¡Hola! Bienvenido a mi nuevo blog...!
En él te invito a acompañarme a través de un maravilloso recorrido a través de las letras y la pintura. Espero que te guste...!.
...Y; como para luego es tarde, entonces: ¡Allá vamos!
. —Otro Viaje—
…En este mismo
tenor dentro de mis remembranzas juveniles me acuerdo cuando también, nos acostábamos
en el patio de la casa sobre un fardo, que extendían mis viejos sobre el suelo;
en el cual yacíamos boca arriba mirando hacia el cielo por petición de ellos
mismos, que a su vez se sentaban en sus silletas de cuero sobre aquel rústico
manto en una de sus esquinas y, nosotros al centro… Mi papá siempre en camiseta
y pantalón caqui de ruedos postizos por fuera, a la usanza del momento —aunque sin ánimos de estar a la moda, por supuesto;
cosa que a él a decir verdad, no le importaba—, calzado de alpargatas sueltas en el talón; mamá
por su parte, de chancletas, iba vestida con
una de sus acostumbradas baticas de popelina, cuello camisero y amplios
bolsillos por fuera, adornados simplemente por una tira de encaje en los
bordes; usualmente para esa época llevaba una, con pinticas de medio luto.
Porque en ese tiempo en mi familia, a mi madre nunca le faltaba motivo para la
sacrosanta costumbre de honrar a sus muertos; incluso cuando se murió “nalga
pelá”, el viejo perro de la casa que creo nos vio nacer a todos nosotros, los
de las últimas “camadas” —como ya dije,
del sexto al noveno de sus hijos—, también en su
caso fue igual.
Así, cuando
mirábamos a los cielos acostados sobre aquel sencillo e improvisado tapete
familiar, mi padre nos decía que ubicáramos visualmente las cabrillas, la
estrella polar, las manchas de la luna, las exhalaciones y, hasta la preciosa
Constelación de Orión, claramente
visible, especialmente en los meses de verano; discriminando incluso
algunas de las partes del famoso cazador helénico en ella —tal cual las estrellas en su cinturón o, en el mazo—.
¡Con semejante
legado astronómico, fuimos creciendo…! Que no por carecer del rigor científico
de la disciplina, de todos modos era un ejercicio provechoso que dejaba un gran
aprendizaje, y que, por lo menos ciertamente nos acercaba en cada jornada a la
certeza de la existencia de Dios, como ente creador de tan singular
majestuosidad; lo cual es el portento del espacio sideral… Abierto ante
nosotros, cual televidentes asombrados pendientes a cada instante de observar
el frontal de un virtual televisor pantalla plana, curvada y, en alta
definición, mediante el cual nos asomábamos maravillados y temerosos ante todo
aquello; a través de la bóveda celeste que a cada noche escudriñábamos. Por
supuesto, como era de esperarse para un muchachito inquieto y pueblerino como
yo, en esas observaciones noctámbulas dirigidas me acostumbraba dormir y,
también soñar:
“…Soñaba por ejemplo, con mucha insistencia, que visitaba
unos extraños mundos y viajaba hacia lejanos planetas. Donde había uno —imagínense ustedes— con atmósfera de ácido sulfúrico
y, otro donde se enseñoreaba un embravecido océano de mercurio con enormes y
encrespadas olas, del cual sin embargo salían uno tras otro ciertos individuos de color y aspecto plateado, relucientes, que me pasaban por un lado sin decir
ni hacer nada; en completo silencio. Dejando tras de sí el surco de pesadas
huellas sobre la playa solitaria, seguidas por sus perturbadoras sombras que me
parecían tan extrañas y sobradamente alargadas; en un insólito paisaje
manierista de valoraciones monocromas. Envuelto todo aquello en un horrible
silencio de textura casi metálica, obedeciendo acaso a que, esos “brillantes”
personajes que pasaban a mi lado durante tan insólita visita de mi parte,
recurrente sueño además, cuando era niño, albergaban ciertamente la convicción
en mí de que al no pertenecer a su mundo y, sabiendo ellos de dónde yo venía,
de algún modo estaban manifestándome su disgusto por lo que los habitantes del mío le habrían hecho al propio; La Tierra. Pero lo que es peor; ahora
también, al suyo.
Con el tiempo,
ya adulto, leí un libro del escritor mexicano Rodolfo Benavides −En la noche de
los tiempos−, en cuya historia se me ocurre pensar como de similar apreciación
(Caso de extraños habitantes en planetas lejanos); por lo que he llegado a
creer que este tipo de sueños son experimentados por muchas más personas de las
que yo creía, cuando era un muchachito. De hecho; creo que son más comunes de lo que normalmente
nos imaginamos, debido a que somos —a mi modo de ver— una misma creación. Nosotros y el universo, éste y
sus gentes. O; si se quiere, "Aliens", según la ubicación y el punto
de vista, de cada quien en él; en su,
extraordinariamente gran inmensidad.
…Entonces, al
contemplar la bóveda celeste mi hermano Efrén me interrogaba, imbuido en la más
sencilla y sincera inocencia; por supuesto buscando similitudes como es
natural, dentro de nuestro propio entorno de vida, de simples muchachos llaneros:
¡Mira Hilario! Aquellas estrellas de la
derecha se me parecen a una vaca y, las otras de al lado, a "Nalga
Pelá"…! —Decía; esto último refiriéndose al perro de la casa,
se acuerdan…?—.
¡No, vale! Ésa de allá —señalé hacia donde él decía— es la Osa Mayor; también llamada por algunos
aficionados, como nosotros, "el carro". Las más contiguas, sí, esas
de ahí, son los perros del cazador —Orión—; Canis Maior y Canis Minor. O; sea,
perro grande y pequeño, pues…! No se te olvide. Acuérdate de aquella gruesa revista del
"Observatorio Cajigal" —así se titulaba—, que nos encontramos una vez en “La Biblioteca”;
donde se hablaba extensamente de estas cosas. Tenía muchas fotos, dibujos y
todo tipo de análisis y, reportajes de
reputados astrofísicos de talla mundial; especialmente latinoamericanos…! ¿De acuerdo?
− Sí, está bien;
ahora sé de qué me hablas…! —Asintió Efrén, al
parecer, aún más desconcertado—.
− De todas maneras
no puedes negar que la más grande, ahora que ya me lo has explicado, es igualita a "la vaca pintá" de mi
padrino Juan de Mata…! —Agregó, riéndose—.
− "Viéndolo
bien" —argumenté
entonces, siguiéndole la corriente—, se parece más a la cochina de mi tía Tina…!
Así; sobre discusiones en este orden de ideas transcurrían usualmente, nuestras aproximaciones astronómicas sobre el ya lullido y, viejo fardo en el patio de la casa.
“La
Biblioteca”, por su parte, sería definitivamente de aquí en adelante el nombre de aquel
basurero del pueblo, donde nos surtíamos de libros, afiches, periódicos y revistas.
…Recuerdo por
cierto, también, la tarde en que llegó al pueblo un grupo de personas del
Ministerio de Educación a mi escuela: Grupo Escolar Monseñor Rodríguez Álvarez.
Éstas tenían como objetivo, esa vez, la promoción de un equipo de teatro escolar
que se encargara de la puesta en escena de obras culturales relacionadas
fundamentalmente con nuestra historia patria; y, la vida y gesta de los
próceres, durante las batallas por la independencia. Sin embargo dichas
representaciones una vez establecido el elenco teatral de la escuela —"Los Alcaravanes"—, se extendieron a la interpretación de
otras; no solamente con el interés por lo nacional, sino que también entraron
en su repertorio aquellas ampliamente reconocidas de la cultura internacional
y, mundial. Además por supuesto, el montaje de algunos de los grandes clásicos… Fue así cómo Hilario
Coba, cariñosamente llamado
"Hilde", quien a decir de sus compañeros y maestros poseía un
excelente desempeño histriónico, se convertiría con el tiempo en Hildebrando Brando ("El Enhebrante". Más adelante les contaré, sobre
tan singular denominación).
Pomposo nombre
era ése escogido durante aquella época sin percatarme del impacto que en
realidad este tendría en el desarrollo de mi vida futura y, debo decir que su
autoría, en verdad fue obra de mi padre, cuando el grupo "´Los Alcaravanes"
del cual yo formaba parte trabajaba sobre una adaptación hecha a la obra
cinematográfica “Un tranvía llamado deseo” —película de Holliwood dirigida por Elia Kazán—; interpretada por el actor Marlon Brando
y, de cuyo apellido
tomaría obviamente el suyo, artisticamente hablando. En cuanto a Hildebrando,
mientras tanto, esto si que tiene una explicación un poco más complicada... "Amanecerá y veremos...!" —Pude haber pensado; pues, recuérdense que aún no había nacido—.
…Y; bien,
cuando mamá estaba embarazada de mí, al acercarse inexorablemente los días de mi
nacimiento papá le dijo, que si la criatura que llevaba en su vientre nacía
hembra le pusiera por nombre "Chezerezade" y, si era barón,
simplemente lo llamara "Hildebrando" —¡Vaya usted a saber por qué, realmente, habría
escogido semejante nombre para mí. Él jamás pudo explicarlo de forma satisfactoria;
o, más o menos lógica… Ya lo verán...!—.
…Resulta y
acontece que mi papá, habría quedado súper impactado por una versión de la
película “Las Mil y Una Noches” basada en el conocidísimo libro de ese mismo
nombre, que una tarde fue presentada en el pueblo con bombos y platillos sobre
una tela blanca extendida entre unas varas de Guasdua sostenidas en las
ramas de un árbol, haciendo las veces de pantalla; "al más puro estilo
Cinemascope”, como mismo bien lo decía el viejo. Entonces para él, Hildebrando,
basado en el nombre del actor protagonista de la película en cuestión debía ser uno bueno
para mí, porque tozudamente se formó la idea un tanto peregrina de que éste
definitivamente debía ser también un buen nombre árabe, influenciado como estaba por efectos de la historia cinematográfica sobre tan representativa cultura del Levante (...No sabiendo
en realidad que éste era de origen germánico y, su significado, es más o menos
"espada de hoja brillante"; apareciendo en la historia en dos
personajes famosos, a saber: Un Papa del siglo once, San Gregorio VII, y un
mártir francés del doce) para su más reciente vástago por venir y, además,
lanzando una moneda a la suerte para confirmarlo, "cara ó sello", habría ganado aquel… Que desde un principio había pensado, y competía en el inocente
juego con otros no menos dudosos, aunque famosos: “Metro Goldwyn Mayer”,
Twentieth Centuy Fox, y "Warner
Bros"; que fue lo primero que viera mi padre sobre la tela entre las
Guasduas.
Mi mamá sin
embargo una vez enterada del asunto ni se inmutó, porque estaba segura de que su séptimo
retoño no cargaría en el futuro con ninguno de tales nombres y además, tenía el
apoyo en secreto de su comadre la señora Berta de Miranda, quien la habría
convencido de que me pusieran Hilario; como su amado esposo, recientemente
fallecido.
Ambos en conjunto
en días previos, como pareja, así lo habrían querido y, serían cuando yo
naciera mis flamantes padrinos de bautizo; pero, lamentablemente, ocurrió lo
del deceso de mi futuro padrino. Por lo que formalmente y, para mí, lo fue más
bien, como figura paterna paralela o auxiliar, además, el señor Diego Carrasco.
…Finalmente se
impuso la sana acción conspirativa de las dos nobles matronas y, como el niño
nació varón lo llamaron, por fin, Hilario; lo cual mi padre aceptó a
regañadientes, tan sólo porque su compadre con quien mantuvo una excelente
relación amistosa, perpetuado entonces su nombre en mí, le traería así a la
memoria sus extraordinarias partidas de "Ajiley" —As y Ley, en
verdad—, y "Carga La Burra"; ganadas en buena lid haciendo llave,
ante sus rivales naturales. Unos hermanos chaguarameros de mal talante y mucha
faramalla que con regularidad visitaban el pueblo, de nombres: Nicasio, y
Nicomedes Santaella; de mucha reputación en todo juego de envite y azar y,
mujeriegos por demás… La rivalidad en cuestión, se dice que tuvo su origen en
los lejanos tiempos mozos de papá y mi frustrado padrino —Sr. Hilario Miranda—; quienes enamoraron sus respectivas esposas,
precisamente en el pueblo de Chaguaramas que dista de aquí unos treintiún kilómetros
aproximadamente. Dícese además que éstos, en ocasión de un baile de arpa y,
haciendo primores al ritmo de un zumba que zumba, se trajeron a nuestro pueblo
las que, dicen también, pudieron ser las novias de los hermanos Santaella —no porque hubieran sido, ni mucho menos; sino,
sencillamente, por ser damas de aquel
pueblo y que, según ellos, tenían que casarse con caballeros de su propia
comunidad. "¡Válgame Dios!" Solían decir en su defensa, las afectadas—; quienes airados, nunca perdonaron a tan intrépidos atascoseños. En realidad mi madre había nacido aquí, en La
Atascosa, pero hubo una época en que mi abuelo
vivió un tiempo en Chaguaramas con su familia, cuando él siendo aún
joven, dirigió un hato por aquella zona;
de allí data esta historia de su presunta vinculación con aquel otro pueblo. Lo
que explica el porqué, llegó a residir por allá.
…Entonces que,
definitivamente y después de todo este embrollo, quedé nominado en adelante
como: Hilario Coba Cobeña, nacido un 19 de Enero de 1940; quedando formalmente
establecido así, en aquel documento de identidad que años después, iría a
gestionar en Valle de la Pascua. Acompañado entonces de mi madre doña Juana y,
mi hermano mayor Agustín.
No obstante lo
establecido por la fuerza de la costumbre y el sometimiento a la voluntad de
nuestros padres, en esa etapa propia de nuestra niñez, al arribar a la edad
adulta quise hacerle un justo reconocimiento a mi viejo don Ramón —Ramoncito, como siempre le decía mi vieja—; por lo que empecé de manera sistemática a
reemplazar mi verdadero nombre (Hilario), por aquel que él había escogido
para mi (Hildebrando), inspirado como ya quedó dicho en la novelesca y
emblemática narrativa propia de la cultura árabe del Medioevo (Las Mil y Una
Noches); representada en aquella vieja película homónima proyectada sobre una
sábana blanca prensada entre dos palos de Guasdua amarrados a las ramas de un
viejo Matapalos.
…Así las cosas,
tan pronto como fui cayendo en cuenta de las circunstancias y peripecias
vividas por mis padres en relación a la escogencia de mi propio nombre en
aquellos días cuando estaba por nacer, de golpe y porrazo comencé a llamarme
"Hildebrando" y, lo de Brando, como ya dije antes, lo adopté a motus
propio por lo de la película antes nombrada del famoso actor “Hollywoodense”;
basado en las obras representadas en la escuela, a cargo del después
famoso grupo "Los Alcaravanes". Hasta aquí, considero que ha quedado
bastante claro lo de los nombres; propio y ficticio, que he ostentado a lo
largo de mi vida.
…Ahora bien, de
forma de poder redondear la idea acerca de mis orígenes y, como pago de la
deuda pendiente al principio de este mismo capítulo relacionado con el
rimbombante nombre de Hildebrando Brando "El Enhebrante", ahora les
puedo contar que lo del susodicho apelativo —entrecomillado— viene a colación porque un tremendo
sobrino mío, en ocasión a una de mis visitas al pueblo en época de navidades,
comenzó a decirme así; según él porque yo, hasta ese momento, le había echado
bastantes cuentos sobre variados y deliciosos escarceos con féminas a lo largo
de mi vida. Pues en ese tiempo tenía bastante suerte con las representantes del
sexo opuesto, era ya famosa mi legendaria relación en especial, con dos de
ellas. La primera fue la inquieta Auristela, quizás la única en el pueblo que
se besó con "El Llanero Solitario"; a juzgar por el grafiti impreso
en el respaldo del autobús, en que junto a mi madre y Agustín fui por primera
vez a Valle de La Pascua. De segunda
estaba una que en realidad, sería la primera dado el tremendo impacto que causara en mí.
Considerada en el pueblo como una "femme fatale", la despampanante y
golosa Marbella Alviárez, con una extraordinaria historia de hombres en su
vida; y, también, otras respetables damitas a cuyos esposos en algún momento,
hecho el bolsa como dice el dicho, les habría comido el maíz por las orillas.
Toda esta mala fama de taimado briboncillo popular que gratuitamente me habría
ganado según Goyo, como él es llamado en nuestro círculo familiar, obviamente
eran pura imaginación suya; pero, lamentablemente me ubicaba en posición para
ser acreedor de uno de los epítetos mejor ganado en el llano —según él; vuelvo y digo—; comenzando a
decirme así, desde ahí mismo aquel día (Enhebrante, pa’ llá… Enhebrante,
pa’cá…!) ¡En fin…!
¡…La vaina es
que hubo un tiempo en que me lo creí! Tal vez sería por éso que lo acepté y,
una vez que echó a rodar, simplemente lo dejé así; porque tampoco hay que negar
que efectivamente, tenía algo de comicidad. Además, nadie es perfecto; jeje…!
¡Pero estaba equivocado! Sobre todo por lo de la deslumbrante dama antes nombrada; cuando, años después —en ocasión de una visita suya para el sepelio de su abuela, Bonifacia Alviárez; misma persona a quien tanto amé, como a mi propia madre. La siempre recordada, doña Boni—, la mismísima señora Marbella se encargó de descorrer el velo que por un buen tiempo había tenido ante mis ojos… Enamorándome perdidamente de ella. Aunque supe resistirme ante sus embriagantes influjos, que bien conocía de cómo hacer para aniquilar a los hombres; tal y como yo mismo sabía, ella lo habría hecho con muchísimos otros en el pasado.
¡Pero estaba equivocado! Sobre todo por lo de la deslumbrante dama antes nombrada; cuando, años después —en ocasión de una visita suya para el sepelio de su abuela, Bonifacia Alviárez; misma persona a quien tanto amé, como a mi propia madre. La siempre recordada, doña Boni—, la mismísima señora Marbella se encargó de descorrer el velo que por un buen tiempo había tenido ante mis ojos… Enamorándome perdidamente de ella. Aunque supe resistirme ante sus embriagantes influjos, que bien conocía de cómo hacer para aniquilar a los hombres; tal y como yo mismo sabía, ella lo habría hecho con muchísimos otros en el pasado.
…A todas estas,
cuando quise conocer los argumentos por los que mi sobrino me llamaba de aquel
modo, entonces empezó diciendo "Goyera" —que así también le
decimos—, con su hablar
un tanto tartamudeante:
− Ti, ti, tío; usted recuerda las agujas de coser calderos…?
Riéndonos
todos, contesté:
− Sí vale…! Ya sé por dónde vienes…!
− Sí vale…! Ya sé por dónde vienes…!
Fue entonces al prefigurar tan graciosa expresión asociada a mis afortunados encuentros con féminas aquellos años, en que comprendí, por el efecto del uso persistente de la hebra y la aguja ensartándose cual lezna de zapatero una y otra vez, en distintos huecos y agujeros, que aquel imaginativo sobrino mío había dado realmente en el clavo, con semejante “tremendura” tan suya; la que una vez comprendida, también, por los demás asistentes en la familiar reunión, nos desternillamos todos de la risa en un coro de ensordecedoras carcajadas… Celebrando tan acertada ocurrencia.
Así pues que,
aquella picaresca expresión del Goyera significaba en verdad mucho más, de lo
que puede ser una simple labor de “corte y costura”; muy propia, por cierto,
entre las damas y señoras de La Atascosa. Aún hoy en día.
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Lo que acaban de leer es un pequeño extracto del libro número uno,"Las Evasiones de Hilario Coba", perteneciente a la serie de cuatro títulos con el nombre de "Relatos Oníricos de La Atascosa". Conformada a su vez por el número dos "Andrómaca y Felipe"; el tres nombrado como "La Casa" y, por último el cuatro "Breve Historia de Inmigrantes". De todos los cuales, iremos conociendo algunas cosas acerca de su existencia.
Dicha serie actualmente está a la venta, en las tiendas Amazon de todo el mundo.
1- Las Evasiones de Hilario Coba
2-Andrómaca y Felipe
3-La Casa
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¡Aaah; pero, qué bueno...! Después de este primer logro efectivo luego de al menos veinte años plasmando primero en hojas sueltas a mano mis vivencias y, otro tanto luchando por lograr hacerlo público, no podía dejar pasar esta ocasión cuando al fin se hizo realidad; para armar la retreta junto con mis hermanos y algunos amigos, que rechiflaron a rabiar con tan agradable acontecimiento... Entonces hasta nos disfrazamos y anduvimos un Domingo por las calles del pueblo mostrando a todos nuestra alegría y contento, tanto que hasta parece se nos pasó la mano; pues, esto sería así a juzgar por lo que a continuación pueden ver gráficamente. En la ejecución del cuadro que para la ocasión tuve la idea de realizar, pasados ya unos días; titulado, precísamente: "La Retreta"... En el que está mi amigo Hilario Coba en primer plano quien luego se empeñara en que lo sacara a él solo, aparte, y señalara a su vez en su propio "postel tipo afiche muy particular" donde aparece posando, el nombre del primer libro, también el de su amigo el autor. Porque como era el que llevaba la botella que nunca quiso soltar, tendría según él, ese privilegio. Vaya usted a saber de dónde lo sacó... Cuando particularmente le daba pena aparecer así junto al grupo, un poco más echado a perder que los demás y, también, lo hacía de ese modo, según, "para que despues que todo haya pasado, no estén hablando paja" —esto fue lo que dijo, como justificándose—. Seguido en ese momento de uno de mis hermanos, Efrén, que vive en San Juan de Los Morros y, el de las charreteras más grandes, es mi amigo el Dr. Alforzo Peñalosa; que justo acababa de llegar de la ciudad de Mérida en Gochilandia, de donde es oriundo, con el espirituoso "miche" para mí, del que Hilario definitivamente, jamás se apartó...!
...Y; por andar de safrisco, he aquí las consecuencias.
Por último unas fotos del escritor con motivo de su primer libro, ya en físico y, en sus manos. En la primera de las cuales aparece con su nieta Nicole, haciéndole entrega de un ejemplar como regalo del día del padre, el pasado mes de junio; luego está la niña, de nuevo, escribiendo una dedicatoria para ponerla en el libro y, despues, el autor junto a uno de sus cuadros. Titulado: "Los Insensatos".
...Es todo por los momentos , muchas gracias y, hasta la próxima..."
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Lo que acaban de leer es un pequeño extracto del libro número uno,"Las Evasiones de Hilario Coba", perteneciente a la serie de cuatro títulos con el nombre de "Relatos Oníricos de La Atascosa". Conformada a su vez por el número dos "Andrómaca y Felipe"; el tres nombrado como "La Casa" y, por último el cuatro "Breve Historia de Inmigrantes". De todos los cuales, iremos conociendo algunas cosas acerca de su existencia.
Dicha serie actualmente está a la venta, en las tiendas Amazon de todo el mundo.
1- Las Evasiones de Hilario Coba
2-Andrómaca y Felipe
3-La Casa
4- Breve Historia de Inmigrantes |
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¡Aaah; pero, qué bueno...! Después de este primer logro efectivo luego de al menos veinte años plasmando primero en hojas sueltas a mano mis vivencias y, otro tanto luchando por lograr hacerlo público, no podía dejar pasar esta ocasión cuando al fin se hizo realidad; para armar la retreta junto con mis hermanos y algunos amigos, que rechiflaron a rabiar con tan agradable acontecimiento... Entonces hasta nos disfrazamos y anduvimos un Domingo por las calles del pueblo mostrando a todos nuestra alegría y contento, tanto que hasta parece se nos pasó la mano; pues, esto sería así a juzgar por lo que a continuación pueden ver gráficamente. En la ejecución del cuadro que para la ocasión tuve la idea de realizar, pasados ya unos días; titulado, precísamente: "La Retreta"... En el que está mi amigo Hilario Coba en primer plano quien luego se empeñara en que lo sacara a él solo, aparte, y señalara a su vez en su propio "postel tipo afiche muy particular" donde aparece posando, el nombre del primer libro, también el de su amigo el autor. Porque como era el que llevaba la botella que nunca quiso soltar, tendría según él, ese privilegio. Vaya usted a saber de dónde lo sacó... Cuando particularmente le daba pena aparecer así junto al grupo, un poco más echado a perder que los demás y, también, lo hacía de ese modo, según, "para que despues que todo haya pasado, no estén hablando paja" —esto fue lo que dijo, como justificándose—. Seguido en ese momento de uno de mis hermanos, Efrén, que vive en San Juan de Los Morros y, el de las charreteras más grandes, es mi amigo el Dr. Alforzo Peñalosa; que justo acababa de llegar de la ciudad de Mérida en Gochilandia, de donde es oriundo, con el espirituoso "miche" para mí, del que Hilario definitivamente, jamás se apartó...!
...Y; por andar de safrisco, he aquí las consecuencias.
Por último unas fotos del escritor con motivo de su primer libro, ya en físico y, en sus manos. En la primera de las cuales aparece con su nieta Nicole, haciéndole entrega de un ejemplar como regalo del día del padre, el pasado mes de junio; luego está la niña, de nuevo, escribiendo una dedicatoria para ponerla en el libro y, despues, el autor junto a uno de sus cuadros. Titulado: "Los Insensatos".
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