubierto de frondosos bosques y, surcado de grandes y caudalosos ríos.
    Las condiciones entonces no podían ser más adversas. Sin embargo, una vez más el General Cermeño y su gente supieron salir airosos de aquella criminal emboscada, a punta de ingenio y valor; en justicia, tanto de él y sus tropas por igual, abatiendo a sus enemigos dejándolos por doquier… En el agua, en el barro, entre la maleza; allí quedarían también, valientes compañeros de armas que entregaron su vida en holocausto tumultuario a la patria… Como los demás −caso venezolano, al menos−, que igual se creían con sobradas razones en su propio accionar; pues éso, lamentablemente, es lo que pasa cuando nos peleamos entre hermanos. Apenas si tuvieron oportunidad para recolectar algunos pertrechos y bastimentos en el área del desastre, atenazados aún por los del país de al lado que no cejaban en sus intensiones; cuando huyeron por el río Cuchivero.
    Buscando más hacia el interior del territorio nacional y, alejándose cuanto antes de la línea fronteriza, mientras iban sorteando los más variados peligros de la selva. Fue esa vez cuando en la retirada llegaron, después de pasar por Caicara, hasta la población de Cabruta; donde descansaron varios días y se abastecieron de alimentos —al darse cuenta que ya sus perseguidores habían quedado lejos—, porque desde ese punto, irían al suroeste del poblado de La Atascosa a liberar unos estudiantes sometidos a trabajos forzados en el sitio de Palenque. Dicha incursión es historia ya conocida, cuando el enemigo logró anteponerse a sus intenciones, basado en operaciones de inteligencia llevadas a cabo por espías que el gobierno tenía en la zona, persuadiéndolos de traer refuerzos desde la población de El Sombrero; donde estaban acantonadas tropas oficialistas venidas de Maracay. El General Cermeño sin embargo, obteniendo información de primera mano sobre las operaciones oficiales, por una patrulla que hizo adelantar antes de marchar al objetivo, tuvo que dar marcha atrás y, suspender de momento sus planes. Cosa que unas semanas después, sorprendiendo una vez más al enemigo, lograría con total éxito.
  …Siguen contando los amarillentos papeles del baúl, que Cermeño en otra de sus tantas incursiones al país llegó a la población de San Fernando de Atabapo, enterado como estaba de que por allí en ese momento habrían pocas fuerzas del gobierno, por estar estas confiadas al saberse de su ausencia y, ocupadas en otra parte del territorio atendiendo otro alzamiento. Conocimiento que a su vez utilizaría para con el factor sorpresa de su lado proceder a instalar allí un gobierno revolucionario para el Territorio Federal Amazonas, donde se atrincheró en resguardo de las tropas del hombre de La Mulera y, las del “hermano país”; que también solían perseguirlo cuando estaban en conocimiento de sus incursiones en esa zona limítrofe. Es decir, Cermeño luchaba contra dos gobiernos que venían actuando enllavados, aplicándole una férrea tenaza a su ejército; pero tal cosa no lo amilanaba, más bien hasta se entretenía usando como válvula de alivio entonces el intercambio epistolar con un escritor amigo suyo que residía en el exterior, en el Norte. Jesús Rafael Salvatierra era este amigo suyo, con quien discutía permanentemente en sus cartas las estrategias políticas que pondrían en práctica a favor de los más necesitados; una vez obtenido el triunfo, sobre el enemigo opresor.
(...Salvatierra por cierto sería aquel entre sus amigos que por su parte, se embarcara en su propia aventura el año 1929 junto a un grupo de mercenarios y exiliados del régimen, en la más romántica aventura militar marítima a bordo del buque de guerra Swift, que habría zarpado de un puerto Polaco, en Europa; para tomar por asalto el de la ciudad oriental venezolana de Cumaná. Expedición ésta que por desgracia fracasara con tanto estrépito y, en la cual falleciera su líder el General Ramón Archibaldo Dalmaud, al ser descubiertos los sediciosos unos días antes por la inteligencia del gobierno Gomecista; la cual al parecer era muy buena.
     Con la muerte de su amigo el alto oficial, jefe en la misión fallida, Salvatierra huye a Trinidad pero antes de partir echa las armas al mar para que no cayeran en manos del enemigo, acción que fue puesta en duda por algunos de sus propios compañeros, molestos con él al no creer en sus argumentos cuando fueron puestos en prisión y, saberse de aquel, que entonces habría escapado ileso…! —Contaría el abuelo, entre tantas cosas que me dijo.)

     ...Bueno y, hasta aquí llegamos por hoy; mis amigos. Espero que les guste. Escriban sus comentarios; Que para mí es muy importante... Chao!!! 

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