miércoles, 28 de abril de 2021

 

    

   ¡Muy buenos días, amigos míos! Mil disculpas porque en verdad, los tuve algo abandonados aunque por supuesto, jamás olvidados. Esto porque de nuevo, estuve resolviendo ciertas cosas de mi interés allá afuera. Pero bien, aquí estamos. Esta vez para dar inicio a lo prometido en mi anterior entrega. Como supongo han podido ver, se trata del segundo libro de la serie de cuatro (Relatos oníricos de La Atascosa), titulado: "Andrómaca y Felipe". He aquí su portada, tal y como aparece en las Editoriales donde se halla en venta al público, como son Amazon Kindle y, Autores Editores. Además, aprovecho aquí la ocasión para mostrarles también, la imagen actualizada del libro anterior: 




                                                                          



                          ...A continuación Andrómaca y Felipe, capítulo número 1



   1.-                              —Los Huéspedes—   

   

   Varios años habían pasado ya, desde que Felipe Gómez se estableciera en familia en su propia tierra con aquella mujer foránea llegada al pueblo un día, en un viejo circo que anualmente los visitaba. Ella en realidad siempre había estado allí, curiosamente,  tan sólo que él no lo habría notado y cuando esto sucedió, con el tiempo se hicieron una pareja inseparable, ejemplar, muy querida por todos pero en el fondo, en verdad, odiada por algunos especialmente de su mismo sexo, en el caso de la mujer; y, no se sabe el por qué… Si por el natural don de buena gente que la joven tenía en contraste con su condición de recién llegada, por ser una huéspeda que más bien para muchas, una simple e incómoda arribista, poseedora del mejor partido del lugar en aquellos momentos y, por tal razón, enemiga gratuita de ciertas pretendientes locales que se consideraron desplazadas, aunque sin ella proponérselo. Pero que, por consiguiente, frustraba inocentemente sus naturales esperanzas.

  …Debido tal vez, también, a su particular belleza; o, si fue por el misterioso aura de exitosa artista circense que de continuo la cubría, haciéndola desenvolverse entre los que la rodeaban, con envidiable soltura y total desparpajo… Ante  todo esto, lo cierto es que así fue como sucedió, en ese mundillo soterrado donde solían ser muy extrañas las veleidades amorosas entre los miembros de ambos géneros en medio de las rígidas posturas imperantes, propias de aquella época. Pues eran ésos otros tiempos, patéticamente románticos sin embargo, en que los hombres como Felipe Gómez se creían capaces de hacerle el amor a la mujer deseada hasta en la misma jaula de los leones —con éstos adentro por supuesto, de lo contrario no tendría gracia; usando un lenguaje circense que en semejante situación, venía muy a tono—; pero sorpresivamente, en el caso de él, la idílica pareja conformada con la que ahora era su esposa de pronto se derrumbó. Aunque siempre, por esas extrañas y fortuitas cosas del amor. Cuando las flechas del alado Cupido volvieron a hacer blanco en el noble corazón de aquel hombre, siendo esta vez el motivo de sus ocultos anhelos una espigada y broncínea criatura que tenía por nombre Victoria; la que poco a poco fue tomando fuerza en su pecho hasta desplazar de su lugar a su inocente media naranja: Andrómaca Katay Polidourius. Así fue cómo entonces, llegaron a conocerse, también a separarse después de un breve pero intenso y, tórrido romance, aquellos inesperados amantes: Andrómaca y Felipe.

     Sin embargo compartieron felices alguna vez por largas temporadas, en la casa de la añosa finca heredada del padre de este hombre y, donde juntos además, procrearon sus dos únicos hijos, Leoncio y Wenceslao; con los cuales hasta hace poco, vivieron en “perfecta armonía”. Pero nadie se imaginaba ni siquiera el buen Felipe que un mal día llegaría, cuando sería el triste protagonista de una caprichosa e irresponsable acción, en que el destino les tendría reservados una inesperada situación que fue tomando cuerpo con el tiempo, hasta convertirse en una inverosímil y odiosa tragedia; la cual enlutaría por entero, al inocente y apacible pueblito de La Atascosa. Un bucólico lugar en el llano guariqueño donde usualmente no pasaba nada, pero esta vez sí sucederían en éste,  fatales cosas nunca antes esperadas.  

 …Todo comenzó cuando el señor Felipe Gómez trajo a su finca para unos trabajos administrativos, a una joven mujer procedente de una familia amiga, del pueblo de Calabozo. La muchacha en cuestión desde un comienzo se dedicó con gran profesionalismo a ejercer sólo su labor, ganándose cada día la confianza de su jefe;  y,  también de su señora esposa.  Al principio toda su relación giraba en torno a lo netamente laboral, no obstante un día −sería tal vez éste, el detonante de su perdición−, la misma señora Andrómaca inocentemente y sin ninguna pizca de suspicacia, le propuso a su marido que la señorita Victoria debía venirse a vivir con ellos a su propia casa, dado que pernoctaba en una a considerable distancia de allí, aunque dentro del entorno de la vivienda original de la familia y, que fuera la antañona morada donde desde siempre residieron no sólo los padres sino también los abuelos de Felipe; originales fundadores de todo aquello.

  ...Se trataba ésta de "La Antigua", como todos por allí entonces le decían, sobre todo después que se construyera esa otra parte nueva mucho más amplia y adecuada a los nuevos tiempos, ocupada tan sólo unos pocos años por sus originales dueños, justo antes de morir y, donde ahora residían los actuales propietarios después de su matrimonio; herederos del lugar. La cual quedaba retirada como una media legua entre ambas.

  …Convirtiéndose este caso de la recién llegada muchacha con sus repetitivos viajes de ida y vuelta por el campo, en algo que se estaba haciendo harto incómodo para su buen desempeño profesional, debiendo ser llevada y traída a diario por el chofer de la finca en su vieja camioneta, vadeando en el trayecto un par de caños por entre gran número de reses y, toros bravos; sin contar con el acecho de los animales del monte, tales como zorros, linces, cunaguaros y serpientes. Aparte de repentinos torbellinos de pegones, aricas, guanotas, matajeyes y, lengua e’ vacas; que de pronto solían adueñarse del aire circundante en los caminos, haciendo de éste su campo de  batalla. Tornándose las cosas mucho más peligrosas y, aún más complicadas, para el seguro desenvolvimiento entonces, de la joven mujer.

    Cada día era lo mismo. Cuando Victoria tenía que cumplir el rutinario periplo de ir desde su lugar de alojamiento en aquella solariega casona, donde había sido ubicada por sus empleadores, para poder llegar hasta "La Casa Grande" de la finca y, viceversa; donde actualmente trabajaba.

“…La vetusta casa en cuestión estaba ocupada en parte desde hace tiempo por el chofer y su familia, junto con otros peones del hato; de quienes por lo menos, tenía su compañía. Los que por años vivieron en estos espacios con sus familias y, en contraprestación, cultivaban la tierra en medianía con el propietario. Sin embargo Felipe, entonces a cargo, los había dejado libres de este compromiso con claras reminiscencias coloniales, dándoles el tratamiento debido de trabajadores normales; una razón más, para ganarse el respeto y la confianza de todos ellos…!”

  …Así las cosas; iba y venía a diario la muchacha dando tumbos a diestra y siniestra en aquel viejo carromato, muchas veces bajo el calor abrazador del llano, sumándose a ello la solitaria compañía del introspectivo chofer, que durante todo el trayecto no emitía el más mínimo comentario o muestra de socialización, con lo cual pudiera entretenerse… Entonces ella, sólo podía evadirse de tan incómoda situación pensando en su familia y, en su propio pueblo. Por cierto, de similar o igual ambientación que este lugar donde ahora trabajaba pues venía, de otra zona del mismo Estado llanero en que las cosas son más o menos las mismas, a las de por aquí; por cuanto procedía específicamente de un lugar llamado Guarda Tinajas, aledaño a Calabozo.           

   ...Entonces Victoria pensaba enseguida en su viejo padre, don Eustorgio Sarmiento. Un hombre ambicioso aunque trabajador, pero que no había podido cristalizar de forma permanente ninguno de los proyectos que acometiera en su vida, buscando lograr la prosperidad, al parecer por siempre proscrita para él; quizás, por su desmedida afición al licor, el juego y, en sus tiempos mozos, también a las mujeres de vida alegre. Se esforzaba sin embargo por mantener unida su numerosa familia, la cual últimamente era sostenida con precariedad debido a su mala cabeza, pese a que tuvo momentos de alguna fortuna en el pasado; pero que hoy, bien pudieran catalogarse como de muy pobres…  Pensaba además, en cómo fue que ella había venido a recalar por estas tierras; por lo cual evocaría de nuevo a su papá, esta vez en su relación de amistad con el hombre que entonces le daba cobijo bajo su propio techo… Al respecto le habría dicho don Eustorgio, en alguna oportunidad, que se había hecho amigo del señor Felipe Gómez cuando ambos por mucho tiempo se toparon con sus rebaños de ganado en un sitio emblemático del llano conocido como “El encuentro”. Donde concurrían año tras año, junto a ganaderos y criadores de toda la región para transar sus operaciones de negocio; comunes a su propia naturaleza comercial. Al tiempo que aprovechaban la estadía en el lugar para recuperarse mientras se distendían un poco de la larga travesía desde sus lugares de origen, en tierras más altas ya sin agua ni pastura por aquella época; en su acostumbrado camino hacia estadios más ricos en esos elementos tan vitales y, con mayores oportunidades de alimentación para los animales. Especie de “tierra prometida”, algo distante aún de allí, bastante al Sur del Estado en  las proximidades al Orinoco.

(…El encuentro, como tal, en el llano, es un nombre que ya por siglos ha indicado a los llaneros un lugar de múltiples propuestas en el devenir estacional de sus labores con el ganado; y, en el caso específico del Estado Guárico, uno entre varios en el ámbito de esta extensa sub región en el país −Venezuela−, por supuesto también hay uno que se denomina igual. Donde por décadas además, ha habido un hato que por naturaleza, si se quiere, lo identifica. Sólo que este punto en la actualidad, no es ni la sombra de lo que otrora fue aquel emblemático y mítico enclave, durante los períodos inmediatamente pasados de su historia.

  …Empezó siendo el lugar en sus comienzos, básicamente una encrucijada de caminos en medio de la nada —se imaginaba la joven Victoria, recordando aquellas cosas que al respecto solía escuchar de su padre—, que tenía ante todo una vieja romana de machete bajo un improvisado cobertizo con un desvencijado retrete a unos veinte pasos, imprudentemente a favor de la brisa, muchos corrales en la vecindad usualmente repletos de buenas reses, junto a un puñado de terrosas y polvorientas rancherías de pernocta a su alrededor… Pero que, muchísimo antes, yendo más hacia atrás en el tiempo y, si uno se esforzaba en hacer el ejercicio imaginativo de divisar dicho punto en perspectiva aérea superior, sobre la sabana, entonces se revelaba sorpresivamente ante la simple mirada del observador algo así como el sepulcro de una gran cruz, emplazada en la pampa solitaria; incrustada bajo el relieve de su gramínea piel cubierta de mustios, greñudos y pajizos guarataros. Similar al resultado en la vieja usanza, de herrar el peludo cuero del ganado. Puesta ex profeso tan sagrada marca en ese preciso lugar, cuenta la leyenda, por una orden de catequistas coloniales de la iglesia católica cuando desfilaban por allí siendo sitio obligado en sus correrías, buscando sumar algunas almas indígenas a su causa; y, en su largo camino hacia el oriente. “…Al menos para entonces, porque con ello según así lo creían en virtud de sus acciones, sería después también, al paraíso”. Pensaría convencido alguno de sus Diáconos.

…Señalado el conocidísimo punto desde allí y, durante muchos años, cual relicario geográfico además, por las ruinas del humilde monasterio dedicado a San Nazario; ubicado a un costado del brazo izquierdo del gran "crucifijo enterrado". Con su sencilla capillita de oración, rodeada por un par de docenas de cruces de hierro y mampostería barata semejante en su persistente continuidad, a los abalorios de un rosario; en señal de las tumbas de los pioneros que se aventuraron por allí para caer rendidos al principio, bajo el curare de las flechas de sus autóctonos moradores durante la oscura centuria del siglo diecisiete… Pero incluso así, sería tal la determinación de los pastores nazarianos en su empeño por dejar una marca en el tiempo, que de todos modos fueron forzando a los nativos pobladores de aquellas comarcas a que fueran abandonando, de a poco, sus milenarias costumbres paganas de adoración; cambiando de raíz el significado cosmogónico de sus demiurgos ancestrales… Pasando a ser todo éso y, con el tiempo, el conjunto perfecto de elementos sacros de un clérigo exorcista para ahuyentar de por allí a cuanto ente demoníaco prevalido no sólo en su audacia, sino también en sus malas artes,  osara  invadir  aquellos "santos predios".      

…Sin embargo la sacralidad de aquel sitio de tradición añeja, de hecho se debatía dentro de grandes contradicciones; toda vez que con el correr de los años en lo adelante y, a fuerza de tanto andar de la gente que fue siguiendo la senda de sus originarios precursores en sotana, aunque no precísamente por su trabajo religioso sino en el aspecto exploratorio que estuvieron obligados a realizar, irían cambiando su faz topográfica de inocente emplazamiento de paso; a fuerza de ir arriando los hatos por sus empolvadas trochas y, buscando la mejor manera de abrirse camino hacia el Orinoco… Donde también fueron prosperando a finales del siglo diecinueve ya para el veinte, todo tipo de negocios vinculados a la actividad humana alejada de las urbes, y grandes concentraciones humanas; siempre con ese característico aire de cosa improvisada, de tienda de campaña, que si bien la encuentras hoy con algún grado de prosperidad, ya no será tan así para mañana… Con los típicos negocios en estos casos tales como bodegas, boticas, comederos, posadas, talleres de talabartería y, de herraje; cantinas de expendio de licor, tugurios donde se apostaba a las  cartas en diferentes juegos de envite y azar. En los cuales serían los preferidos el ajiley, que era sin duda el campeón; seguido del truco y la popular caída. Luego venían otros, también muy solicitados; carga la burra, siete y medio, batea, macuare, dados, tejo, bolas criollas y, uno que se puso muy de moda ya al final en la época de los años sesenta, llamado Rummy. Que tenía sus propias cartas, y eran de origen francés, muy diferentes a las habituales españolas acuñadas por la conocida firma peninsular "Heraclio Fournier"… Hasta uno muy famoso llamado “rojo”; que al ser sugerido por algún cliente tremendista queriendo jugarle una mala pasada a otro, un tanto despistado al desear saber éste cómo se jugaba el mismo, se forzaba enseguida casi automáticamente la imaginativa y bien cotejada respuesta del inoportuno mamador de gallo… Pudiendo ser ésta una, escatológica o, tal vez de muy mal gusto −según como se la viera−, a lo que simplemente decía aquel muerto de la risa: “…Si te agachas yo te co…” Ahí se detenía y, dejaba a todo el mundo en suspenso; para entonces aterrizar de refilón, rematando el muy zafio: “…O; si no, yo más bien te saco un ojo. Ja ja ja, ja ja ja!”.

…Pero además, había un anexo al local de los juegos que estaba reservado exclusivamente para otra función también ya distintiva del lugar en los últimos tiempos, expendio de una especie muy antigua en el mundo, por cierto. Construido groseramente por sus impulsores usando para sus fines algunos materiales sustraídos de forma vandálica de las ruinas de la iglesia de enfrente, otrora orgullo de los monjes Nazarianos; horrendo sacrilegio al que por cierto se refirió el último religioso de rango que por allí pasó, cuando iba a la toma de posesión de su diócesis en Ciudad Bolívar. Vaticinando entonces este Obispo que:

"…Los culpables de semejante bochorno, carentes del más mínimo respeto por las cosas del Señor, arderán calcinados irremediablemente por toda la eternidad, en las pailas del infierno; purgando así, aunque sea en parte, tan terrible latrocinio…!"

 "…Y; lo digo yo, que sé de éso. Sí señor…! Agregó; con convicción. Como si materialmente hubiera estado allá, en ese mismo lugar al cual se refería.  

 …Dicho local ostentaba en su identificación pintada con encendidos trazos de muchas vueltas y bucles, en color rojo encendido, el sugestivo nombre de su dueña: “La Madama”. Colocado groseramente en el elaborado pórtico de madera,  sobre la  puerta principal construida con el mismo material; ambas reliquias coloniales robadas del citado emplazamiento religioso pre existente… En definitiva, era un lugar muy concurrido donde pululaba a diario entre una veintena de clientes birriondos, todo tipo de damiselas; ofreciendo sus placeres cárnicos al mejor  postor.

  …Vino a ser en aquel sórdido entorno, en que Felipe Gómez y Eustorgio Sarmiento en un retorcido recodo de sus vidas, trabaron amistad por pura casualidad la primera vez, en sus tiempos mozos. Cuando echaban una canita al aire para aliviar sus penas durante las largas temporadas de tan caluroso estío, enfrascados en prolongadas sesiones de juegos, tragos y, también meretrices; las que poco a poco arropados por el disipado ambiente, dejaron de serles extrañas… Sería como por una infausta intervención del demonio en uno de esos años en El encuentro, en que Eustorgio Sarmiento en un arrebato de locura fue pasando de falda en falda por la pieza de cada fémina allí presente; en un extraño reto con unos desconocidos y, en que viera colgado sus calzoncillos en la misma percha junto a las pantaletas de cada una de tales señoras, esa misma noche. Mediante una absurda apuesta que de todos modos perdió pese a su titánico esfuerzo en un ardoroso despliegue de testosterona jamás visto en un hombre, en competencia contra el avieso jefe de unos vaqueros venidos del pueblo de Chaguaramas;  que no lo perdonaron a la hora de cobrarle. Para entonces enterarse un par de semanas después cuando ya no estaba allí, y todo se había consumado, de haber sido timado por el chaguaramero de marras y, La Madama en cuestión, en quien se habría confiado en su papel de depositaria y contabilizadora de cada uno de sus viriles actos tan bien agenciados actuando ella misma de mirona, muchas veces; pero no sabiendo el muy pendejo, que estos dos sinvergüenzas también eran amantes… Perdiendo en consecuencia aquel hombre en tan temerario e irresponsable lance, mucho más de la mitad del ganado que llevaba, provocando allí mismo una desbandada entre los peones que trabajaban con él y, hasta quedar enteramente solo.

  …A partir de aquello, entonces, se ahogaría Eustorgio con su impotencia hasta no tocar fondo en la infausta alberca del licor. Habría quedado en la ruina en ese mismo instante, de no haber sido por la oportuna intervención y ayuda en el conflicto, de su fortuito amigo Felipe Gómez —donde incluso salieron a relucir algunas armas de fuego aquella noche—; quien habiendo visto las posibles consecuencias de lo ocurrido, tuvo que anteponerse a los acontecimientos luego de la amarga situación generada en los días por venir, cuando  aún tenían que permanecer allí. Viéndose forzado a intervenir de arbitro apoyado en su propio equipo —que también andaba con sus armas al cinto, algo muy común en esa época y lugar; dispuestos a usarlas además, si fuese necesario—, para zanjar las diferencias; evitando así quedara Eustorgio en la lona como quien dice y, justo desde aquel mismo momento…!)

  …Recordaría Victoria con tristeza todo aquello, compilado al atar cabos de todo cuanto su propio padre le dijera y, escuchara decir a otros, a lo largo de su vida; en relación con el triste destino de su viejo.

     Por supuesto sería éste el último viaje que hiciera don Eustorgio por allí, porque a partir de aquel momento, muerto de la vergüenza, se fue sumiendo cada vez en la más terrible de las desgracias; al caer en cuenta del estúpido error cometido. Perdiendo de todos modos poco a poco lo que le quedaba, para costear la constante borrachera en que de sólito, se hallaba embebido; hasta quedar prácticamente en la indigencia.

    Cuando aquella insólita noticia de El Encuentro llegó a Calabozo, cundió como reguero de pólvora por toda la localidad y, fue a partir de ésta que aquel hombre perdiera todo crédito en su comunidad; por lo que ya nadie confió más en él.  Aquello fue como un círculo vicioso, porque mientras más rechazo recibía de sus vecinos, más se hundía en el licor y en el juego, hasta que tal situación llegó a oídos de su viejo amigo… Un buen día después de todo aquello, Felipe viajaría a Calabozo con el pretexto de visitar a su hijo Leoncio, quien entonces estudiaba para Cura en el Seminario de esta ciudad; pero en realidad, a lo que también iba  dispuesto, era a ofrecerle algún tipo de ayuda a su otrora compañero de farras, para apoyarlo de algún modo,  en fin, a hablar con él con el propósito de hacerlo desistir de su absurda actitud que cada vez, lo tenía más arruinado. Pero que muy pronto, además, lo llevaría a una prematura muerte.

     Se mantenía don Eustorgio en aquellos tiempos difíciles,  con uno que otro trabajito que hacían sus hijos mayores. Uno de ellos era, precisamente la primera, Victoria; quien para aquel momento de la visita de Felipe estaba recién llegada de la capital del País, donde había terminado con éxito y mucho esfuerzo, sus estudios de administración en la Universidad Central de Venezuela. 

         ...Continuará.

         ...Chao, amigos. Espero les haya gustado y, envíen sus comentarios. 

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          ...Buenos días mis amigos. Hoy les traigo la tercera parte del capitulo numero  cuatro de mi libro "Andrómaca y Felipe",...