Muy buenas tardes mis amigos. Una vez subsanados ciertos problemas técnicos con Internet —no se olvide que estamos en Venezuela—, por acá de nuevo con lo prometido: Andrómaca y Felipe,
Capítulo 1: Los Huéspedes (Continuación)
…El recuerdo viene a colación, en base al comentario o más bien confesión que justo en la iglesia, le hiciera Chuíto a Felipe —aquel miércoles santo—; un día cuando éste, le dice de nuevo a su hermano menor las mismas palabras de costumbre. Con que solía detenerlo, al tratar de emplazarlo sobre su posible relación con Victoria:
“…Siempre estás viendo
fuego en todas partes y, bla, bla, bla”.
…Como si al decírselo, tan seguido cual su persistente hermano lo hacía, tratara Felipe de endilgarle alguna patología piro maníaca; con el propósito de que el otro, desistiera de tales concejos y comentarios cada vez que le insistía en lo bien que se lo llevaba la joven pareja —Victoria y Wenceslao—.
…Pero con la calculada respuesta de su hermano
mayor, Chuíto no se imaginaba que este en realidad lo que buscaba era ocultar
disimulada y soterradamente, algo que había empezado a intrigarlo; en cuanto a sus propios sentimientos respecto a la muchacha. Porque resulta que ésta,
sobre todo en los períodos de tiempo en que su sobrino tenía que ausentarse debido
a sus estudios en Caracas, se mostraba sumamente relajada, distendida, como si
hiciera caso omiso de tales ausencias; razón por la cual cualquiera podía
pensar, que la joven sólo le hacía caso a Wenceslao únicamente por diversión.
Lo que además, parecía tener confundido a
todo el mundo dada su amabilidad y, desenfado
en el trato, hacia todos por igual −especialmente al inicio−.
Esto hizo, quizás, que Felipe empezara a sentirse inclinado o más bien arrastrado,
por la enganchante personalidad y fresca presencia de Victoria Sarmiento; que
tampoco perdía oportunidad de mostrarse propicia, ya dispuesta y hasta accesible,
ante él. Por lo que era en estas épocas, cuando la avispada y astuta joven le
imprimía un mayor impulso a sus ocultos e inconfesados deseos de conquistar al
señor Felipe; con el velado propósito de ver cumplida su promesa a su familia, de
que llegaría el día en que ella los sacaría de la odiosa condición de miseria
en que habían caído. Y; por qué no decirlo, por la soberana irresponsabilidad
de don Eustorgio. Es la verdad.
…No obstante, Victoria
siempre guardaba en un apartado rinconcito de su corazón las cálidas vivencias y
pernoctas que vivió junto a sus viejos, especialmente en una finca que tuvo su
papá a un lado de la carretera que conduce a Camaguán, desde Calabozo; la cual
tenía por nombre “Los Sarmientos”. Lugar
donde su padre como una forma de hacerle honor, no sólo a su apellido sino
también a sus beodos amigos de otros tiempos, había hecho instalar una costosa
bodega con los más preciados vinos del valle de Mendoza en Argentina; país de
donde provenían sus ancestros, los cuales traía siempre a colación en prolongadas
tertulias con sus pares y, en homenaje a Baco.
…Sin embargo, don Eustorgio
no sólo le dedicaba tiempo al trabajo de
la finca y a sus amigos, sino que, tenía entonces dentro
de su rutina semanal sacar a pasear su familia a lomo de bestia por las sabanas
Sarmenteras, donde Victoria que era la mayor entre sus hijos, atendía con
abnegación a sus hermanos más pequeños; mientras todos se bañaban en un rio de corrientes
cristalinas que discurría por la parte Sur de la propiedad, antes de internarse
en las pacíficas y reflectantes aguas del emblemático Estero de Camaguán.
…Donde todo tipo de animales de la zona se
daban cita: Entre garzas, chenchenas, patos y alcaravanes que se oían graznar y
cantar a lo lejos, en que de seguro se acicalaban con sus mejores galas
contemplándose en aquel espejo de diáfanas aguas, para recibir del Apure al
gabán golillú; que de manera regular, año tras año, recalaba por aquellos lares
como respuesta ancestral de sus ascendientes. Al vitoquearse en los garceros mostrando a los presentes cada vez, la vistosidad y firmeza de su
característico gollete de donde procede su nombre.
“…Usualmente —se solaza
Victoria esta vez, feliz en sus evocaciones de niña, aquella tarde crucial en
la oficina; de donde saldría con una respuesta definitiva sobre lo que sería su
destino por venir— en estas romerías por
los terrenos de la finca, mi padre cazaba o pescaba la comida que, alborozados,
disfrutábamos todos; segura como estaba en aquellas despensas naturales,
especie de ricas cornucopias que hacían infalible el excelente desempeño de don
Eustorgio con el rifle o el arpón. Eran pues, aquellos, bellos momentos de felicidad en que mi papá después
de una opípara comida, que él mismo junto con sus amigos preparaban, nos reunía
a todos en círculo debajo de unos frondosos árboles de Matapalo… Y, enseguida, nos
leía en voz alta historias gauchas de las pampas argentinas. Haciendo especial
hincapié en breves y continuas interrupciones para marcar algún detalle o
similitud de la vida, y las costumbres en aquellas australes praderas, con respecto a la de los llaneros de aquí; por
los cuales también mostraba un especial respeto.
…Solía leernos en esa época la poesía
autóctona argentina de José Hernández; explicando con maestría las intemperantes
aventuras gauchescas de su "Martín Fierro". Así mismo, le gustaba
mucho declamar con su propia voz engolada y, en febriles arrebatos beodos junto
a sus amigos de vino y grappa, el poema gaucho "La Leyenda del
horcón"; dejando destilar a su manera una mezcla de profunda tristeza y
vehemencia, al mismo tiempo, identificado entonces con el característico amargor
−según
él−, de la emblemática y cotidiana yerba
mate… Cuando empezaba a decir:
"…Les voy a contar un cuento, aura que el agua y el viento train a la memoria mía, cosas que nadie sabía y que yo diré al momento…!”
…Y; por ahí se
iba.
Fue en esas reuniones familiares donde
Victoria desarrolló y sembró para siempre en su corazón, un amor muy especial
hacia su padre, el viejo don Eustorgio, quien no escatimaba ningún tipo de sacrificio
ni esfuerzo para hacerlos felices a todos por igual; al menos, mientras tuvo a
su disposición los bienes de fortuna que se lo permitieron. Pero jamás se
imaginaron en ese momento, que vendrían tiempos muy tristes, como aquellos
posteriores a la debacle de "El Encuentro".
Por todo éso, cuando el viejo cayó en la desgracia
en su vida —por las causas
que haya sido—, los miembros de su familia fueron muy
condescendientes con él y su mala pata; que por añadidura pasaría a ser también
la de todos, por ser al comienzo el único sostén del grupo familiar… Afortunadamente,
o tal vez como retribución a su don de buena gente y carácter dadivoso que
ostentó siempre don Eustorgio, mientras pudo, Victoria logró estudiar en
Caracas bajo la tutela de su tío materno don Hermógenes Soler. Quien residía cómodamente
en aquella ciudad, donde hizo carrera en una institución financiera de alto
nivel, ya graduado de Economista con la
ayuda de su cuñado, precísamente; cuando el tío era joven y, su padre próspero. En algún momento estelar de la larga cadena de picos y depresiones en la
accidentada vida empresarial de su viejo.
Sería entonces por tantas cosas bonitas que
Victoria Sarmiento vivió y, que siempre recordaría −al
lado de los suyos−, que no dejaría pasar la dorada oportunidad
que ahora se le presentaba como en bandeja de plata; aunque fuera para
reivindicar de algún modo el perdido lustre de viejos oropeles, de aquella vida
pasada.
Y; para ello, necesitaba vencer toda una
serie de prejuicios impuestos, lógicamente, por los patrones culturales familiares
en que se había levantado. Por lo que, sabía bien no era la mejor manera de
obtener las cosas que pensaba, aunque también que no había forma más directa
que pudiera presentársele para lograrlo.
…Como esta de ahora en que dos hombres con
posibilidades de fortuna para ella, se debatían por poseerla de forma exclusiva;
pero, en la intrincada ecuación de aquel enrevesado e inescrupuloso cálculo, no
contaba la astuta mujer con la sorprendente intervención de la variable del
amor. Para repentinamente caer golpeada con insistencia esos días y, en
especial aquella tarde de decisiones trascendentes en su vida, sentada como
estaba a solas frente al escritorio en su oficina donde ya sin darse cuenta, la
cubría una insipiente penumbra que se cernía sobre el lugar; dejando entrever
en las suaves y lindas líneas de su rostro, las siguientes interrogantes: ¿Lograría
enfrentar el reto más importante, a todo trance, como era aquel de pasar por encima
de la bondadosa señora Andrómaca…? ¿Se decidiría por Felipe o, por Wenceslao?
¿Qué pensaría de éso, su propio padre; y, la misma gente en la finca que le había
dado su confianza? …Bueno, todo esto estaba por verse…!
…En definitiva y, en honor a la verdad, Victoria
Sarmiento se sentía realmente atraída por Wenceslao con quien ya había
intimado, al punto de entregarle su virginidad en un súbito arranque de amor
apasionado, haciéndolo en efecto posteriormente, varias veces más; pero, estaba
consciente que por esa vía no lograría, tal y como se lo había prometido a sí
misma, la segura solvencia económica que juró obtener. Al menos no, por ahora; porque
al muchacho aún le faltaba mucho para consolidar su posición y, ella no estaba
dispuesta a deshojar la margarita por tanto tiempo en una larga espera que bien
podía ser estéril para la obtención más oportuna de su tan esperada cosecha.
…Entonces la opción de Felipe, aunque la
más espinosa y hasta perversa, era la que le ofrecía una mayor eficacia en el
logro de sus metas.
Para entonces, ya las continuas ausencias
del joven Wenceslao aunque en contra de
su voluntad, venían siendo aprovechadas al máximo por el curtido e implacable don
Felipe que, a la postre, arreciaba en sus decididas pretensiones por la hermosa
mujer. Dándole a entender cada vez que podía por aquellos tiempos, "que
estaba dispuesto a traspasar, llegado el momento de las chiquiticas" −decía−,
hasta el último escollo en su camino representado por su propia esposa; porque
el amor que por ésta albergara en su corazón, había sido reemplazado ya, paulatinamente,
por un nuevo impulso apasionado que a diario la joven le inspiraba.
…Alimentado cada vez más por largas jornadas
de trabajo juntos a que se sometían, muchas veces hasta como pretexto de su rebuscado
comportamiento, aunado al gran poder de los encantos de tan deliciosa mujer,
que ella sabía era y, habría aprendido a explotar bajo el asedio de aquellos
dos frentes de batalla tan disimiles: Uno; el hijo locamente enamorado e inexperto,
además sin dinero real, pero lleno de frescura y con un dejo de inocencia, pero
tan sólo cargado de promesas a futuro. Otro; el avezado padre como toro corrido
ya en siete plazas, acaudalado pero
bellaco y calculador, que sabe lo que quiere; cómo y, cuándo tomarlo.
Sin
embargo Victoria; con tal de lograr sus objetivos a corto plazo como era su
propósito, bien sabía que de nada serviría en este caso, ponerse a valorar en
su justo peso cada uno de los atributos y defectos en juego en aquellos dos
hombres. Que lo más dramático de la situación era y estaba perfectamente consciente
de ello, aun por encima de la relación entre los esposos, el vínculo de sangre
entre ambos pretendientes; configurando en un corto futuro, ciertamente, la
posibilidad de un trágico desenlace. Pero en este punto, ya las cartas estaban
echadas, definitivamente se había decidido a dar el paso más difícil; iría,
contra viento y marea por el deslumbrado don Felipe, el padre.
Andrómaca por su parte, inocente de todo
el vendaval que se cernía sobre ella y en contra de su amada familia, dentro de
poco destrozada, seguía viendo a Victoria sólo como la profesional eficiente
que realmente creía era; siendo aún su relación de mucho respeto y armonía, al
menos en apariencia, con quien en ningún momento había tenido la más mínima
desavenencia o asomo de enemistad. En verdad, poseía una
personalidad envolvente, calculadora y, eficaz; lo que no daba motivo de ninguna
especie para reclamos ni reprimendas, tornándose cada vez más accesible para
todos.
Este comportamiento tan conveniente,
gatopardiano, en la astuta muchacha, hacía que diariamente Felipe se comportara
mucho más atraído por la mujer contenida en ella. Decidido entonces a ir mucho
más lejos, e incrementar la apuesta por conquistarla; concentrándose únicamente
por aquellos días en manifestarle de cualquier modo, lo que realmente él desde
hacía tiempo ya estaba viviendo. Sintiéndose en aquellos momentos en una situación
tan apremiante, en que prácticamente moría por ella; pero temeroso aun de sus
propias conjeturas en oscuros pensamientos allá en lo más íntimo de su ser, respecto
a la joven. Entonces envuelto en el embarazoso escenario de traición hacia su
legítima esposa en que se veía expuesto y que, al mismo tiempo, todavía seguía
negando con la razón lo que le dictaba el corazón.
…Tal vez acuciado por algún sentimiento de vergüenza que aún le quedaba cual rémora, por la traición a su familia que estaba a punto de echar por la borda, de su barco a la deriva; que se movía sin rumbo cierto al garete a través de las encrespadas aguas de la incertidumbre. Cuando sumido en tales momentos en sus pecaminosos delirios, llegaba a su mente la figura de la inocente Andrómaca, junto a la de sus propios hijos; lo que de inmediato hacía que se disipara en Felipe, al menos momentáneamente, sus reales y auténticos sentimientos de pasión relacionados con la hermosa muchacha que tenía por asistente.
--- o ---
…Después de aquello todo siguió su curso en
el apacible pueblito de La Atascosa y, según la vida de cada quien; pero al
parecer, lo que más prosperaba eran los dimes y diretes de la acalorada
relación entre Victoria y Felipe, convertida ya en un drama con los visos
propios de una tragedia griega.
“…Tal
cual aquellas legendarias causadas por los mismísimos dioses del Olimpo. En una
de sus sempiternas apuestas entre ellos tan sólo por el celestial placer de
jugar con las debilidades humanas, basadas en el amor. Mandando a sellar el
dorado carcaj de Cupido, con su última flecha disparada; entonces, directo al
corazón de Felipe. Encerrando a este Dios en una inexpugnable jaula de diamante
mandada a construir especialmente por su orfebre predilecto, Hefesto, para que
no hubiera a partir de allí otro amorío más entre macho y hembra, en individuos
de la raza humana; y, centrando sus travesuras celestiales tan sólo en éste
último.
…Pero para darle a su juego un divino toque de
locura, todavía mayor, hicieron despertar a las Erinias para que fueran a La
Atascosa a restablecer el orden con su implacable furia, castigando a quienes ellas
sabían, habrían de romper su ley…!”
…Acelerándose por esta
vía la declarada aceptación de las insinuaciones que se incrementaron cada día con
mayor fuerza entre la aviesa pareja, alimentando mucho más en Victoria una
especie de interés obsesivo por la obtención de su riqueza temprana, exacerbada
por el culto a lo material y, a la exageración; entonces con marcada tendencia
a la opulencia. Derivada quizás, de extrañas desviaciones debidas a algún tipo
de patología o tara genética que desarrollara esta mujer en virtud del buen
dinero que ganaba en su trabajo, aunado a la “generosidad” de su patrón don
Felipe, quien no perdía tiempo ni oportunidad con sus dadivosas manifestaciones,
para así ganar terreno en su camino hacia la conquista definitiva.
Para este momento, ya la otrora joven
Victoria por todos conocida hace rato habría quedado en el pasado. Operándose
en ella una serie de cambios que entonces quedarían expuestos y que, a partir
de allí la caracterizaron, como una auténtica “linda arpía”, plena de todas sus
potencialidades de una hembra, lista para tomar para sí al hombre deseado; o,
más bien, que le interesara −como
ahora−, pero trocándose definitivamente en virtud de la
avaricia en una muy cruda mujer, fría, pragmática, cuyo único objetivo era el
dinero y todo aquello que con éste, pudiera comprarse. Mientras Felipe por su
parte, pecando de ingenuo tan patéticamente y, hasta de forma voluntaria, quizás,
venía cegado por la dulzura de sus mieles que claramente parecía ya habría
probado.
…A todas éstas Andrómaca,
sumamente alarmada por los cambios observados tanto de un lado como del otro,
empezaba a considerar el peligro de una eventual ruptura en su matrimonio, pero
tal parece se habría dado cuenta demasiado tarde; habiendo tenido ya unos
ácidos encuentros en busca de respuestas al menos del lado de su marido, que
era donde ella sabía estaba el origen de sus problemas. Sin embargo éste,
cubierto por un velo de una recién adquirida malicia tan sólo le respondía con
evasiones, edulcoradas con un supuesto tono de moral que hacía tiempo ya había
perdido. Por lo que Andrómaca decididamente no se fiaba ni en una sola de sus
palabras, pero al mismo tiempo, en el
fondo se negaba a creer que algo así estuviera pasando entre ellos y, por un
tiempo, se animó a darle un voto de confianza para ver si las cosas volvían a
ser como antes.
…Mientras tanto lucharía por salvar su
relación de una forma digna, y lo haría con tesón, argumentos razonados, e
inteligencia; buscando convencer a su marido de la inconveniencia ya comprobada
—al menos, para ella—,
de seguir manteniendo bajo su mismo techo el peligro latente representado por
aquella astuta y, ahora insaciable mujer. En que se habría convertido a su modo
de ver, la otrora inocente, señorita Sarmiento.
…Que pugnaba por arrebatarle lo suyo, el
hombre que desde siempre, había jurado ser el amor de su vida. Pero Felipe,
ciego como estaba por la pasión desmedida que le inspiraba Victoria, se debatía
entonces entre las razonables y por demás pertinentes peticiones por parte de
su esposa, para que la despidiera; y, el
interés que aquella como mujer, despertaba en él.
Victoria
mientras tanto, viendo ya las intenciones de su desesperada patrona la señora
Andrómaca y, en un arrebato aún más malintencionado, hizo arreglos para entrar
en contacto con un conocidísimo individuo del pueblo, ya famoso por sus
comprobadas mañas; El indio Colavita. De cuyos infalibles filtros de amor ya
estaba enterada a través de una amiga, muy cachonda ella por cierto, que vivía
a dos manos entre el placer de la carne y el licor, en el populoso barrio La
Rochela.
Contrataría Victoria al fulano individuo para
que mediante el uso de sus argucias pudiera ayudarla a contrarrestar los deseos
y objetivos de su ahora declarada rival, de que su jefe la echara de casa o;
peor aún, despidiera de su lado. Entonces ella, como una forma de huída hacia adelante
y, teniendo siempre fijo el Norte de sus objetivos, le propuso a Felipe que se
iría de la casa de la finca para una que había comprado en el pueblo; pero,
conservando la relación de trabajo con él. Esto en cierto modo, fue visto por
Andrómaca como un anticipo de su tambaleante triunfo; creyendo erróneamente que
habían prosperado sus súplicas y, peticiones ante su esposo.
¡…Pero cuán equivocada
estaba la señora Andrómaca!
…Pues, la mudanza de Victoria obedecía más
bien a una estratagema suya, aunque dicen que recomendada por El Indio; cuando en
verdad, fue de ella esta salida magistral. Con el fin de ganar tiempo y espacio
más propicios para atraer a su propio entorno a Felipe, de una forma más íntima
y reservada. Por quien empezaba a percatarse en medio de la refriega, de su
valoración no ya como presa solamente y, por su dinero, sino que además comenzó a interesarse en el hombre que este
era; cual su objeto de deseo carnal.
A
estas alturas de la delicada situación puesta entonces de relieve con la
mudanza de Victoria, que entonces vivía
en el pueblo y, no más en la finca, la comunicación entre ella y los hijos del
matrimonio también se había roto; o, por lo menos, tornado bastante más distanciada,
ya no tan amena como lo fue antes.
Sobre todo por parte de Wenceslao quien ya
venía sospechando de algo como esto y, así se lo habría hecho saber a su
hermano el Cura; acerca de la pérfida e impropia relación entre quienes todos
consideraban era su novia y, nada más y nada menos que con su propio padre. Acarreando
tal hecho las naturales incomodidades no sólo para él, sino para su madre; cosa
que ellos por nada del mundo deseaban, ni tampoco tolerarían… Aunque fuera para
él, enamorado locamente de aquella como estaba, el más duro golpe recibido
hasta entonces en su corta vida.
En medio de tan incómoda circunstancia y,
sospechando lo que se avecinaba, el que dio un paso al frente en la búsqueda de
algún punto de equilibrio para que menos gente saliera lastimada, fue el Padre
Leoncio. Mediante la redacción y el envío a Victoria Sarmiento de una extensa,
conciliadora, bien razonada carta donde analizaba las causas y, consecuencias, de lo que estaría ocurriendo; o, en cualquier
caso y mucho peor, estaba por ocurrir. Acción preventiva puesta en práctica por
el religioso, justo una semana antes de
la inesperada mudanza.
Donde la confrontaba con muy certeros y sensatos
razonamientos sobre lo que estaría ocurriendo, entre ella y su jefe. Empezando
por condenar aunque justificando de algún modo la conducta inicial, de su padre
don Felipe; quien haciendo de la atención a un amigo en aprietos un acto de
nobleza y solidaridad de su parte, que en realidad es lo que fue en un
principio, su visita a Calabozo en plan de ayuda a don Eustorgio, pasaría luego
a ser este fortuito contacto entre aquellos dos viejos compañeros de farra del
pasado, de donde se derivara la aparición de Victoria Sarmiento en la vida de
aquel hombre. Y; en consecuencia, también en la de su familia. Convirtiéndose después
esta nueva relación en algo que los conduciría a una tormentosa posición de
reprobatoria conducta, no acorde para nada con la sagrada institución del
matrimonio entre sus padres —argumentaba entonces el Cura.
…Pero también exponía sobre todo y, con mayor
contundencia, las consecuencias de los hechos que tales actos desencadenarían;
liberando los demonios y las bajas pasiones que una vez desatados, en pleno
desarrollo, terminarían por definir la más funesta de las tragedias. Dejando expuesto
un profundo dolor entre los involucrados, en su alocada vorágine; que sólo
garantizaba la destrucción y pérdida irremediable, de todos.
Tales eran los ponderados razonamientos
del Cura Leoncio respecto a tan incómoda situación familiar aquellos días, sin siquiera
imaginar, aún, que precisamente su querido hermano menor Wenceslao, sería en gran medida la principal
víctima en toda esta tramoya que se habría montado durante años; aprovechándose
de sus ausencias forzosas, debidas a sus compromisos de carácter estudiantil allá
en Caracas.
Haciendo de algo que en un principio
parecía un juego, un asunto muy serio. Pero para ese momento las cartas estaban
echadas y, “se habría disparado entonces, la fatídica espiral del indetenible
remolino aniquilador, de los más funestos pecados; y, puesto en marcha a la
misma vez, solapadamente, ya desde hace tiempo…!” —Elucubraba
el Padre Leoncio, en su carta—. Habiendo llegado a un
punto sin retorno, una incómoda situación forzada peligrosamente por la inexorabilidad
de sus componentes; pero sobre todo, por la lujuria y la codicia de dos de sus
actores principales.
Una vez conocida la carta del Cura, sobre
todo entendida en su exacto contenido, fue cuando realmente quedó explicada la
acción de Victoria, al mudarse de la casa en la finca de los esposos Gómez Katay;
decisión que revelaría sus supuestas consideraciones, hacia los conceptos emitidos
por parte del religioso en la misiva.
Pero no, la verdad sea dicha, ya de nada
valían los conceptos expuestos en la referida epístola del preocupado prelado, ni
la aparentemente buena acogida de ésta por parte de Victoria, dándole tardíamente
la razón; pese a estar cargada la conciliadora esquela de tantos sanos concejos
y, buenas intenciones… Pues “la ruleta del destino” que aquellos habrían puesto
en marcha llevados de la mano por la avaricia, las adhesiones bastardas y sus
lúbricos deseos, seguía su curso sin que nadie en este mundo pudiera detenerla;
actuando como piezas fundamentales de su fatídico mecanismo, simplemente dos
personas descarriadas.
…Tal vez más bien unos cuatro o cinco, en este
caso, quienes al mismo tiempo serían en su mayoría unos huéspedes circunstanciales
de aquel pueblo, que vinieron a combinar aquí sus pérfidas actuaciones alterando
entonces sin ningún derecho, el devenir en la existencia de aquellos otros −los lugareños−,
con quienes se relacionaron; truncando para siempre sus más anheladas
esperanzas como seres procedentes de la “inmaculada magia” divina.
...Y; hasta aquí nos trajo el río, como dice el dicho. Espero que les guste. Chao...!
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