Buenos días, mis amigos. Por aquí estamos de nuevo. Ahora les traigo el capitulo número nueve; del mismo libro que ya hemos venido tratando. Las evasiones de Hilario Coba.El primero de la serie de cuatro títulos, titulado: Relatos Oníricos de La Atascosa.. Donde por cierto, se hace un justo homenaje a un gran hombre. Venezolano y, llanero.por más señas.
1.9.- —Epónimo—
Viajaban silenciosos por el reseco camino
polvoriento a lomo de sus bestias, bajo el calcinante sol del llano en tiempos
de Semana Santa. Eran jinetes vestidos uniformemente de caqui, con la cabeza
tocada por sus diferentes como distintivos quepis, según el rango. Lustrosos
correajes color marrón cruzaban sus enjutos pechos, sosteniendo al hombro los fusiles con sus negras
bocas al cielo, todos con polainas en
las canillas y, espuelas en sus botines en el caso de la oficialidad; pero
también en la talonera de sus alpargatas con punta de patente, y de cerradísima trama
de su capeyá, en los miembros
de la valerosa tropa… Era
el ejército oficial
Gomecista empeñado en dar caza a un grupo de sediciosos levantados en
armas contra el gobierno comandado por un carismático General, pero que se habría
hecho difícil su sometimiento porque según se decía tenían al
pueblo de su parte, que inclusive hasta mentía por ellos diciendo que no los habían visto
cuando se lo preguntaban —y; no con suaves
palabras, ni tampoco usando métodos benignos—; para
que no se los agarraran.
Iban los hombres, febriles sobre caballos jadeantes espantándose
los tábanos y las moscas, bañados en un
sudor pegajoso que les adhería los pelos de los sobacos a la tela de sus camisas mientras
el disco del sol aún inclemente cursaba hacia el
oeste, dando a entender sin embargo
que la inexorable máquina del tiempo muy pronto daría por terminada
la dura jornada de aquel día.
Así continuaron hasta llegar a una fila de frondosos árboles, al
lado de los cuales discurría un pequeño riachuelo de aguas frescas. El hombre
al
mando del piquete con un calculado movimiento de
brazo dio la señal que indicaba era éste, el lugar donde pernoctarían aquella
noche.
Se apearon de los animales
que fueron desensillados con movimientos sistemáticos ya predecibles,
bajo la mirada marcial de aquel que había señalado el lugar como punto de acampamiento. Una vez establecido el rancho en dicho
sitio, se refrescaron en el rio después
de acomodar los caballos y, de inmediato se determinó a quiénes correspondía la
guardia, mientras el resto se dispuso a descansar sobre sus mantas cada quien
con la cabeza apoyada sobre las chocontanas de montar; y, allí mismo, desde esa
posición, hurgaron en sus porsiacasos en busca de algo para comer. Usualmente consistía
de carne seca, queso, papelón y casabe; productos obtenidos por lo general
mediante saqueos y rapiña, que practicaban en los lugares
por donde pasaban.
Esta gente era voraz y cruel en sus métodos logísticos de
aprovisionamiento y, en cierto modo se
entendía pues, el contexto del momento en que vivían los ubicaba en una guerra. Sí,
aunque esta vez se trataba nuevamente de una que resultó ser fratricida,
cruenta, despiadada —que prácticamente no había parado desde la firma al
término de aquella otra, que fue la más grande y atroz de toda nuestra historia, la
llamada Guerra Federal; y, pese a lo cual en poco tiempo, luego de un brevísimo
período de relativa paz se embarcarían una vez más, viejos y nuevos capitostes
movidos por la misma antigua causa, en innecesarias y necias revoluciones que
tan sólo sirvieron para engrosar su patrimonio particular, y como siempre, engañar al pueblo—
y, alimentada por el
ánimo y único propósito de conservar el poder por parte de aquellos que la lideraban;
defendiendo las posiciones de privilegio que de por sí les brindaba el mismo.
Disputada dicha especial condición en consecuencia, ferozmente como siempre,
por los contrarios que buscaban tercamente en hacerse con aquel intangible
botín a punta de lanza y sable, a sangre y fuego; enfrascados todos en una
lucha a muerte donde ninguno de los dos bandos se daba cuartel… Pero algo bueno tendría que salir de todo
éso, de tanta atrocidad y tortuoso desempeño de sus actores. Saldría por fin un nuevo país
ante todo…? Quizás
uno nuevo, medianamente pacificado, en las postrimerías de aquellas guerras caudillescas de siempre en donde
cada general u operador político, quería tener la hegemonía y el dominio sobre
sus otros pares; una cosa sumamente difícil
de conciliar. Aun hoy en día.
Transcurre esa noche sin sobresaltos para beneplácito de los centinelas y, al
despuntar el alba, el trompeta aún soñoliento ejecuta las vibrantes notas de su
instrumento dando por levantado el campamento, para de inmediato ponerse todos
de nuevo en marcha hacia su próximo objetivo; que realmente no sabían cuál era a ciencia cierta.
Pues el hombre con su propio y
pequeño ejército el cual perseguían, por agotadoras semanas ya, no fue visto
hasta ahora ni una sola vez mientras
aquel y su gente
habían hecho mella importante, en el gran ejército oficial empeñado en
atraparlos; incluso cobrando varias vidas de éste, en epilépticas escaramusas a las que lo tenía acostumbrado.
El hombre a quien
trataban de cazar era astuto y diestro en el manejo de las armas y de la asimetría en la guerra, además un avezado líder político que se negaba a
entregarse a este ejército con directrices desde La Mulera en Maracay, donde
residía aquel que con la llamada Revolución Liberal
Restauradora había entrado triunfante a Caracas como lugarteniente del que
llamaban El Cabito; después defenestrado y, quien en verdad la comandara, General
Cipriano Castro. Del que
años más tarde se desentendiera el actual mandatario Juan Vicente Gómez mediante
el uso de una jugada infame para derrocarlo,
dejando al que aún era su compadre
mascullando de impotencia por su inesperada pérdida,
convaleciente además, allá en la fría Alemania… Siendo que, en el
pasado, arribaron juntos a las alturas de Miraflores venciendo con su ejército
de gochos a las tropas oficialistas del entonces Presidente y General, Ignacio
Andrade —mayo 23, de 1899; ejemplo claro, del tipo de lucha que se comentó
antes— y, encontrando en su accionar una
magra defensa, acostumbrados ya estos hombres de
palacio al descanso y al reposo; obnubilados, rindiendo pleitesía a su jefe. Engolosinado
como este se encontraba, en las mieles del poder,
empeñado en un grosero gobierno continuista que ya nadie quería.
El General Acevedo
Cermeño maltrecha su gente aquella vez,
salió ileso de este encuentro aciago; pero más golpeado quedaría el otro ejército, ya venido
a menos, después de mucho andar y tanta vigilia yendo tras sus pasos. Esto fue lo que me contó
mi viejo, quien después de haber vivido aquellos hechos volvió a La Atascosa para hacerse cargo de las reses que le quedaban y,
posteriormente también se encargaría, de un Hato legendario por aquellas
tierras; perteneciente a un señor que se apellidaba Lagreca.
…En un vetusto
baúl por cierto, que don Florencio cargaba a lomo de mula o asno en sus
andanzas libertarias con su amigo el General Cermeño, con el tiempo pude
encontrar en el fondo su faja y revolvera
con un Smith and Wesson cañón largo,
calibre .38 en su interior; una cobija de pelo —bicolor;
azul marino y rojo—, la
cabezá y un par de espuelas de su montura y, aún más resguardado en una esquina
del viejo arcón, un rollo de amarillentos papeles donde se contaban muchas más
historias de ellos dos… En los tiempos de su guerrilla, en el ejercito
al mando del aguerrido General guariqueño, quien
juró no dar descanso a su brazo en la lucha contra ese gobierno tan maluco
que mantuvo al país en la oscuridad total; con la gente humilde amordazada por el temor y, cebados en un patético
silencio.
"…Mientras
tanto y, si semejante pesadilla fuera poco, la clase política de la nación
andaba desperdigada por el mundo como hienas canallescas, velando porque el tirano
exhalara su último suspiro; para luego volver a la patria deshonrada y olvidada, a hacerse con los cargos
públicos para los
cuales si bien podían estar calificados
académicamente, no podría decirse lo mismo
en lo moral, en lo ético y, hasta en lo
humano…!" —Solía decir Cermeño..
Pensamientos
por los cuales al final, tuvo severas diferencias con los personajes aludidos
especialmente dadas las veladas tendencias marxistas que entonces les
descubriera y, con los que antes congeniaba y hasta se reunía, sin saberlo;
razón por la cual definitivamente, marcó distancia con los mismos. Llegando a
ser duramente criticado por uno de estos cabeza caliente, ciertamente
privilegiado y que llegaría a la presidencia de la república en los tiempos de
la llamada democracia; el cual se atrevió a llamarlo, de manera despectiva
—envuelto en la humareda de su elegante pipa—: "Centauro de
pacotilla".
…El glorioso
General guariqueño Emiliano
Acevedo Cermeño esto decía, recordando aquellos momentos de discordia. Orgulloso
de sus actos como hombre campechano pero de una innata perspicacia que
intuitivamente, le dictaba cuándo debía apartarse de una situación adverso y, contraria
a sus principios; siempre consecuente con
la venezolanidad enraizada en sus principios paternos formales. Sacando a
relucir estas experiencias cada vez que tenía oportunidad de hacerlo, entre sus
contertulios de confianza en sus largas charlas con ellos. Cuando le tocaba salir en contra de su voluntad
del territorio nacional, con el único objetivo de conseguir ayuda económica también
logística, mediante el apoyo de estos amigos; que mediante el uso de sus
contactos hacían para él el lobby necesario ante aquellos gobiernos amigos, alineados con su causa.
De este modo lograba
mantener y, reagrupar su ejército en pos de
la próxima invasión libertaria al país, las cuales me contó mi abuelo, fueron
siete en total… Y; cuando don
Florencio se acordaba de su amigo en el contexto de estas cosas, en seguida remataba
diciendo de aquel:
"…Fue un hombre muy bueno, siempre amigo, íntegro,
valiente; de ésos que no se les enfría el guarapo ante nada ni nadie y, que
tampoco tienen pelos en la lengua a la hora de decir sus vainas… Carajo!"
…Entre los desleídos papeles del baúl que
celosamente atesoraba mi abuelo, también se podía leer entre tantas otras cosas un episodio
especialmente extraordinario en la vida de aquel personaje, y su pequeña
milicia; tal fue, la cruenta batalla en donde peleaban contra dos enemigos
simultáneos. El ejército del tirano por un flanco y, un piquete de soldados
extranjeros por el otro, de un vecino país cuyo gobernante de turno era amigo
del de aquí. Se batieron a sangre y fuego en un lugar
cercano a la selva, muy próximo a la frontera en el extremo suroeste de la nación;
cubierto de frondosos
bosques y, surcado de grandes y caudalosos ríos.
Las condiciones entonces no podían ser más
adversas. Sin embargo, una vez más el General Cermeño y su gente supieron salir airosos de aquella
criminal emboscada, a punta de ingenio y valor; en justicia, tanto
de él y sus tropas
por igual, abatiendo a sus enemigos dejándolos por doquier… En el agua,
en el barro, entre la maleza; allí quedarían también, valientes
compañeros de armas que entregaron su vida en holocausto tumultuario a la patria… Como los
demás −caso venezolano, al menos−, que igual se creían con sobradas razones en
su propio accionar; pues éso, lamentablemente, es lo que pasa cuando nos
peleamos entre hermanos. Apenas si
tuvieron oportunidad para recolectar
algunos pertrechos y bastimentos en el área del desastre, atenazados aún por
los del país de al lado que no cejaban en sus intensiones; cuando huyeron por
el río Cuchivero.
Buscando más hacia el
interior del territorio nacional y, alejándose cuanto antes de la línea
fronteriza, mientras iban sorteando los más variados peligros de la selva. Fue
esa vez cuando en la retirada llegaron, después de pasar por Caicara, hasta la
población de Cabruta; donde descansaron varios días y se abastecieron de alimentos
—al darse cuenta que ya sus perseguidores habían quedado lejos—, porque desde
ese punto, irían al suroeste del
poblado de La Atascosa a liberar unos estudiantes sometidos a trabajos forzados
en el sitio de Palenque. Dicha incursión es historia ya
conocida, cuando el enemigo logró anteponerse a sus intenciones, basado en
operaciones de inteligencia llevadas a cabo por espías que el gobierno tenía en
la zona, persuadiéndolos de traer refuerzos desde la población de El Sombrero; donde estaban
acantonadas tropas oficialistas venidas de Maracay. El General Cermeño sin embargo, obteniendo información de
primera mano sobre las operaciones
oficiales, por una patrulla que
hizo adelantar antes
de marchar al objetivo, tuvo que dar marcha atrás y,
suspender de momento sus planes. Cosa que unas
semanas después, sorprendiendo una vez más al enemigo, lograría con total
éxito.
…Siguen contando los amarillentos papeles
del baúl, que Cermeño
en otra de sus tantas
incursiones al país llegó a la población de San
Fernando de Atabapo, enterado como estaba de que por allí en ese momento
habrían pocas fuerzas del gobierno, por estar estas confiadas al saberse de su ausencia
y, ocupadas en otra parte del territorio atendiendo otro alzamiento.
Conocimiento que a su vez utilizaría para con el factor sorpresa de su lado
proceder a instalar allí un gobierno revolucionario para el Territorio Federal
Amazonas, donde se atrincheró en resguardo de las tropas del hombre de La Mulera y, las del “hermano país”;
que también solían perseguirlo cuando estaban en conocimiento de sus
incursiones en esa zona limítrofe. Es decir, Cermeño luchaba contra dos
gobiernos que venían actuando enllavados, aplicándole una férrea tenaza a
su ejército; pero tal cosa no lo amilanaba, más bien hasta se entretenía usando
como válvula de alivio entonces el intercambio epistolar con un escritor amigo
suyo que residía en el exterior, en el Norte. Jesús Rafael Salvatierra era este
amigo suyo, con quien discutía permanentemente en sus cartas
las estrategias políticas que pondrían en práctica a favor
de los más necesitados; una vez obtenido el triunfo, sobre el enemigo opresor.
(...Salvatierra por cierto sería aquel
entre sus amigos
que por su parte, se embarcara
en su propia aventura el año 1929 junto
a un grupo de mercenarios y exiliados del
régimen, en la más romántica aventura militar marítima a bordo del buque de
guerra Swift, que habría zarpado de un puerto Polaco, en Europa; para tomar por asalto el de la ciudad
oriental venezolana de Cumaná. Expedición ésta que por desgracia fracasara con tanto estrépito y, en la cual falleciera su líder el General Ramón Archibaldo
Dalmaud, al ser descubiertos los sediciosos unos días antes por la inteligencia
del gobierno Gomecista; la cual al parecer
era muy buena.
Con la muerte de su amigo
el alto oficial,
jefe en la misión
fallida, Salvatierra huye
a Trinidad pero
antes de partir echa las armas al mar para que no cayeran en manos
del enemigo, acción
que fue puesta
en duda por algunos de sus propios
compañeros, molestos con él al no
creer en sus argumentos cuando fueron puestos en prisión y, saberse de aquel,
que entonces habría escapado ileso…! —Contaría
el abuelo, entre tantas cosas que me dijo.)