¡24 de Septiembre!
Qué día, cuántos recuerdos...! En este momento evoco de nuevo y, con mucha ternura, tantas cosas de aquellos viejos tiempos —bueeeno, tan sólo es un decir porque en realidad el viejo aquí, ahora, más bien soy yo; je, je...!— de cuando correteaba por las polvorientas calles de mi pueblo, pletórico de felicidad, inmerso en un mundo en donde todo era perfecto y, parecía llegar a su cenit precísamente, este emblemático día; onomástico de su santa patrona. Nuestra Señora de Las Mercedes.
¡Salve, mi reina. Enhorabuena!
A propósito de su ansiado arribo, en especial para la inquieta muchachada y, según el calendario de taco —para entonces, ya no tan gordo— que solía tener colgado mi mamá de un clavo en algún rinconcito de la sala de la casa, a continuación les transcribo algunas incidencias relacionadas con el mismo. De mi libro "Las Evasiones de Hilario Coba", el primero de la saga de cuatro
titulada: "Relatos Oníricos de La Atascosa".
1.3 —El Circo—
Hoy es 24 se Septiembre, un día sumamente grato para mí, el de la santa
patrona de mi pueblo La Atascosa. Por lo tanto todos sus hijos dondequiera que
vivamos nos llenamos de júbilo por las tradicionales celebraciones de allá,
aunque no estemos en ellas; las vistosas fiestas patronales en honor a Nuestra
Señora de Las Mercedes. Día bonito en plenitud de esperanzas, en los deseos de
mis coterráneos, en especial por los niños y jóvenes de aquel pueblito tan
especial del llano venezolano. Los ausentes, como yo, igualmente también
celebramos; trasladándonos virtualmente hasta sus maravillosos espacios, al
menos en espíritu.
…Transcurrirá
este día una vez más y, como siempre ha sido, abriendo y cerrando los actos con
las sagradas misas en honor a la Virgen en el templo; asistidas por la
multitudinaria presencia de su ferviente y piadosa feligresía en pleno. Luego,
se esparrama la gente por todo el pueblo a disfrutar de los eventos programados
de acuerdo a la ocasión: Las famosas terneras a media mañana para el medio día
en los diferentes puntos acordados, ampliamente conocidos por todos de
antemano; donadas por los generosos ganaderos de la zona. Mientras tanto jóvenes y niños disfrutarán a
rabiar de las "marchanticas" con su característico estribillo musical
que se dejará oír melancólico aunque esperanzador, como mecido por la brisa, a
través de sus pulidos y boquiabiertos altoparlantes; atendida esta vez de
gratis la bulliciosa clientela en medio de una comprensible algarabía por los
señores heladeros que las conducen —iban sentados muy orondos ellos, casi a horcajadas
sobre un sillín ante el gran volante, bajo un techo atoldado generalmente a
rayas de una cabina sin puertas convencionales—, ataviados de sólito con su pulcro guardapolvo
blanco y cristina del mismo color en la cabeza.
…Igualmente había
una hilera de mesas con sus vistosos manteles de hule asistidas diligentemente
por señoras, jovencitas y monjas del pueblo, donde se servían trozos de torta
con refresco, raspados, jalea, gelatina y, para cerrar, piñatas con abundantes caramelos.
Recuerdo muy bien los de coco, menta, y de anís; envueltos en papel manteca los
primeros y, en celofán transparente los otros dos sabores. Por entonces salía
con los bolsillos repletos y, hasta me pasaba días enteros comiéndolos, de a poquito;
como para que no se me acabaran nunca. Por cierto, esto mismo hacía cuando llegaba la zafra de
jobo… Aah, cuánto aroma y, qué color…! Pero en ese
caso, como me quedaba dormido con algunos en los bolsillos, entonces al
despertar del siguiente día para irme a la escuela y, queriendo sacarlos cuando
los dejé olvidados, las manos no me entraban; porque las telas del pantalón estaban pegadas
con los frutos "espaturrados" en su interior. Me molestaba un poquito pero, una vez
resignado, no quedaba más remedio que reírme de mis propias vainas.
…Así mismo, de
acuerdo con la estricta programación —debidamente impresa en un colorido afiche encabezado por la imagen de la
virgen, que suele verse prendido mediante grapas sobre las puertas de los
comercios y, las edificaciones oficiales— no han de faltar ese día ya para la noche, grandes
bailes y mucha música en la vía principal, conocida eufemísticamente como
"La Avenida". Pero, nada tan especial como sus grandes tardes de
toros coleados, con diversiones a granel. Siempre ante el estruendoso y
característico grito, indicativo de la presencia del protagonista estelar en
escena, de: ¡Caaacho en la maaangaaa!!!
…En cuanto va
entrando la noche, ya para cerrar, se cunden de nuevo de gentes las calles
cubiertas por sus multicolores bambalinas de papel, que aún parecen saludar a
los más salerosos parroquianos cuando son vistos apurados, caminando ansiosos
por la vía; ataviados esta vez con sus mejores pintas de estreno para asistir
a la fiesta de gala…!"
...Evocando estas lindas cosas de antes ahora me encuentro en la soleada ciudad de Cagua, ejercitando la memoria que suele tornarse esquiva, en la renuencia del otoño de nuestros tiempos idos; recordando con cariño a mi entrañable amigo y paisano Hilario Coba, con quien solía charlar sobre estos temas y, muchos otros más, mientras campaneábamos unas cuantas birras en nuestro querido y recordado "Bar Princesa". Entonces frente a la plaza Bolívar de Maracay, por el lado Este. Donde compartíamos con la amena charla de sus amables dependientes, empezando por su propio dueño el señor Domingo oriundo de El Hierro —muy amable y de expresión reflexiva, con su bigotico y aspecto al estilo Omar Shariff—, una de las islas Canarias; junto al señor José. Un tipo de entrada con muy mal talante que siempre parecía estar oculto midiéndolo todo, detrás de las barricadas de sus gruesos lentes "culoebotella". Jefe de la barra y, por demás, un orgulloso español de Figueras como él mismo solía declarar; pero en definitiva, después que te lo ganabas, llegabas a conocerlo como un hombre sumamente bueno y honesto... El que una vez puesto de mi lado, pude disfrutar en la barra escuchándole sus andanzas por el mundo —a bordo de un buque pesquero donde solía contar sus hazañas lanzando alponazos a un cachalote, al más puro estilo de Herman Melvill y su Moby-Dick—, de sus riquísimos "sanduiches" de salchichón, y de chorizo español colgados ahí mismo, al alcance de la mano y, sobre mi cabeza, perfectamente maridados con un cremoso cafecito y jugo de naranja. ¡Una verdadera delicia! Acompañados ellos de los criollitos el gocho Miguel, que vivía por la carretera vieja de Palo Negro, y el formidable Mono Negro también conocido como el "Monarca del Pantalón"—así, le pusimos nosotros—; y, residente de aquí mismo, del barrio Veintitrés de Enero.
...Formaba este bar una impecable dupla, con el añoso y sereno "Biergarten Park" —donde nos solazábamos mientras leíamos los periódicos, entre pocillos de café y, buches de cerveza—, escuchando las interesantes historias de su barman de postín acerca de las esquinas y los negocios de aquella querida ciudad donde entonces vivíamos, el reservado y circunspecto amigo Cheo; siempre ataviado con su impecable atuendo blanquinegro, en que destacaba su característico lazo almidonado, agazapado por debajo de la llamada manzana de adam, que en él era bastante prominente. Estaban separados tan sólo uno del otro, por la mima acera ambos negocios, unos escasos 10 m.
"…Un día en
el que, por aquellos tiempos, aparte de lo ya reseñado también comenzaban las
funciones del Gran Circo Albacora, que acostumbraba llegar con una semana de
antelación a la localidad y, ciertamente, era un gran acontecimiento para
grandes y chicos. Con este nuevo evento sucediendo en el pueblo todo era un
verdadero jolgorio, para un lugar que durante el resto del año todo era tan
tranquilo y, casi nunca sucedía nada. El espectáculo daba inicio desde el mismo
instante en que empezaban a bajar las petacas con el ropaje, baúles repletos de
aparejos, utensilios, enseres y, herramientas, que pronto serían utilizados
para montar el campamento; pero lo más sorprendente de aquella visita eran las
jaulas que traían los recién llegados, con sus variados y exóticos ejemplares
de la vida silvestre. Usualmente se establecían en un amplio terreno que el resto
del año permanecía baldío el cual quedaba en la vía hacia la escuela donde yo
estudié mis años de educación primaria, Grupo Escolar Monseñor Rodríguez
Álvarez; por lo que mientras el circo estaba en dicho lugar eran muchos los
muchachos que nos jubilábamos de las clases con el pretexto de ir a contemplar
y, fastidiar a los animales.
"…Quizás los más impactantes eran los leones con su
broncíneo pelaje e intimidante melena negra en algunos, indicativo de su gran
desempeño y fortaleza, una peculiar característica
debida presuntamente, al mayor contenido de testosterona en su sangre; los que
tal vez confiados en su poder lo exhibían, al bostezar preferiblemente,
mostrando al aire su aterradora bocaza llena de dientes afilados. Junto a los
tigres de bengala con su vertiginoso rayado sobre su piel, un poco más tiernos
pero obviamente, también atemorizantes. No obstante los más populares entre la
gente, sin duda, eran los miembros de dos parejas de elefantes vestidos con
armaduras y detalles de guerra que atraían a mi memoria la inverosímil campaña
del gran Aníbal Barca a través de Los Alpes y Los Pirineos —donde se dice utilizó 38 de ellos, vestidos de la misma forma—, conquistando el norte de Italia ante el asombro de
la invicta Roma y, de sus más aguerridos Generales; saliendo victorioso durante
esta gesta en las batallas del rio Trebia, la del lago Trasimeno, Cannas y,
muchas otras. Provocando sin embargo años más tarde la vigorosa riposta de la sorprendida
y emblemática potencia militar, en el recrudecimiento de las llamadas Guerras
Púnicas y, la subsecuente derrota a su vez del eximio cartaginés, por parte del General romano
Escipión el Africano; durante la famosa batalla de Zama —en 202 a.C"—.
Precisamente, los
machos de las parejas en cuestión tenían por nombre uno, el de tan insigne
guerrero de la historia y, el otro, era llamado como su padre: Amílcar. Las
hembras por su parte respectivamente, respondían, una al llamado de Himilce
igual a la esposa de aquel, mientras la otra simplemente llevaba el sencillo y
lindo nombre de Demetria. Iban entonces los nobles paquidermos con sus trompas
entrelazadas, debajo de un pórtico estilo romano sobre la plataforma de uno de
los carruajes, el cual continuaba en la fila después del auto que la encabezaba,
donde viajaba la familia del Sr. Sayed; quien visiblemente emocionado agitaba
sus toscas manos en acto de salutación y, agrado hacia la multitud, que
eufórica los seguían por la calle real.
Al día siguiente a la fastuosa caravana, que servía de
“opening” a las funciones oficiales de la temporada, se abrían las taquillas de
venta de boletos y he aquí otro de mis más caros recuerdos, cuando apostados en
las cercanías de la puerta, tratábamos de ganarnos una entrada gratis ayudando
algún vendedor de golosinas o refrescos que pertenecían por cierto a la misma
compañía del circo.
...Y; ben, hasta aquí llegamos por hoy, en nuestras remembranzas pueblerinas de ayer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en esta página.