Muy buenas tardes mis amigos, de nuevo por aquí para continuar lo pautado, en relación a la entrega de mi libro "Andrómaca y Felipe"; esta vez comenzaremos con la primera parte del capítulo 1.3.- La confesión.
1.3.- —La Confesión—
Por cuanto aquel hombre ya desquiciado empezó
a visitarla de forma regular en el pueblo, fuera de lo estrictamente laboral, pareciendo
estar ahora decidido incluso a dar por terminado el matrimonio con su esposa. Aunque
Victoria en un principio lo rechazaba argumentando las razones expuestas por el
hijo de aquellos, el Cura, en su carta recibida en días pasados; y, queriendo
hacerle el honor al religioso por esos momentos tan difíciles, simplemente se
negaba a recibirlo bajo esa nueva premisa —Pareciendo
haber recobrado de pronto bajo los razonados argumentos expuestos por el joven
Párroco, la sindéresis y, sensatez.
Pero con ello lo que hizo fue alimentar más fuertemente y, de una forma muy
conveniente para éste −y
de ella?−, la desesperación de Felipe que ya no se aguantaba
y, como dice la sabiduría popular, en el espíritu de sus muchos dichos y refranes:
“…Tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe…!”. Válido en el caso de la
insistencia, casi enfermiza, de aquel hombre. O; el otro que reza, en
referencia a los planes ocultos de esta mujer y, para sintetizar los deseos de
ambos: “…El que come tierra, siempre carga su terroncito en un bolsillo…!”
…Por lo que de todas
maneras, aun así, llegaría el momento en que Victoria cedería. Recibiendo de
nuevo con renovado agrado, las cada vez más descabelladas propuestas de su ferviente
enamorado; porque ahora ella, además, lo deseaba intensamente también como
mujer.
Fue en una de esas habituales, elusivas e
insistentes visitas de Felipe, cuando éste rotundamente le declarara sus verdaderos
sentimientos prohibidos a Victoria, quien de inmediato le correspondió. Logrando
ambos al fin, el momento cumbre para entregarse con desenfreno y sin
limitaciones de ningún tipo, a la consumación lujuriosa tan esperada por ambos,
de sus amores profanos; donde aquel individuo, ahora desconocido, se dejaba arrastrar
por el deseo carnal y la pasión mórbida que la joven Victoria le inspiraba. Actuando
irresponsablemente a espaldas de todo aquello por lo que siempre había luchado —pero; en contra de su voluntad, él entonces
se justificaría.
…Dejándose llevar de la mano por el hado que
le sirve al señor de los pecados y, casi como un imberbe adolescente, olvidando
toda una vida de rectitud. Pero lo que es más aún, traicionando la confianza de
su esposa e hijos quienes, a la sazón, ya no tenían la más mínima duda acerca
de cuáles eran sus aviesas intenciones.
…En especial Wenceslao, que había venido
notando paulatina y sostenidamente un odioso enfriamiento en su otrora ardiente
relación con Victoria; que si bien él, como joven que era lo asumió de una manera
franca y natural, sin embargo con el tiempo aunado a sus obligatorias ausencias
del pueblo por motivos de estudio, se fue dando cuenta de que tal vez la estaría
perdiendo para siempre. Pero jamás pensó seriamente que hubiera otro motivo distinto
de tal distanciamiento, mucho menos que fuera por causa de su papá. Aunque en
el fondo llegó a imaginar tímidamente algo como éso y, al pensar en ello, se negaba
rotundamente a tan concreta y tortuosa realidad. Porque ahora era cuando más la
amaba.
…Persuadido ya Wenceslao de la difícil
situación en que estaba inmerso, a veces trataba de razonar buscando comprender
su retorcida realidad que lo golpeaba sin piedad, resultando ser para él una
lucha interna sin sentido en contra de su misma familia; pensando que no podía
ser cierto lo que estaba viviendo y que, tal vez se trataba más bien todo aquello
de una funesta jugarreta del destino…Como suele decirse en estos casos de momentos
tan desesperados y, cuando se está en medio de una inmensa y terrible desorientación.
Pero el joven ya desesperado en medio de la horrible oscuridad de sus
tribulaciones, caía al fin irremediablemente en la dura y absurda convicción de
que su rival, su contendor que además le había arrebatado el único y su primerizo
amor en la vida, era nada más y nada menos que su propio padre. Una extraña situación
que hizo estallar en su ánimo con contundencia letal aquella pétrea, aplastante
y, lapidaria realidad; introduciendo un cambio de tal magnitud en su vida que
jamás se lo habría imaginado.
…Y; desde que Wenceslao se convenciera de
semejante “detalle” en su vida, comenzó por albergar en su mente y en su
corazón primero, una incontenible frialdad de ánimo que pasaría a ser luego un
gélido sentimiento de repulsa hacia la nueva pareja conformada por Felipe y
Victoria. Pero en especial en contra de su progenitor; para después —cual toledana daga, como punta de
estalactita clavada en lo más profundo de su ser, lo mantenía gimiendo de
rodillas por su tan temprano fracaso— convertirse aquello
aun, en unos irresistibles deseos de aniquilación; hacia ambos por igual.
…Unas personas que habrían hecho de su existencia
un verdadero infierno. Cuando en el pasado, fueron para él dos de sus más
grandes motivos de amor y, felicidad; todo lo cual ahora veía con estupor desmoronarse
ante sus ojos, como dos vulgares quimeras hechas de arena; sostenidas
precariamente, a la orilla del mar. Algo que sin quererlo entonces vio claro y,
simplemente, abrió sus ojos por primera vez; comprendiendo que siempre habría
carecido de bases sólidas a la hora de construir, pues todo a su alrededor, había
sido edificado en el aire.
…Wenceslao no se imaginaba ni en su más remota
y violada inocencia, que toda esta situación derivada de su relación con
Victoria y, la de ésta con su padre, le tendría deparado para más adelante, todavía, la más cruda y cruel
de las tragedias… Sólo que, irónicamente para ese momento, no se daba cuenta de
lo verdaderamente involucrado que a futuro, estaría en ella; pues simplemente
entonces, ya estaría muerto. Pasando a ser él, quizás, como una especie de
cordero de sacrificio sobre el cual recaerían las culpas, quedando reservado
para un holocausto que entre todos de una u otra forma ayudaron a preparar;
donde cada quien fue colocando piedra sobre piedra y, un leño tras otro todos
encendidos con su fulgurante llamarada, hasta levantar el necesario montículo
pétreo sobre cuya cima yacería inerme, inanimada, la cadavérica triste estampa
de Wenceslao Gómez Katay. Para ser devorado sin piedad, por las candentes
lenguas de fuego avivadas por el maléfico soplo del fatum de su corta
existencia.
“…O; tal vez en su muy
particular situación, sería atormentado por las dentelladas de las fatídicas hermanas
del Érebo: Alecto, Tisífone y Megara, (según Virgilio). Enviadas tan olímpicamente por
los poderosos rectores del heleno cielo
a su triste despedida de este mundo —solazados
aquellos entonces en sus bacanales juegos—, a cobrar lo
suyo; cuando los verdaderos culpables quedarían impunes −Victoria, y Felipe−,
al gritar estos el nombre de la terrible triada infernal en perjuicio de otro; y,
en detrimento de su humana persona: ¡Erinias! En contra de un hombre inocente. Wenceslao.
En vez de hacerlo entonces, también, como cuando Orestes aun siendo culpable que
no era este el caso, fue juzgado por el Areópago ateniense absorbiéndolo de sus
culpas; pese a ser éstas, unas bien
terribles. Usando para el procesado, aquella vez, la antífrasis significativa de
la benevolencia de sus verdugos: ¡Euménides!
…Para al menos de este modo aliviar la carga
de su ignorada víctima, por parte de los verdaderos responsables de esta historia
siniestra; que gritaran desesperados movidos por el peso de la culpa en su
conciencia, aquel otro nombre. Embebidos y sudorosos como estaban en el clímax
obsceno de su placer concupiscente, donde
la voz cantante la llevaba el padre, de un joven e inocente enamorado...!”
--- o ---
La ya impúdica Victoria, mientras tanto,
disfrutaba aquellos furtivos encuentros en su guarida del pueblo dejándose
llevar por su “amor sincero”, que ahora decía profesar a Felipe; pero además,
ella sabía que con éso, tendría por fin a su disposición la tan ansiada
libertad económica que le abriría las puertas de una vez por todas, a su
espíritu de codicia y afán triunfalista de puro lujo. Conformado en los últimos
años por un alto grado de ostentación, derroche y, consumismo sin control; lo
cual no se esforzaba en ocultar. “Atributos”
tan negativos que, ya para todos se
habían convertido en una fatídica mácula que opacaba su real belleza, despertando
en la gente que la rodeaba cualquier tipo de comentarios y chismorreos, con el agravante de que también, se le
asociaba cada vez más de cerca con el temible personaje del pueblo, Ruperto
Colavita alias El indio; quien por estos tiempos era percibido como el artífice
tras bastidores en la funesta transformación de la personalidad, de Victoria
Sarmiento.
“El indio Colavita” llegó a ser visto en
esta etapa por la gente, muchas veces ávida de un perverso sentido del deseo y,
siempre con la tirria por delante en casos como éste, un tipo con un extraño
concepto de la sexualidad, atrapado en su lujuria reprimida; en la inexplicable
relación con su nueva y flamante amiga —viejas
pacatas de pueblo, decía ella, al respecto—. Cuando era “el
segundo hombre que la visitaba en su casa”; por lo que estaban convencidos de
que éste, en sus frecuentes contactos a
solas, la “manipulaba” con desvergüenza, a su favor mediante el uso de ocultos
brebajes y, su charlatanería habituales.
…Una cosa que en el más estricto sentido
literal podría ser cierta. Pero, cuan lejanos de la verdad estaban, pues
Victoria ciertamente pudiera ser quien utilizara al indio, si es que se hablara
de alguna relación de dependencia entre ambos. Más allá de sus contactos
meramente clientelares; o, de simple trabajo.
Puesto que, con su astucia había sabido ganarse para su causa y, sin reservas,
al taimado y aprehensivo personaje; quien por cierto no sería, precisamente, ni
el más lejano prototipo de hombre para tan hermosa, calculadora y, exigente fémina que ella era.
Para El indio Colavita por su parte, la
verdad sea dicha, era más que suficiente con que una mujer de su calibre, talla
y atributos tan sobrados, lo aceptara a su lado como su único colaborador; y
además, creyera en su magia. Algo muchísimo más importante para él que
cualquier otra cosa, incluso, que ella misma como tal. Por lo que en este
punto, las cosas andaban parejas.
En
cuanto a Felipe, respecto a los comentarios malsanos en boca de la gente y
allegados de Victoria, tal parece que hasta ahora no se daba por enterado, toda
vez que, en ningún momento hacía mención alguna respecto a tal situación; como
si adivinase la verdadera animosidad en el comportamiento de aquel extraño
individuo en relación a su nueva pareja. No obstante insistían en que, su
comportamiento era más bien permisivo, tolerante, de seguro por su propia
metida de pata y, mal juicio. Pero él, aducía en su defensa que prefería callar
para no causar ninguna discrepancia entre él y su amada, junto a la cual “estaba
disfrutando de lo lindo” —según
comentario malicioso, hecho personalmente a un amigo—;
con aquellos “amores perrunos”. Según los calificaba Andrómaca; que para ella y
sus hijos, estaba aquel protagonizando.
...Y; bien. Hasta aquí lo dejamos hoy. Espero lo disfruten...!
¡Chao!