martes, 16 de noviembre de 2021

 


   ...Hola, buenas noches. A continuación la tercera parte del capítulo 1.3 de Andrómaca y Felipe.

1.3.-  —La Confesión—


     Entonces Felipe, viéndose inmerso en los acontecimientos que estaba viviendo por aquellos días, tampoco atinaba a entender por qué todo esto estaría ocurriéndole; cuando en el pasado en situaciones similares vividas por otras personas, era él precisamente quien más las criticaba. Y; entonces cuando en estas cosas pensaba, enseguida evocaba la figura de su humilde aunque sabía abuela, doña Heriberta. Quien para casos como el suyo solía expresar:

“…Ayayay mihijito, ayayay…! Es que naiden, pero naiden, escarmienta en cabeza ajena. Uhmjú…!”

…Cuando esto recordaba, Felipe sentía que le escaldaban la piel a latigazos, pero sin embargo y, sabiendo que la abuela tenía sobrada razón entonces más bien se solazaba en sus palabras y recuerdos. Así que, como contrapartida del dolor que todas estas cosas que ahora siendo adulto le ocasionaban, traía a su memoria algunos episodios gratos de su lejana niñez —en verdad una cosa de niños; al menos, comparado con lo que hasta hoy estaba viviendo—, mientras contemplaba la delicada figura de Eliodoro dormido inocentemente, aún en su regazo.

…Así; recordaría Felipe en ese momento la vez aquella siendo muchacho y, durante una de sus tantas travesuras, cuando entonces quedó atrapado entre centenares de espinas que le infligieron un intenso dolor en todo el cuerpo; lo cual sucedió cuando la abuela, una tarde como era su costumbre, le pidió que fuera al monte y trajera para la casa un bojote de buena leña. “…Pero eso sí, que sea de cujiyaque…!”  —Sentenció.

“…Luego yo −evocó−, queriendo combinar como era mi costumbre el trabajo con la sana diversión, se me ocurrió llamar a mi amigo de siempre; “Anguito”. Su propio nombre en la pila bautismal era en verdad, Ángel. Ángel Ramón Lezama. Su padre don Liborio tenía un arreo de burros y unos conucos por los lados en que estaban los cujisales de la leña; y, como sabía que a esas mismas horas los animales debían ser llevados a pastar por aquellos predios, entonces me animé a ir, a buscarlo.

…Ya junto al amigo, montamos en pelo en un par de burros del grupo que llevábamos, los cuales solamente tenían por aperos un sencillo lazo de cabezá hecho con unos precarios y, ajados mecates de yute; para de inmediato, taloneando a los briosos jumentos salimos disparados en una sola carrera por las calles del pueblo desde el patio de la casa de Anguito, hacia lo que todos llamábamos “el  monte”.

  ...Era muy divertida la alocada cabalgata en lomo de aquellos animales, a lo largo de las calles y en zigzag por entre las gentes, los carros y camiones. Los conductores en la calle se asustaban con el tropel y la algarabía en el desbarajuste, complicando aún más la situación los otros muchachos del barrio que nos seguían y, que a lo largo del camino se alborotaban también, sumándose en carrera a pie detrás de nosotros en toda aquella frenética locura en que íbamos… Incluso, en otra oportunidad como ésa, el burro de Anguito que era el más díscolo entre todos, en un acto de soberana y hambrienta torpeza se metió por la puerta de la sala de la casa del telegrafista del pueblo; al verla abierta, justo al entrar su esposa doña Domitila llevando un frondoso racimo de topochos pintones, puesto en un rollete sobre la cabeza. Esto fue todo un episodio, esa vez… Ya lo verán más adelante…!

 …Pero siguiendo con el tema de la leña para la abuela Heriberta aquella espinosa tarde, dejamos atrás la última calle del poblado sumida en un pandemónium y, haciendo gala de avezados jinetes en ciernes enfilamos la carrera a través de un feo basurero a las afueras, donde la gente botaba toda clase de peroles, escombros de construcción, sucios cachivaches, y viejo artefactos domésticos en desuso; “donde curiosamente alcancé a mirar por cierto a un triste rey zamuro parado en ese momento, encima de los restos mortales de un ventilador de pedestal, todo enclenque y, ya vencido. Por tanto, ambos iguales en su desgracia…!”  

…Justo al caer en un suave y hermoso manto de paja Guarataro perfectamente aplanada, peinada, pigmentada de forma electrizante aquella cálida tarde no se sabe por qué causa; o, efecto natural. Que más bien parecía una cobija vegetal cuyos destellos policromos en su variada gama de verdes al sol, en combinación con las ráfagas de brisa que discurrían a través de nuestros afiebrados cuerpos al galope, daba la sensación de que nos introducíamos en otro mundo. Uno muy diferente. “…Enigmático y fantástico a la vez, cual los recreados por el mismísimo H.G.Wells; vistos en constante movimiento, desde su asombrosa máquina del tiempo…!”  —Recordó en éso el joven Felipe, de una vieja película; entonces de actualidad.    

  …El maravilloso lugar por donde sudorosos corríamos sentía yo−, era conocido sin embargo por todos en la Atascosa  como “La Salineta”, y era un sitio muy normal. A cuyos lados tenía por la izquierda  los más  variados arbustos y frondosos árboles: Mamón, Tadare, Matapalo, Alhelí, Pino criollo, Lirios, Pata e’ Ratón, Indio Esnú, Drago, Javillo, Guácimo, entre muchos otros; con una muy conocida quebradita de frescas aunque a veces turbias aguas, que iba serpenteando por entre sus raíces. Seguida a intervalos por abejucadas y retorcidas matas de Coco e´ Mono, sostenidas al sinuoso borde del barrialoso barranco que se formaba; cuyos enigmáticos frutos son unos cuencos de color marrón  oblongamente acampanados y, aterciopelados, que cuelgan dramáticamente de una hebra de bejuco que los une al pequeño arbolito.

     Los que al ser movidos acompasadamente por la suave brisa y, debido a sus pequeñas marcas semejantes a ojos que también tienen, cerca de la base del bejuquillo, entonces el visitante ocasional que los mira de pronto queda invadido por la impresión misteriosa de la observación furtiva, casi voyerista, de algo o alguien que lo acecha;  al desnudar su cuerpo para refrescarse en el plácido curso de agua.

“…Es más; a veces creen oír los bañistas el característico griterío de una horda de Araguatos con sus rostros semejantes a dichos cuencos —en forma de las enigmáticas caritas que cuelgan de los árboles en las dos orillas del caño—; que intimidantes y mostrando sus amarillentos colmillos, se avecinan  al lugar y, peligrosamente, vienen armados con sus bolas de excremento dispuestos a bombardear al intruso. Ahora también, asustado nudista…!” —Se imaginó de nuevo, Felipe.

 …Del lado derecho de La Salineta, en cambio, discurría un largo bosque formado por agrisados cujíes —objeto de la vespertina búsqueda, al menos para mí—, espinosos Punterales,  y una sucesión de mogotes de enrevesada tramoya que con estos se unían y, la gente del lugar suele llamar “Jalapatrás”; cuyas largas y curvadas espinas en sus ramificaciones flexibles como resortes, dan la sensación a la desafortunada víctima que cae en sus garras, de ser succionado al interior de sus entrañas. Que en combinación con el temor y la ansiedad por su dolorosa atrapada, le transfiere a estas plantas un verdadero respeto.

 …Fue allí precísamente en una de éstas,  adonde fui a parar aquella vez cuando perdí el control de la cabalgadura al romperse el debilitado mecate que usaba a modo de riendas, haciendo que el burro pegara un brinco en sentido contrario a donde pugnaba yo por dirigirlo; saliendo disparado de inmediato por los aires, para aterrizar dramáticamente en el mismo centro de una de aquellas temibles  marañas, succionadoras de hombres.

…Lo que ocurrió después como podrán imaginarse, fue una penosa y delicada acción de rescate, por parte de un piquete de parroquianos que armados de sus filosos machetes acudieron al llamado de Anguito, quien tuvo que regresar al pueblo y volver con ellos, para ayudarme en aquellos dolorosos momentos de apuro…!)

     Mientras Felipe estas ya lejanas cosas recordaba, sólo deseaba algo así como el imposible lo cual era poder retroceder en el tiempo —verbigracia, al estilo del imaginativo autor inglés ya citado—; para poder hacer las correcciones de los errores en los que había incurrido a lo largo de toda su vida, especialmente en el último de sus tramos.

     Es por eso  que la evocación de aquel dolor, causado por las espinas del Punteral y el Jalapatrás en tiempos de su niñez, lo cual él creyó en aquel momento como el dolor más terrible que jamás había sentido, tan sólo era eso y nada más; un juego de niños. Comparado con el que en su adultez, habría de experimentar. Era este pues, el de ahora, un dolor terriblemente más intenso, moral, íntimo y, profundo; el cual no tenía ni la màs remota idea, de cómo hacer para aliviarlo.

  …Entonces para evadirse de la realidad una vez más, con lo que tan sólo conseguía un poco de alivio a sus penas, y a su dolor, Felipe continuaba recordando:

(…El día aquel en que, andando de nuevo con Anguito, fuimos a los conucos por petición de don Liborio, su padre, quien nos había encomendado revisar la cerca de alambre de púas; porque había encontrado evidencia en su visita anterior de que algunos animales grandes se estaban metiendo al sembradío. Siendo reparada por él, esa vez. Por lo que debíamos asegurarnos que no hubiera boquetes ni roturas en la misma, que permitiera la entrada del ganado, ni de los venados; lo que pondría en peligro el maíz, los frijoles, las ahuyamas y las patillas.

     Aquel día además, por cierto, procedimos a reparar el “espantapájaros” que había en el centro de la pequeña plantación, el cual se había caído, quizás por acción de la fuerte brisa que usualmente soplaba en el lugar… Algo que  nunca había visto hacer y, lo cual causó en mí en ese momento, algo de temor, porque don Liborio cuando los hacía trataba de reproducir en los mismos un cierto toque de locura, de cosa mortecina; qué sé yo —pensé entonces.

     El espantapájaros una vez repotenciado y repuesto en su lugar habitual, al ser movido por el viento agitaba sus remozados brazos al aire como en un esfuerzo por saludar al observante; pero, con un cierto halo de siniestralidad, lo que quizás hacía que las aves depredadoras del plantío especialmente los Pericos  y Tolditos, se mantuvieran a raya pero siempre al acecho, sobre sus palos preferidos que flanqueaban el perímetro del tosco espacio agro productor.


                                                         ..Continuará.


viernes, 5 de noviembre de 2021

 

                       

     Muy buenos días, tengan todos ustedes. Aquí estamos de nuevo para dar continuación al capitulo número 3; de Andrómaca y Felipe. La confesión.



      1.3.-                         —La Confesión—


  ...Uno de aquellos días justo cuando Felipe se alistaba para ir al pueblo, lo cual ya no ocultaba a su desesperada esposa, había recibido un mensaje enviado por Victoria;  donde daba cuenta de algo que no esperaba, lo cual sabía vendría a amargar aún más, su desastrosa situación amorosa y conyugal.

     Tal noticia no era otra, sino que, Victoria le decía que estaba embarazada de él, razón por la cual el hombre era todo un manojo de nervios ese día. Allí mismo le comunicaba que fuera a visitarla de inmediato, para hacerle saber más al detalle, sobre este hecho.

     Felipe tenía varios días sin visitarla, tal vez porque ya presentía algo en ese sentido. Es por ello que, tal ausencia en él, tenía nerviosa a su la mujer quien pensara que enviando un emisario con su carta, haría que las cosas volvieran más o menos a la normalidad (¿?)… Así que, Felipe, una vez leída la misiva se armó de valor al ser sorprendido en el acto por su esposa; a quien enseguida encaró definitivamente, diciendo:

   ¡Mujer, te he fallado vilmente!

…Ahora mismo, me preparo para ir tras Victoria, de quien, ya tú debes saberlo, estoy locamente enamorado. He decidido terminar con esta farsa, por lo que te pido nos separemos en justo divorcio…! —Dicho éso, entró en una especie de mutis instantáneo; no obstante, esperaba la reacción de su esposa, quien entonces aulló como una loba herida.

− ¡Bastardo! ¡Canalla! ¡Una y mil veces bastardo!

Tiras por la borda todo mi amor y el respeto de nuestros hijos, tan sólo por una fugaz aventura peregrina…?

 …Y entonces, agregó:

− ¡Vete  ya!!!

− Desvergonzado, infeliz; está visto que no eres digno de permanecer a nuestro lado…!

     Al pronunciar estas duras palabras; aquella mujer furibunda en la que entonces Andrómaca se había convertido, en una reacción casi automática parecía se quitaba de sobre sus hombros una pesada Clámide de inmundicias, que con estoicismo en los últimos dos años tal parece soportó como vestido. Aguantando a diario el irrespeto y la traición del hombre amado; del que siempre se había sentido orgullosa, calificándolo aun como el amor de su vida… Pero, ya no más. Estaba harta y, su increíble situación nunca antes imaginada, quedó así develada. No obstante su aparente reacción de fuerza, acto seguido y con estrépito, la burlada mujer empezó a derrumbarse a partir de ese momento.  

     Felipe mientras tanto, con el  rostro entre sus manos, dio media vuelta y en silencio se alejó; quizás para siempre, de aquel lugar que con tanto trabajo y esfuerzo había edificado con el apoyo de toda su familia, hoy en día en discordia, precísamente a causa de sus debilidades, falta de entereza y, en especial,  también de integridad. Jamás pensó caería en semejante condición de desgracia.

“…Era como si algún espíritu funesto, no proclive a la felicidad, de esos que parecen flotar en el inframundo de La Atascosa, hubiera derramado sobre la madeja de su destino los más agresivos ácidos que a partir de allí la debilitarían, hasta hacerla pedazos  rompiendo los hilos que la conforman; nacidos en la rueca de las eternamente laboriosas Parcas, que inexorables van formado el limitado manto de la vida… Entonces, de su alocada vida…!”

   Finalmente llegó Felipe aquel aciago día a casa de la joven mujer, objeto de sus alocadas pasiones y, la causa de su tragedia en aquel tramo de su existencia. Allí se enteraría con lujo de detalles sobre su inesperada paternidad; ahora nada grata, e inoportuna. Lo que sin embargo aceptó con pasividad y resignación, pese a haber ocasionado una gran angustia en su ánimo ya resquebrajado, por la ruptura que con su amarga confesión sellara la pérdida de su familia original; dejándolo envuelto, en las más oscuras y pavorosas sombras de pesar.

     Meses más tarde nacería Eliodoro, aquel párvulo llegado al mundo por la accidentada e ignominiosa unión, entre Felipe y Victoria.

     Para el atribulado padre este niño venía  a ser el insólito yugo de unión entre él y su madre, ahora también su nueva pareja, convertida en los últimos tiempos en su verdadera obsesión, haciendo que ante los ojos de todos allí en La Atascosa actuara como embrujado —a decir de los parroquianos del lugar, mediante la acción de la inefable magia, del enigmático Indio Colavita—; por cuanto, ya no concitaba ningún tipo de respeto entre todos aquellos que otrora, lo habían conocido como un hombre digno y seguro de sus actuaciones. Al punto que, fue visto por todos en un tiempo ya ido como una suerte de héroe popular, habiendo quedado todo aquel legado de respetuosidad e hidalguía, en el más lejano pasado.

     Para la madre del tierno Eliodoro sin embargo, su llegada al mundo no era otra cosa más que su seguridad en el logro de la tan ansiada libertad económica, por tantos años fraguada, ahora derivada de la ya menguada aunque todavía importante fortuna de su marido forzoso. Situación que por años ella deseó y manipuló, llegando a pergeñar toda una maraña de estratagemas para hacerse con los reales de su hombre sin importarle a quién o quiénes, estaba afectando con sus calculadas actuaciones calificadas de deshonestas e ingratas, por parte de Andrómaca;  pues ella, desde que llegó al seno de la familia empezó a trabajar su aviesa idea de apropiación, que la llevaría a convertirse en una persona muy diferente a la que había sido cuando llegó. Tanto es así que era vista con extrañeza y, hasta con reserva, por su propia familia de allá de Calabozo.   Situación que desde hace tiempo habría servido incluso para acabar con la amistad entre su padre y Felipe, muy buenos amigos alguna vez; quienes entonces sencillamente, hasta se odiaban.

     Irónicamente, la llegada al mundo de aquel muchacho si bien no tuvo el verdadero significado que humanamente debía haber tenido para sus padres, por ejemplo en términos de una auténtica expresión maternal por parte de su progenitora, entonces por el contrario fue vista por ella como un cheque al portador; derivado de sus desviaciones obsesivas por el dinero. Pero con los años, también sería ese niño ya hombre que buscando defender el honor, la seguridad e integridad de su madre, el protagonista de una inesperada actuación que finalmente se traduciría en un trágico desenlace (fratricida tal vez?). Que mucho después arrojara otra oscura sombra de pesar y de dolor, aún mayor, en el entorno de aquellas familias; entonces y por siempre, desgraciadas.

 ...Dicho nacimiento pasaría a ser, por tanto, el colofón de aquello que comenzó como un simple juego, después un capricho, más tarde una obsesión; para rematar siendo un auténtico drama que después, degeneraría en una dolorosa desgracia. Prometiendo ser el fin de su propia existencia, pensaba el aturdido padre ya sin uso de razón. Pero que, ni siquiera podía imaginarse el verdadero horrendo final que le depararía todo aquello, consecuencia de sus múltiples errores. Desembocando al final según la cruda realidad en un hecho de características mucho más funestas, terribles y repugnantes que jamás se imaginó. Involucrando de una manera realmente inesperada, precisamente, a aquel hijo que acababa de conocer; ahora tan delicado y candoroso; hoy entre sus temblorosos brazos. Ese hermoso e indefenso niño que a diario, sostenía en su regazo como la pequeña cosa inocente que en realidad era.

     Totalmente libre de todo signo de maldad, de malicia o, de cualquier otro pésimo atributo regularmente presente en la vida de los adultos; ya habituados a aquellas malas acciones que los distancian cada vez más de las sabias palabras de El Señor, hasta llevarlos a la irremediable muerte. Muchas veces violenta y, despiadada.

 …Censurada desde los comienzos de la historia por aquel lapidario: “No matarás”. Del quinto mandamiento que Moisés trajo para la humanidad entera, como legado de El Creador; al bajar de la montaña, aquel lugar sagrado en el desierto del Sinaí. El que junto a nueve más, acertados mandatos todos, conforman un decálogo sagrado que sirve de faro —más brillante, luminoso y guía, que aquel otrora majestuoso; de Alejandría—, en la navegación del hombre justo e inteligente a través del océano de la vida; salvándolo de esos oscuros e innumerables escollos que ésta, en su decurso le interpone.

    Con tan contundente advertencia celestial sobre la naturaleza homicida de los hombres y, en una eventual materialización de tales supuestos, no lograría Felipe entender jamás ni nadie en su sano juicio cómo aquel ser tan bello, desguarnecido, libre de todo signo de perjuicios, pudiera llegar a ser el ejecutor de nada, ni hipotéticamente hablando; mucho menos en la toma de otra vida, también salida de sus entrañas, como sería Wenceslao. Muchísimo mayor que él, además… Por lo cual le pareció escuchar sin embargo, similar a desleídas y agoreras voces del futuro, cómo seguía resonando aquel mandato divino en la memoria colectiva del religioso pueblo de La Atascosa.

 …Donde un día y, por un instante, todos creyeron ver ante sus ojos −supuestamente− la terrible repetición fratricida del Génesis bíblico protagonizado por  Caín y Abel. Pero esta vez, ahora, los nuevos actores serían dos hermanos hijos de este pueblo y, de un mismo hombre; Felipe Gómez. Para quien dicho acto sería con toda la seguridad y certeza, impuesto por el tribunal de su conciencia como el resultado de su única y verdadera culpa. Por lo tanto cargaría consigo a partir de allí e ineluctablemente, con todo el peso de la divina ley.  Tal vez compartida con  Victoria y Andrómaca, que por ser parte activa también en el origen y posterior ducción de los mismos en sus vidas,  indudablemente también dejarían su impronta en ellos.

…Viéndolo bien de acuerdo con el caso planteado, tan sólo serían ambos jóvenes paradójicamente, los verdaderos siniestrados en todo aquello. Independientemente de quién, entre ellos, fuera nominalmente la víctima o el victimario; ya que, la dicotomía planteada en circunstancias tan particulares entonces, dejaba de tener sentido; porque ambos de algún modo eran una cosa y otra, a la vez. Interpretes circunstanciales en aquel fatídico círculo vicioso no por propia  voluntad, sino, por la de sus padres. Al dejar estos abierta, la funesta puerta de aquel lugar común llamado “destino”; que al momento de ser traspasada cuando no debían hacerlo, irresponsablemente también dejaron pasar el lastre de sus debilidades humanas. Que a la larga, quiérase o no, se impondría en aquellos −su descendencia− como un sello distintivo; lacrando todo cuánto en adelante, pudieran tocar.

    ...Y; bien, mis amigos. Hasta aquí llegamos por hoy..!

   ...Continuará.

          ...Buenos días mis amigos. Hoy les traigo la tercera parte del capitulo numero  cuatro de mi libro "Andrómaca y Felipe",...