Buenas noches mis amigos...!
...A continuación, el final del capítulo número doce del libro que hemos venido tratando. Con lo cual, damos por concluida la primera parte del mismo.
La segunda parte de este libro lleva el nombre de su protagonista y, es una historia única −no por capítulos−, de una niña que desde su nacimiento vino marcada con el sino de la tragedia. Sin embargo también llegó a ser una artista consumada muy querida por todos en el pueblo de La Atascosa, al que fue llevada de muy joven desde su pueblo natal, Altagracia; y, donde finalmente muere prácticamente de desengaño y, perdida en los caminos de la locura. Su nombre es:
Bonifacia Alviárez.
...Pero esta parte, no será publicada aquí. Quizás más adelante. La próxima entrega despues de ésta, será el segundo libro de la serie.
1. 2.- Penúltimo viaje
…Vimos allí con asombro, varios de sus famosos bocetos de primera mano, incluso aquel cuyo nombre es el mismo del bar, inspirado por cierto en una escena nocturna del mismo; clara influencia del gran Henri de Toulouse Lautrec, que ya lo había pintado y, más antes también, Auguste Renoir. Asombrados incluso éstos −sus aventajados acompañantes−, por la metamorfosis que para bien del arte estaba experimentando aquel gran artista, sin lugar a dudas el más grande del siglo veinte, que habría entendido y concebido el mismo tan sólo como medio emocional de expresión y, no como una búsqueda de la perfección idealista de la belleza en sí.
…Algo que ni siquiera ellos mismos, sin embargo, podían entender ni tolerar por lo menos al principio, cuál era la naturaleza de semejante cambio que por consiguiente lo alejaba del camino fácil, para retomar su trabajo con un nuevo enfoque; una y otra vez, pero siempre sin dejar de lado su inagotable búsqueda… Pues no se sintió tentado a sucumbir, ante el éxito alcanzado hasta aquel momento. Jamás ni nunca.
Después de haber caminado varías veces por las mismas calles y callejuelas, aun hasta repasar quizás por las mismas sin saberlo, por fin, bien avanzada la tarde, nos topamos con la entrada del famoso bar; era casi de noche ya, por lo que de inmediato la atmósfera de su entorno nos hizo sentir la presencia de aquel gran mago de la plástica junto a sus amigos.
Entonces sin pensarlo dos veces entramos y, quedamos asombrados por lo que allí vimos —tal como dije antes—; lo que es para mí, la más grande experiencia que haya vivido jamás en toda mi existencia. Al principio creímos estaría cerrado pero no fue así por fortuna y, sencillamente allí estábamos por fin; entonces nos sentamos primero en torno a una mesa en un rincón desde donde pudimos palpar en tiempo real, tal vez el mismo ambiente reinante de cuando aquel gran pintor, tras cuyas huellas andábamos. Luego cambiamos de lugar varias veces durante nuestra estadía en el mítico bar, donde alternábamos cómodamente con algunos otros visitantes de los que algunos dijeron, habrían venido por razones similares a las nuestras… Todo era bullicioso, un solo jolgorio, "pero al mismo tiempo poseía un cierto orden y calidez característico diría yo que con las audaces, monocromas pincelada cruzadas y, de masas geométricas, dentro de una rica composición cubista" —apuntaría con certeza mi amigo Hildebrando, en aquel momento.
"…Antojándonos emocionados de ver en las muchachas de la curvatura en una de las esquinas de la amplia barra, a tres de ellas que hablaban descuidadamente con sus copas de licor en mano, de meñique levantado y, haciendo gestos parecidos a los de "Las señoritas de Aviñón"; donde observamos una, parada del lado derecho, que pese a su particular belleza tenía cara de perro bravo y, otra, sentada en un puff giratorio, un poco más abajo, con el parecido a la cabeza de un poni de esos que insertan en la silla de las barberías para que los niños se entretengan, y se queden tranquilos mientras los afeitan… Parecía más bien que llevaran máscaras, recordando aquellas usadas por los Zulúes y, otras tribus africanas, como las del Congo; cuando se enfrentaban a sus enemigos especialmente los del ejército belga, enviados por el rey Leopoldo.
...Incluso había al centro, entre tapas y snacks, un platillo a modo de naturaleza muerta con variadas frutas donde destacaban unas, aún con las turgentes formas del fruto más preciado de Dioniso (…Dios del vino y la vegetación en la mitología griega el que curiosamente, según la tradición, moría cada invierno y, renacía en la primavera; constituyéndose por tanto en un símbolo de la resurrección de los muertos. Algo muy conveniente para aquellos dos amigos que de nuevo, una y otra vez querían volver a estar por siempre allí, en ese mismo lugar.); que estaría provocando ya en todas ellas, ciertos movimientos parecidos a los ejecutados por las Ménades…!" —Anotaría Hildebrando, al reverso de uno de sus dibujos a sanguina, de aquella escena; del que a su vez me pidió tomara una fotografía y, también al grupo de damas en cuestión, contra la barra.
Hildebrando hizo allí aquella vez muchos dibujos, y estuvimos bastante rato divagando por ahí entre los parroquianos dentro del local, tomando varias fotografías que aun guardo con ilusión, para luego marcharnos; cuando la noche se había apoderado por completo de la ciudad, razón por la cual nos preocupamos al no conocer muy bien el sector donde nos encontrábamos. Incluso para mí.
Fue necesario pedir ayuda a un gendarme de La Suretté que divisamos apostado en un cruce de vías, el cual para nuestro alivio accedió a ayudarnos. Estaba impecablemente vestido con su uniforme azul rey de grandes botones dorados y, un broncíneo casco con cimera en punta de flecha; gesticulando enérgicamente hacia los lustrosos vehículos que pasaban en un sentido y en el otro por las avenidas, mientras de vez en cuando hacía sonar un silbato esponjando sus cachetes aún más y, cuando esto hacía, veía moverse cómicamente sus mostachos; haciéndolo parecer por lo menos, a éste en particular en ese instante, como a un personaje infantil de esos que están grabados sobre algunas coloridas cajas de hojalata, donde vienen las galletas.
Aquel mismo año antes de volver al país, en su seguimiento a ese maravilloso artista que fue Pablo Ruiz Picasso, Hildebrando viaja solo a Barcelona, España; con el propósito de lograr respirar —según me dijo—, la misma esencia de vida bohemia en otro lugar muy significativo durante la existencia de dicho artista. Sobre todo en sus inicios, cuando entonces era muy joven, el cual no podía ser otro que el emblemático café, “Els Quatre Gats”. Cuyo dueño Pere Romeu era su amigo y, con quien podía verse en sus propios retratos sobre las paredes, el que habría tomado como modelo de su negocio, uno de Paris donde fue socio con otro, Robert de Salis; y, esta fue, la “Taverne du Chat Noir”. Razón por la cual el estilo de este café catalán, era casi un calco al carbón de aquella taberna parisina.
Fue muy grato ver, por ejemplo, una copia del menú del café con asombrosas caricaturas de sus amigos y asiduos visitantes junto a él, en este famoso bar; al mismo tiempo, puede uno recrearse en la sala de representaciones teatrales del lugar, con las obras de su primera exposición individual allí; siendo él todavía un imberbe principiante. Pero ya, aun en estos ligeros trabajos se percibía claramente el embrión de la extraordinaria potencia que a futuro tendría su desempeño en esta materia.
…Después de haber vivido grandes e inolvidables experiencias en el viejo continente, finalmente volvió Hildebrando de nuevo al país. Llegó a Maracay un día domingo, casualmente tan igual al menos sobre el almanaque, a como fuera aquel de su arribo a Paris, cuatro años antes; pero ahora, era el año1975.
La semana siguiente se embarcaría en un bus del viejo terminal conocido como la ARC en Maracay, muy cerca de la plaza Girardot, que lo llevaría a San Juan de Los Morros para luego seguir camino al pueblo de La Atascosa, adonde llegó al día siguiente en horas de la tarde; cuando el tramo final desde Chaguaramas a tan sólo treintiún kilómetros de su destino lo hizo mediante una afortunada cola, en uno de los dos últimos buses que aún quedaban del famoso y legendario "Transporte Micouqui" —que ese día como aquel, venía del mismo lugar a donde por primera vez salió de su pueblo, para ir a Valle de La Pascua a sacar la cédula de identidad—, conducido casualmente por su Tío Pánfilo. Quien en ese momento −según dijo−, le hacía “el quite” al señor Jesús (Chucho) Bianco, que estaba de reposo por una afección no muy grave y, era el chofer oficial.
Cuando finalmente llegó a casa en su pueblo, tenía para ese momento cinco años por fuera, quedando invadido de una gran nostalgia por todo lo acontecido en su vida —quizás también, de seguro, por no haber culminado exitosamente por lo menos en lo académico, sus estudios actorales allá en Francia—, al ver y sentir de nuevo todo aquello que le rodeaba; pero, ciertamente, reafirmándose en una clarísima convicción puesta de manifiesto al parafrasear al gran Neptalí Reyes −Neruda−, cuando dijo: “Confieso que he vivido.”…Algo que se acostumbró a decir justo a partir de allí, según lo explicaba, por todo el arte que vio, sintió, padeció, disfrutó y aprendió allá; cuando ahora estaba aquí, ya en su querido pueblo y, en unión para siempre, de su gente que lo acogió de nuevo con la calidez del recibimiento sencillo pero, profundamente auténtico. Colmado de todo el amor del mundo, como ningún otro.
…Mientras pasaban los días y se aclimataba de nuevo en sus antiguas costumbres pueblerinas, al caminar otra vez calle abajo por donde nació, Hilario de pronto estaba parado frente al mismo lugar donde quedaba aquel basurero que junto a sus amigos de siempre, que entonces no estaban esa vez a su lado, llamó “La Biblioteca” −que tampoco ya no estaba allí, como tal, pues lo habrían mudado a otro lugar−; por lo que todo el lugar se veía limpio, aunque completamente solo.
…Fue así, en ese preciso instante, cuando comenzó a fraguar en su mente la espectacular idea de construir un apropiado local allí, donde funcionara su auténtica biblioteca, una de verdad, real y tangible; como un merecido regalo para su pueblo… Estando en ese trance pensó en otro amigo suyo, el Arquitecto Juan Trias, quien para el momento sabía que vivía en Turmero, abrigando la esperanza de que al saber de sus planes éste también participaría; seguro como estaba de ser aquel hombre un aliado incondicional de las causas nobles. Por lo tanto, se convenció de que al planteárselo, muy pronto todo aquello sería una auténtica realidad. Claro está, para esto habría que buscar dinero el cual pensó sería aportado por los organismos oficiales, si lograba hacerse una buena presentación y justificación del proyecto; en lo cual, además, su amigo Trias de nuevo ayudaría, pues él tenía buenos contactos en el gobierno y, era un experto en estas cosas.
…Ahí mismo comenzó a imaginar cómo sería el edificio. Pensó en un
amplio galpón a dos aguas, con unos sesenta metros de fondo por doce de ancho.
Su altura hasta la cumbrera, unos diez metros; con seis columnas de orden
Jónico al frente, distribuidas de la siguiente manera: Dos al centro, definiendo
la puerta de acceso con una luz entre ellas de unos cuatro metros, las otras
cuatro a los lados, retiradas unos dos metros entre ellas.
Estas seis
columnas sostendrían en la cima, un pórtico triangular que serviría de pantalla
o marquesina, donde estaría escrito un sencillo poema grabado al friso,
dedicado al burrito Bibliotecario. "¿Lo
recuerdan?" Motivo central
de inspiración junto con el basurero, en este proyecto… Y; allá en la
cúspide, en línea con la cumbrera del tejado sobre el resto del edificio
estaría una estatua en bronce de aquel humilde animal, que por lo general suele
considerarse como antítesis del conocimiento, en la memoria colectiva del
pueblo en general; o, del mundo…?
De allí el
homenaje al jumento, con sus lentes y todo. “Comiéndose en ese momento una
revista, cual auténtico bibliotecario" como antaño lo dijera el amigo Roger
Meza y, aunque en su caso, en actitud lectora como fuera visto en la
instantánea fotografía hace ya tantos años; y, lo cual causara en nosotros aquella tremenda impresión
ciertamente tan grata. Siendo el poema en el
pórtico, en su honor, más o menos en este tenor:
I
“...El burro Bibliotecario
de la estirpe de Platero
vino a saludar a Hilario
quien ha vuelto por sus fueros
II
…El burro Bibliotecario
medio hermano de Platero
le confesó ese día a Hilario
¡Lo que cago es un tintero!!!
III
…El burro Bibliotecario
el del Hato Buena Vista
le contó de nuevo a Hilario, que
en lugar de los periódicos
lo que come son revistas
IV
…Bibliotecario aquel jumento
Aficionado a las gacetas
Dijole a Hilario ¡Un momento!
Si no es por una de éstas
Me moriré de jaqueca
V
…Bibliotecario en el almuerzo
Se postrea con papelón
Poniéndole de aderezo
El reportaje a Tío Simón…!”
…Así —siguiendo con los pensamientos de Hilario, evocando la descripción de lo que sería el edificio para la biblioteca de sus sueños, en sustitución de aquel famoso basurero de su infancia—; las dos columnas centrales con el portón que franquea el acceso al interior, serían tres metros más cortas que sus compañeras a los lados las cuales son de ocho. Amarradas arriba las primeras, cerca de la cima, mediante una estructura de hierro forjado que contendrá el nombre de la institución entre ellas y, la cual actuará, en sí misma, como dintel sobre las jambas que finalmente abrazarán los vanos de la puerta principal... Férreamente dibujado el escrito de la identificación por adornados sarmientos, de curvados y ensortijados bejuquillos con sus hojas, aun con frutos, a semejanza de la enredadera de una vid en un parral; donde claramente podrá leerse en cursiva, casi que de corrido: “La Biblioteca”.
…Arriba, por encima del armazón de hierro con el nombre, a ras de los capiteles de dichas columnas con respecto a la parte inferior del marco de acero del escrito y, en la parte superior del mismo enrasado todo esto por una viga de corona con cornisa sencilla a ese nivel, estarán enhiestas −paradas en la vertical de las columnas centrales−, sendas estatuas en bronce bruñido y patinado hasta llegar al nivel superior de las columnas restantes a los lados; representando la figura de una humilde mujer de falda larga, un poco más arriba de sus tobillos… Un brazo levantado sosteniendo con su mano e inversamente —la efigie de la derecha sostiene el cesto con el brazo izquierdo, mientras la otra lo hace con el derecho—, una cesta repleta de manos de topochos en la cabeza; la cual también sirve de capitel a éstas. Conectado todo ello por sendos arquitrabes sobre las seis columnas en conjunción con el entablamento de amarre que las une; y, sobre todo lo cual se asentará la prometida marquesina con el poema dedicado al borrico. El que a su vez estará posado allá, aún más arriba, en la cúspide; como ya quedó dicho. Completando así finalmente una especie de frontispicio algo elaborado que a futuro, sería la característica más resaltante de la construcción; sede de esta muy particular institución —recreada en un solo instante por la sagaz imaginación de Hilario.
…En similitud todo aquello salvando la distancia, al efecto arquitectónico de Las Cariátides, en el Erecteión; monumental templo de la Acrópolis ateniense, en Grecia.
La presencia de las efigies de aspecto femenino sobre la puerta
complementando sus columnas de soporte, similares pero alternas, en el contexto
general vienen también a homenajear a las distintas mujeres del pueblo que con
su trabajo duro —aparte de ejercer el de madres—, son las forjadoras de futuro;
además contribuyentes en el fortalecimiento de la economía familiar y,
mejoradoras innatas de la calidad de vida de sus hijos. Y de su gente en
general, siempre con su desinteresado aporte.
…Es grato recordar
por siempre y, por lo tanto, mientras transcurrían los años mozos de la vida de
Hilario en aquel pueblo, la singular presencia de sus combativas mujeres: Leocadia, Leoncia, Misael, Arcadia, Macaria,
Pancha, Pomponia, Domitila, Dorotea, Elvia, Damiana,
Arsenia, Loida, Luisa, Teresa, y Micaela; por nombrar tan sólo algunas que ahora
vienen a mi mente −según él me lo dijo−. Que en el devenir cotidiano de sus
vidas transitaban por sus calles, mientras ejercían el trabajo de acarrear sobre
sus cabezas, distintas clases de productos; necesarios para la subsistencia
propia y ajena, en el seno de su
comunidad.
"…Cual desafortunadas habitantes Carias, allá en la vieja Laconia, sometidas por la acción de su destino a pagar la bochornosa traición de sus conciudadanos varones; quienes abrazando alianza con el enemigo funesto, las condenaron a sufrir las más penosas labores. Por eso es que, con su esforzado trabajo cotidiano se asemejaban mucho estas mujeres atascoseñas, a estatuas vivientes llevando a diario su pesada carga; al igual que aquellas del lejano pasado, llamadas Cariátides…!" —Anotaría Hilario, en su viejo cuaderno de apuntes.
"…Por eso es que al leer esta nota también me acuerdo —diría Norberto Montiel, El Golfo, recordando a su entrañable amigo—, tal cual me lo comentara Hilario un día, allá en Paris, estremecido de la emoción cuando pensaba en sus querencias; acerca del singular andar suave y sincronizado en muchachas y señoras, de su querido pueblo. Con sus respectivas azafates, cestas, o bateas en la cabeza repletas de frutos del campo; pan de horno, dulces y, conservas… Además de los insustituibles haces de leña de cujíes y de otras resecas chamizas, indispensable en esa época y lugar para sostener el fuego necesario que produce la magia; convertidor por ejemplo, de cualquier simple verdura en un rico manjar… Llegando hasta allí además tras la conversión de esa humilde leña en fuego, el legado histórico universal representado en aquel acto donde el osado Prometeo, sustrajo de la fragua de Hefesto la fulgurante llama de su hogar.
…Entrega por demás incondicional que lo condenara a padecer, los más terribles castigos; encadenado a la más alta y lejana roca. Sufrimientos despiadados a que lo sometieran las terribles Erinias por mandato del mismísimo Zeus, convertidas entonces estas deidades ctónicas, en infernales e insaciables pajarracos ejecutores del castigo olímpico supremo; picoteando las entrañas del valiente sentenciado una y otra vez. No obstante, algo que para el astuto Titán hijo predilecto de Gea, consideraba valió la pena; en beneficio de la iluminación y el intelecto para todos los hombres, sobre la faz de la Tierra…!"
--- o ---
…Mientras tanto, en el recinto de la “verdadera Biblioteca”; que ya no más el basurero aquel, de los tiempos de su infancia, aún seguía imaginando Hilario.
Cuando accedemos a ella nos enfrentamos a un largo y amplio pasillo central, pero de inmediato la vista del visitante es obligada a dirigirse hacia lo alto y al centro, donde se halla suspendido mediante cables un elaborado vitral multicolor a través de cuyos planos se tamiza, la luz solar que entra a raudales al lugar; por las claraboyas en el techo y, los ventanales a los lados.
"…La majestuosa pieza vítrea, elaborada y colocada en su lugar por Hilario con sus amigos de la Escuela de Artes y Oficios de Maracay —Luego Escuela de Artes Plásticas Ramón Narváez—, escenifica pasajes de la guerra de Troya; en los cuales se confunden con los hombres en el fragor de la dura batalla, también los dioses del Olimpo… Junto a briosos caballos que con los ojos virados, el cuello torcido en un titánico esfuerzo por mantenerse con vida y, temerosos de ser pinchados en exceso por las inclementes espuelas de su propios jinetes, se resignan a soportarlo y hasta les dan las gracias cuando estos en alerta máxima, ante tanta muerte por doquier mueven las riendas con violencia, nerviosos, quitándose de encima para cualquiera de los dos el desastre de una ensangrentada pértiga.
…Que peligrosa entonces vuela por los aires en medio de los intimidantes carros falcados, las flexibles lanzas de fresno, diamantinas espadas, puntiagudas picas, terríficas mazas y, escudos de boyunos cueros; haciendo un terrible juego con atemorizantes yelmos portadores de la cimera en crin. Cuando unidos estos últimos al innato espíritu asesino del ejecutante del infame acero, salen a relucir en quien los portan las improntas del gran Diomedes Tidida; a la par de las del Laertíada Ulises por la izquierda, Áyax Telamón y Áyax Oileo a la derecha.
…Mientras por el centro del terroso descampado pareciendo ser testigos en medio de la oscura polvareda, el crujir de la batalla y los quejidos de los muertos, se percibe la más flagrante violación del pacto de honor por los funerales del héroe griego caído; cuando ya se empieza a ver arder mas allá, prácticamente, el túmulo funerario en honor del fogoso, fiel y malogrado Patroclo.
…Ante cuyo exangüe cadáver permanece estoica, en sacrosanto silencio, la flor y nata de los aguerridos ejércitos Argivos, en especial Los Mirmidones. Quedando más abajo en la composición la divina figura del predilecto de los dioses, hijo de Tetis, el por siempre esforzado Aquiles de la gloriosa estirpe del justiciero y piadoso Éaco; rindiendo homenaje póstumo a su malogrado amigo y pariente, al poner según la tradición sobre sus apagados ojos las monedas que espera le den, el salvoconducto último ante Caronte. El eterno barquero del Aqueronte, siempre en sus incansables viajes de ida y vuelta a través de las candentes y sanguinolentas aguas de tan legendario rio, trasegando almas al inframundo.
…Y, colocado de rodillas el glorioso Pelida en la cruda estera de esparto donde yace el cuerpo sin vida del imprudente joven, se ven caer sus lágrimas sobre la cobertura de la entrecruzada plataforma de troncos de álamo, con claras reminiscencias ecuestres; la que dramática se eleva contra el cielo encapotado de Ilión, por entre las negruzcas y ensortijadas volutas de humo, con sus patas abiertas parecidas al del engañoso caballo de Troya que, semi enterradas en la playa daba la impresión anticipara sobre los Teucros, la terrible cólera del Eácida.
(…Parido después de aquello por la ágil e inquieta mentalidad del Laertíada Odiseo, cuando transido de dolor observaba todo al concluir el entristecido acto. Tan atroz e infalible sería, que ni siquiera la perspicacia del brillante y avisado Laocoonte sacerdote de Apolo, lograría hacerlo derribar. Cuando dijera aquellas sabias, necias palabras pronunciadas en primera persona y, ante la presencia del mismísimo rey Príamo, advirtiendo a los teucro sobre un engaño…Sellando con ello su propio y cruel destino junto a sus dos hijos, muertos todos en el acto devorados por dos gigantescas serpientes que de pronto, vieron con pavor cuando emergieron de las encrespadas aguas. Las que se dice fueron enviadas en castigo, por la diosa Palas Atenea; cuando entonces el religioso acababa de expresar su desconfianza, de parte de los dánaos —allí mismo ante el monumental obsequio sobre la playa— y, aún cuando estos trajeran regalos. Tal y como lo dejó dicho para la historia, casi que como un cruel epitafio digno de quedar escrito sobre su tumba: "Timeo Dánaos et dona ferentes…!”).
…Rodeadas todas aquellas escenas, de crepitantes antorchas emitiendo violentos chasquidos con informes figuras de un humo denso, parecidas a caprichosas deidades aladas enviadas al combate por el dios Ares y, ya listas para la venganza; dándose tales ocurrencias por sobre las gibas de la negra arena apilonada por el ponto durante siglos, sumándolas a las tierras de la gloriosa Troya…!" −Según pude leer, y confieso que me gustó mucho, de puño y letra de mi esclarecido amigo.
…Así; al bajar la vista nuevamente nos ubicamos de vuelta en la humana realidad, para luego ver los otros detalles de la útil construcción. A los lados del pasillo central, separados de éste regularmente y, contra las paredes, están las salas de lectura, anaqueles repletos de ordenados libros, revistas, y periódicos; a una y otra mano dentro del amplio espacio. Y; allá llegando al fondo, las oficinas, depósitos, y sanitarios. Más allá, en el fondo de la edificación, es cuando aparece la gran sala de exposiciones, con su espacio reservado para la curaduría.
…A medida que Hilario se iba imaginando todo aquello −según escribió−, podía ver una multitud de jóvenes entrando y saliendo de “La Biblioteca”. Lo que hizo pensara aun más allá, que estaría siendo testigo quizás en ese hipotético instante, del avistamiento de los futuros buenos y necesarios gobernantes para todo un país, de toda una nación; para todos y cada uno de sus habitantes sin exclusión ni distingo alguno… Sin perniciosas ideologías políticas, algunas de las cuales han hecho tanto daño. Tampoco raza ni religión, mucho menos posición social; en fin, por nada de éste ni de ningún otro mundo.
"…Por todo eso es que entonces, descorro el velo de la vida mezquina, individualista, de oscuros matices que al final sé, sucumbirán; ante la avasallante luz del conocimiento humanista universal que fluirá a través de las “claraboyas” de ésta, añorada biblioteca nacida en buena hora, de forma increíble, de un humilde basurero… Cual flor de loto, que pese a su extraordinaria belleza nace, crece y, se desarrolla en el barro; aun siendo éste, como es sabido, mísero y mugriento… Como ahora en este caso, aquí en mi pueblo querido y olvidado… De siempre y, para siempre…!"
…Concluía finalmente así, en sus notas, Hilario Coba. Mi entrañable amigo Hildebrando; O, “Hilde”, como con tanto cariño mi hermana Matilde —tal vez su amor frustrado—, y yo, solíamos decirle. Cuando cada domingo nos visitaba en casa.
“…Más tarde, después de Hilario haber estado absorto frente a tan emblemático lugar en la muy querida calle del pueblo donde nació, regresaría a su casa para luego proceder a escribirlo todo en un viejo cuaderno que con los años conseguí, de mano de sus parientes; y, se trata de estos extraordinarios pensamientos relatados aquí, que se cruzaron por su mente durante aquel su último paseo. Calle abajo en La Atascosa y, más allá…!
--- o ---
…Y; como siempre, una y otra vez la misma figura. Repetitiva, persistente, para entonces dolorosamente nostálgica. Con un Norberto Montiel −El Golfo−, agobiado por la soledad después de unos terribles fracasos en que perdió su familia, los amigos y, ahora, estaba allí en la cárcel, debatiéndose entre la vida y la muerte (…Cuando presuntamente habría hecho una mala defensa de unos tipos con muchísimo dinero, supuestamente ligados al mundo del narcotráfico, pero que él creyó por su cercanía con el gobierno de entonces —con algunos de cuyos miembros aquellos hacían sus negocios—, eran tan sólo afines con su otrora pensamiento ideológico; donde obviamente, las cosas no le fueron del todo favorables…!); y, pagando tal vez sin tener culpa el resultado de haber resucitado, el coqueteo con una vieja fantasía. Aún infestada, con sus vetustas ideas sobre la pretendida aventura de izquierda que creyó conquistaría al mundo entero, empezando por toda América. La que siempre habría soñado; aún vigente en su memoria, desde aquellos viejos tiempos de estudiante en la UCV.
…Y, otra vez:
“…De pronto, finalmente, como impulsado por un resorte Norberto Montiel alias "El golfo" se despertó, cuando escuchó una vez más el agudo y persistente sonido de un característico silbato ya muy conocido y, como siempre, acompañado por un rumor trepidante… Cuando cayó en cuenta que había sido traído de nuevo al mundo real, por la inoportuna acción del paso del ferrocarril que corría allá atrás, por encima de su casa —entonces restaurada, remozada y adaptada a los nuevos tiempos—; pero en su querida Maracay. Una clara analogía citadina que lo retrotrajo a viejas vivencias parisinas, junto a su recordado y entrañable amigo Hilario; o, "Hildebrando Brando". Con cuyos relatos había estado soñando un buen tiempo, antes del paso de la rumorosa máquina…!”.
…Le pareció tan creíble esta misma secuencia después de tantas veces repetida, que en verdad aún entonces, la creyó real; pero no, esta vez algo había cambiado −ya no en sueño, sino en la vida real−. El Golfo se restregó los ojos con el dorso de ambas manos y lo que vio, le dieron ganas de llorar. Estaba tirado en el suelo sobre unos sucios periódicos, en un rincón de una pequeña, húmeda celda, de paredes mohosas y barrotes oxidados; acompañado con un pertinaz aroma de orín, que emanaba regado por la escuálida brisa, desde un cercano y mugriento retrete… Entonces, escuchó quizás por última vez el silbato del ferrocarril, que pasaba justo ahora por detrás del penal, en los valles del Tuy. Luego, tan sólo dijo:
“…Dios mío, qué he hecho…!
.
..Chao, chao, mis amigos...!