sábado, 29 de enero de 2022

 

     

  ...Buenos días mis amigos. Hoy les traigo la tercera parte del capitulo numero  cuatro de mi libro "Andrómaca y Felipe", el cual tengo el honor de presentar para ustedes; y, ahora sí, sin más preámbulos: 


                       4.-     —La cura de una Traición—

    

    Cuentan por cierto que, la llegada del Cura Leoncio a La Atascosa para hacerse cargo de su feligresía y de su templo, pudo coincidir con la natural resignación basada en sus múltiples y achacosos años, de quien fuera su tutor. Convencido don Cecilio entonces un humilde geronte, de hacerle entrega de su obra de toda una vida precísamente a un joven Párroco como lo era aquel. Luego de lo cual sabía y, por su parte estaba deseoso, de ser el protagonista del próximo y lógico acto en su longevo proceso de vida; el hecho luctuoso de su propia partida. De quien fuera por siempre para Leoncio su guía pastoral en el campo de la fe, la piedad y la humildad; pero sobre todo de la autenticidad de hombre consagrado a Cristo como el redentor y depositario de la vida eterna.

   Que a lo largo de sus más de cien años de edad y, con mayor ardor en sus convicciones durante las ocho últimas décadas de su existencia, el recordado Párroco don Cecilio Apóstol del Rosario había sabido transferir esos principios cristianos a muchísima gente; en especial a su discípulo. Haciendo de sus valores su estandarte en una apoteósica, épica, y esperanzadora cruzada en aras de la concordia y, no desde ahora sino, de tiempo atrás −1893−; al convertirlos en una fuerza espiritual como fundamento de integridad del hombre y, argumentación sostenedora de la verdad.

 Vasto conocimiento que trajo consigo al volver después de una larga ausencia y, llamado por él desde el mismo momento cuando llegara aquí a este su pueblo —que aún no lo era como tal—, recién recibido en su sagrada profesión, con el nombre de algo así como “Veritas Dómine” (…Producto de una maravillosa y mágica experiencia de vida en un mundo tan distinto al suyo, donde le tocó vivir por cuatro largos años durante su bien llevada juventud; donde por cierto recibiera el llamado de Dios, cuando ni siquiera pensaba en la entrada al Seminario…!).

 En una curiosa y por demás extraordinaria coincidencia conceptual con una similar propuesta en su espíritu de lucha, impulsada luego por un personaje que sería famoso debido a ello en el mundo: Mahatma Gandhi. Que en el año 1906 bautizara su proyecto con un neologismo derivado de dos palabras del sánscrito que se refieren en esencia, en su significado más literal, a la “persistencia o fuerza de la verdad”. Lo que en un acto de iluminación sin precedentes en el mundo moderno y, en un mismo paquete, condensó en una sola filosofía dada a conocer en todo el orbe como Satyagraha.

 Aunque unos años antes, en el caso que nos ocupa, el piadoso don Cecilio actuó también motivado por una aplicación similar de dicho concepto —sin conocerse aún, como tal, pero sí el mismo espíritu que lo mueve—, sólo que en menor grado; para igualmente hacer frente al despotismo, la tiranía, y ocupación indebida de unos predios en posesión de gente humilde, trabajadora y, desguarnecida de todo signo de justicia.

 …Donde la pertinencia de ciertos principios ético-políticos de gran dimensión espiritual, englobados en aquel término, fueron puestos en práctica por el entonces joven Párroco don Cecilio; como su estandarte de lucha en defensa de aquella gente. Librando una larga batalla tan desigual que en última instancia, a Dios gracias daría sus frutos.

  Más adelante una vez conocidas las luchas del creador de aquel famoso término, envolvente más que de una filosofía una convicción de vida, e inspirado por ello, le gustaba referirse don Cecilio a su humilde experiencia de la “Veritas Dómine”, acuñada por él, con el parafraseo de esa otra que conoció luego: “Satyagraha a la llanera”. Tal y como le gustaba referirse últimamente a aquellos valores con que supo enfrentar sus luchas a favor de los más desposeídos. Desde que regresara de su estadía años atrás, en tiempos de su juventud, precísamente de por allá; de la mítica, misteriosa y, lejana India. Lugar en donde naciera todo aquello.

                                                                 ---  o  ---

  …Habría llegado don Cecilio esa vez en sus tiempos  mozos,  ya ordenado Sacerdote con 30 años de edad, un día viernes 30 de marzo del año 1893, en pleno gobierno del General Joaquín Crespo; justo para enfrentar en dura   lucha y darse a la pelea en su pueblo natal, La Atascosa, en innumerables batallas por la verdad. En ocasión aquellos días de unos litigios por la posesión de las tierras donde hoy en día se halla enclavado, el pueblo en sí, que surgiría de ese conglomerado que lo vio nacer aun antes de ser conocido como tal —después desaparecido para darle paso al existente, todavía hoy en tiempos modernos y, con otro nombre: Las Mercedes del Llano.

  Momento aquel cuando el entonces joven Cecilio supo conservar el valor, el coraje y, la determinación, para guiar a un pequeño grupo de criadores y agricultores durante varios años en la disputa legal contra un acaudalado terrateniente. Que ni siquiera con la grosera intervención de una poderosa Compañía Inglesa asentada en la zona —dedicada a la explotación masiva de productos cárnicos, que luego embarcaban a su país— que lo asesoraba en su representación, ni tampoco con la cooperación del régimen militar de aquel momento, pudieron doblegar “la fuerza y la firmeza con la cual se aferraron a la verdad con gran determinación” estos primeros Atascoseños en el logro de sus más preclaros objetivos.  

  Tomados entonces de la mano todos ellos con aplomo, equilibrio, y sabiduría, por el joven Padre Cecilio Apóstol del Rosario; para salir airosos en sus demandas y, también en la materialización de sus sueños (Génesis fundacional del pueblo original).      

  Acto seguido luego de su merecido triunfo levantarían con sus propias manos, incluido él mismo, la primera iglesia del naciente pueblo unificado en uno solo, simplemente: La Atascosa. Pues antes eran dos vecindarios por separado; Atascosa Arriba, y Atascosa Abajo.

  Después de aquello mandarían un nuevo Cura, de origen español, luego otro que era italiano, mientras a Cecilio lo llamaron a continuar con unos estudios de mayor preparación en Caracas —tal vez para alejarlo de la reciente zona del conflicto, por meras razones políticas; tal vez— hasta que lo enviaron de nuevo a ejercer en el interior, aquí mismo en el Estado Guárico; pero en otras localidades. Paseándose durante años por varios pueblos de la provincia donde también fue querido por su don de buena gente y, entrega absoluta a los asuntos de su fe. Para finalmente, venir a  encargarse de lo suyo que era lo que más anhelaba en este mundo, aquí en su propio pueblo; cuando inesperadamente cambiaron al italiano por cuestiones de salud, y las cosas se habían calmado.

 …Y; no solamente en su pueblo sino en el país entero. Ya que se venía de una fea guerra que, aunque corta, no dejó de ser cruenta; en especial por la trágica muerte en batalla del General Crespo en la Mata Carmelera en Cojedes. Cuando al final de su mandato, y ya fuera del gobierno, quiso someter al General José Manuel “El Mocho” Hernández virtual ganador en las elecciones del ´98 —dicen que manipuladas por él, a favor de su pupilo—, en contra del también general Ignacio Andrade; quien “a troche y moche” de todos modos sería  nombrado Presidente. De cuyo gobierno se hizo nombrar Crespo prevalido de sus influencias, prácticamente su protector personal. Para al año siguiente de 1899, ya fallecido aquel, ser depuesto del cargo el novicio mandatario Crespista, por la llamada Revolución Liberal Restauradora; comandada por el también General, Cipriano Castro.

 …Sería precísamente con la instauración de este gobierno, que el Padre don Cecilio Apóstol Rosario se hizo cargo de nuevo, de la iglesia  de su pueblo; hasta el final de sus días. Ya en tiempos de la democracia.

   Con su sensible fallecimiento ya bien anciano −110 años−, fue cuando sus paisanos en especial las últimas generaciones, vinieron a conocer la mayoría, su nombre de pila: Manuel Segundo Carpio; recordaron algunos más viejos, en el sepelio. Descendiente legítimo del guía de aquellos primeros colonos, iniciadores del incipiente pueblo donde vio luz por primera vez en este mundo; de quien habría heredado no sólo su nombre sino  también, el coraje. 

    Los actos por las exequias de don Cecilio fueron muy sentidos. Se llevaron a cabo en un lugar especialmente preparado para ello dentro del templo, dignamente conducidos por el entonces Cardenal que ese día estaba de visita en Calabozo, don Victorino Mariano Martell −ya casi mascando el agua, también−; quien al conocer la noticia enseguida decidió venir para hacerse cargo y, rendir los últimos honores a su gran amigo de toda la vida. Asistido entonces por el novel Párroco Leoncio Gómez Katay que en ese momento se veía sumamente compungido al caminar junto a Su Eminencia, en honor del viejo prelado fallecido y, durante el sagrado acto del Réquiem. A partir del cual, no se apartaría el joven religioso de su lado, en el cumplimiento de tan digna labor de allí en adelante; durante las honras fúnebres por la memoria de su ya legendario y digno maestro.

  …Y; todo bajo la conmovida asistencia de importantes autoridades civiles, municipales y estadales, junto a la entristecida feligresía en pleno; que a raudales lloraba lágrimas de pesar por su paisano, el viejo Cura.

 …Contó la ceremonia además, como dato curioso, con la regia presencia del único familiar directo que le sobreviviera a don Cecilio, su anciana hermana menor que tenía por nombre Mercedes, al igual que su madre —de cuyo nombre, dicen, viene el del pueblo que surgió después; ya en tiempos modernos—; que contaba para ese entonces con unos bien llevados noventa y ocho años.

 …Se presentaron también ese día unos viejos y amarillentos retratos del célebre paisano en diferentes facetas de su vida, en cuyas borrosas leyendas al pie de foto podía leerse su verdadero nombre (Manuel Segundo Carpio), que tal parece habría ido esfumándose en el tiempo para reafirmarlo con el hasta entonces conocido por todos: Cecilio Apóstol del Rosario. Asumido en verdad por motivos puramente canónicos en honor a su feligresía pero que con orgullo guardaba el otro en ese mismo, en homenaje a sus padres, a la defensa de los derechos civiles de sus coterráneos y, también de su terruño.

 …Realmente, el cambio de nombre vino a significar para él, además, el establecimiento de un hito en su vida; marcando con ello un antes y un después en su desempeño como siervo de Dios y, hombre público. Al mismo tiempo. Siendo esto último, algo que se vio forzado a asumir de forma coyuntural en un determinado momento de su vida, para contribuir de otra manera muy distinta con la materialización de los deseos de su propia gente.

 …Entre los papeles, documentos, fotostatos, postales y fotografías expuestas durante el acto con el propósito de rendir homenaje póstumo a tan ilustre personaje, pero sobre todo en aras de contribuir con un mayor conocimiento de su vida y obra y, en especial por parte de los más jóvenes, también se hizo público un manuscrito con algunos pasajes de su “Controversial viaje a La India” —así, estaba titulado—; algo de lo cual entonces, muy poco se hablaba:

 (…Cuentan que Cecilio, habría viajado a La India siendo casi un niño y, por pura casualidad; entonces un adolescente con muchos ímpetus al que le gustaba la magia, la prestidigitación, y toda suerte de malabares que por su edad, cualquier joven de su condición y de su tiempo se sentiría atraído. Ocurriría a partir de un día en que andaba con su padre en un asunto de ganado, de visita en el pueblo de Valle de la Pascua el más grande y pujante que hasta entonces había conocido,  durante la inauguración de la primera feria agropecuaria del lugar; en la que esperaban presentar dos de los mejores  ejemplares de su propia cría, con lo que aspiraban ganarse un buen dinero.

 Era el año 1877, en un evento que se estrenaba por ser tiempos de relativa paz y prosperidad en el país, durante el gobierno del General Francisco Linares Alcántara, apodado por los defensores de su gestión como el Gran Demócrata. Con el General Guzmán Blanco “pavoneándose” por las calles de París, que antes lo había nombrado provisionalmente en su cargo porque en realidad era él, quien entonces más mandaba.

 …Así las cosas en esos tiempos, en que la gente solía decir soterradamente y, en privado, todo tipo de comentarios puntillosos sobre la conocida afición del Presidente Guzmán por la citada capital  europea, es en ese año de `77 en el que asume oficialmente Alcántara por vía del Congreso Nacional para el ejercicio de su propio gobierno; pero del que por cierto sale muerto en un raro episodio de enfermedad súbita en que según las malas lenguas, decían fue envenenado por órdenes de su antiguo jefe.

 “¡Aaah bueno, así era como se batía el cobre en el Olimpo del poder en Venezuela, por aquellos viejos tiempos…!” —Solía decir don Cecilio, siendo ya viejo, cuando le tocaba abordar este oscuro tramo de nuestra historia patria.

 Pero inesperadamente don Carpio el padre del joven Cecilio —retomando nuestro caso terrenal, en medio de las polvorientas calles del llano—, fue hecho preso en La Pascua el mismo día de la presentación del ganado en la feria, bajo las órdenes de un tal Coronel Pernía primera autoridad civil y,  militar de mayor rango en la plaza; quien lo acusaba de soliviantar a la gente en contra del régimen Guzmancista por allá en su vecindario.

 Un pase de factura por viejos roces que otrora, se dice habrían tenido, recrudecido probablemente por los vientos de guerra que de nuevo soplaban en el país por la actitud directa y de autosuficiencia con que Alcántara se desenvolvía en la ejecución del cargo en su presidencia oficial, haciendo caso omiso de su otrora “protector” Guzmán; entonces claramente desobedecido. Situación que no era vista con buenos ojos por un amplio sector del Guzmancismo conectado a las altas esferas del poder, que observaba en Alcántara un claro rompimiento con el “Comandante Supremo” del para entonces llamado, Liberalismo Amarillo.

  Sería en este contexto en que de nuevo se ponía sobre el tapete una vieja discusión sucedida  años atrás entre el padre de Cecilio y, el susodicho Coronel Pernía;  relacionado con un altercado de abuso de poder por parte de los hombres comandados por este oficial, durante una incursión militar por los lados del vecindario La Atascosa Arriba. En que don Carpio enemigo acérrimo de los abusos gubernamentales en la facción de Guzmán, o de cualquier otro, se enfrentara a ellos esa vez y, con sobradas razones, rodeado del grupo de campesinos abusados que ahí mismo los denunciaron; haciendo valer sus argumentos en el nombre de todos.  

 …Además, era bien conocida la posición de don Carpio en la región, en contra de la tiranía, quien en su momento habría emitido juicios en público condenando al régimen de Guzmán del abusivo acto de fusilamiento en contra de su amigo el General Matías Salazar en Tinaquillo, por meras razones políticas y, por órdenes directas del propio Presidente de la República −que era aquel, entonces−; cinco años atrás, en el `72. La cosa esa vez sin embargo terminó sin mayores contratiempos y, afortunadamente tampoco en ésta llegó a mayores, en Valle de La Pascua; regresando ambos −padre e hijo−, tres días después a casa. Pero sin haber cumplido con el fin que originalmente los había llevado allá.

 …Hasta aquí realmente nada de esto tendría nada especial a no ser que sirviera de contexto general, esa vez,  en que tal cosa habría de ocurrir –susodicho viaje a La India−. Entonces aquel día del año ´77, cuando el fogoso joven Cecilio pasaba por una calle a las afueras del casco central en Valle de La Pascua, mientras esperaba lo que habría de hacerse con la situación de su padre y, dejándose llevar por el bullicio, la estridencia de la música y, una alta afluencia de personas hacia un determinado lugar al descampado, es cuando se percata de la existencia allí de unas vistosas carpas; con el nombre en la más grande de ellas: Gran Circo Imperial.

 Fue ahí en que sin pensarlo dos veces, muchacho al fin, compró una entrada y pasó raudo entre dos individuos con pinta de haber salido de alguno de los cuentos en “Las Mil y Una Noches”, con sendos ejemplares de serpiente boa enroscándoseles en el cuerpo; ubicándose asombrado, por ahí mismo, en un buen lugar sobre las gradas donde quedó maravillado por el espectáculo que se estaba presentando más adentro… despertando en él, no sólo la curiosidad sino también el inquieto gusanillo de la actuación, de lo espectacular; algo que siempre lo habría intrigado.

 …Pero sería al salir cuando en verdad quedó enganchado, al leer un par de avisos pegados con unas tachuelas sobre los horcones que configuraban el pórtico de entrada a la carpa principal; unos afiches finamente dibujados según la estética de la época, y también del tipo de empresa que aquella era. Donde aparecían dos enormes elefantes del Punjab, encabritados con las trompas entrelazadas, como simulando un pugilato; con el fastuoso nombre del circo escrito en arco sobre ellos.

 Estampados los bellos paquidermos en la totalidad del fondo del cartel en una tenue ejecución mediante la técnica del aguarrás; usando finas tintas de la gama de los sienas en combinación con otras de tonos sepia y, enmarcado todo siguiendo la misma textura oriental pero de una tonalidad mucho más oscura que el resto. Con un enrevesado grafismo de cierta inclinación hacia adelante,  que recordaba los viejos textos escritos en sanscrito… Pero era al centro de toda esta cuidadosa preparación nítidamente oriental, donde estaba plasmado el mensaje objeto de semejante despliegue pictográfico.

 …En el que se solicitaban jóvenes de ciertas características de donde se escogerían tres para trabajar en esta misma empresa, previo un riguroso entrenamiento que debería ser cumplido en sus escuelas de La India. Al ver aquello, Cecilio supo de inmediato que allí estaba su futuro; pero en verdad, no sabía que realmente estaba equivocado; aunque no del todo.

 …Cuando iba con su padre de regreso al pueblo, el joven intrigado por lo que había visto en la ciudad, se las arregló de cualquier manera para hacerle saber al viejo la decisión que había tomado; situación que al conocerla no fue fácil de asimilar para don Carpio. Pero también era consciente que de acuerdo a como las cosas se estaban dando en el país, que no salía de un conflicto para entonces caer en el otro, hasta podía ser una buena oportunidad para el entusiasmado muchacho; el que aquí, en realidad, no tendría un buen futuro entonces, dentro de tanta guerra.

 …Donde la vida prácticamente no valía nada; y, era éso lo que más lo angustiaba en relación a los más jóvenes de su familia.  “…Pues aún, estamos lejos del día, en que los militares por fin se pongan de acuerdo en la repartición del país. No han salido de una sola pelea, desde la independencia de los españoles para acá…!” —Decía el viejo.

   Así fue cómo, un día del año 1877 diez días después de su visita a La Pascua, don Carpio estaba de regreso con su hijo para entregarlo personalmente al dueño del circo, con una carta de autorización desesperada; avalada tanto por el gobierno nacional como el indio, según un programa de intercambio cultural entre las naciones; y, una vez que días antes ya había sido seleccionado el muchacho entre un grupo de participantes. Siendo esto sin embargo, como un salto al vacío para el desconcertado padre. Pero en el fondo sentía que tenía que hacerlo, si quería salvar a su hijo, eventualmente, de un futuro trágico.

 

         ...Y;  bien. Ya con esto me despido, hasta la próxima.

 ...Continuará

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